LA HIJA DE LA ESPAÑOLA: HISTORIA DE UNA DESTRUCCIÓN

 

"esto a mí me ha sucedido

Sin tener ningún intento

Creo que será un mal viento

Que al despertar he tenido.”

 

La embarazada del viento.

Polo Margariteño


Nunca he sido muy dado a leer en el momento las obras que están “en el candelero”. Aquellas que gozan del aplauso de la crítica, el éxito del público y ventas, y que “todos la han leído”; me parece un caso de “de donde va Vicente”. Quizás por eso, cuando salió La hija de la española (en el 2019) de Karina Sainz Borgo, aunque el tema me interesó, deje de lado, hasta hace unos días que la tomé, y leí en algo más de 3 días.

En un libro que, en su sencillez narrativa, aborda un tema complejo. Y del que la autora no sale del todo bien librada. Su ambición literaria no está a la altura del resultado obtenido. Eso no quiere decir que el resultado sea malo.

Estamos ante un relato que puede verse como un testimonio, la crónica de la destrucción de la economía y el tejido social de un país, y la consecuente migración de 7 millones de personas por ello. Contado desde un punto de vista femenino, es un recuerdo nostálgico de tiempos mejores, que son magníficamente resumidos en la frase: Éramos felices y no lo sabíamos (que, por cierto, da título a una serie de testimonios recogidos en libro por la escritora Melba Escobar)

La historia es fácil de contar: 2017, en un país en crisis, en medio de graves protestas sociales por la crisis económica, y la violenta represión por parte del gobierno y grupos paramilitares, Adelaida Falcón, ha enterrado a su madre y ha visto como su casa ha sido ocupada por los hijos de la revolución (en este caso, hijas) que reclaman “lo que les han robado”, por lo que se ve obligada a refugiarse en el apartamento de su vecina Aurora Peralta. Por una casualidad, Aurora, hija de españoles, ha muerto repentinamente, y entre sus papeles descubre una carta de la embajada de España donde se le informa que le ha sido adjudicado un pasaporte español. Un salvoconducto para salir del infierno.


La hija de la española

Cuando la leía comprendí la razón del éxito de crítica y ventas en su momento: Esta muy bien escrito, y el juego de tiempos del relato es acertado. Dividido en dos, de un lado es una descripción muy detallada, y a ratos tremendista de una situación y un tiempo de crisis en ese momento, que aún es muy actual. Caracas, donde transcurre es una ciudad que parece vivir una realidad propia de un post-apocalipsis nuclear: No hay autoridad, tampoco electricidad, no hay servicios médicos, la moneda no vale nada, la comida escasea, y cada quien debe arreglarse como sea. Del otro es una evocación nostálgica de una Venezuela donde la modernidad citadina, desarrollada y con ínfulas de primer mundo convivía con otra de un mundo rural e idílico que desaparecía y todo parecía posible: La madre de Adelaida es la primera de su familia que se gradúa en la Universidad, la misma Adelaida tiene, pese a sus fracasos sentimentales una tranquila vida de clase media como editora y correctora.

Esa historia que relato de la destrucción de un país, que parecía idílico, contada por la autora, residente en España e hija de un español, simplemente iba a funcionar. Y funcionó. Al menos a nivel comercial. La autora señala:

Nací y crecí en un país que recibió a hombres y mujeres de otra tierra. Sastres, panaderos, albañiles, plomeros, comerciantes. Españoles portugueses, italianos y algunos alemanes que fueron a buscar al fin del mundo un sitio donde volver a inventar el hielo”

Sin duda cierto, y lamentable lo sucedido. Pero por razones familiares sé que esa historia es solo parte de una imagen nostálgica exitosa. Tengo primos venezolanos, y conocí a ese país antes de la debacle chavista, y viendo en retrospectiva, las señales de la destrucción estaban ante nuestros ojos: Mis tías eran felices con sus sirvientas colombianas, más si eran de la costa, ya que podían preparar los platos típicos que alborotan la nostalgia. Mis primos se casaron con hijo(a)s de españoles, americanos, suecos y alguna se casó con el descendiente de un patricio venezolano mencionado en los libros de historia. Así que el universo de Karina, la autora, hija de padre español, no me es desconocido. Su visión es correcta, conozco esas historias de inmigrantes que prosperaron, formaron familias, y cuando llegó el desastre, el pasaporte fue un salvoconducto. Si Karina emigró en el 2006, cuando el desastre aún no llegaba en su magnitud, mis primos lo hicieron por esos años. Expulsados de una tierra donde están sus muertos:

«Al observar el césped rasurado alrededor de su tumba, entendí que mi único muerto me ataba a una tierra que expulsaba a los suyos con la misma fuerza con la que los engullía. Aquella no era una nación, era una picadora.»

Pero como toda historia es incompleta. Cuatro millones de colombianos fueron a buscar fortuna, y sufrieron la discriminación y el rechazo. Las historias de las muchachas del servicio de mis tías, contando su vida en los cerros (que cantó Alí Primera en Las Casas de cartón) y no en las Colinas donde vivían mis tías, no tenían nada de idílicas: Violencia, inseguridad, asesinatos, brutalidad policiaca, y dificultades para sobrevivir. Si mis primos pudieron irse gracias a un salvoconducto que era un antepasado extranjero, ellos no podían: Sus hijos o ellos no podían ser ciudadanos venezolanos, porque las trabas eran interminables, o faltaba un papel. Mientras el país progresaba ellos quedaban atrás. No puedo decir que eran robados; pero sentían que eran robados. Con Chávez, quizás por interés se pudo hallar solución al menos parcial a esa injusticia. Venezuela era un país más democrático que Colombia, más rico también, tal vez más justo, y tal vez más igualitario. Pero bullía debajo una semilla de resentimiento, de discriminación.

Al final, puede ser más justo y menos desigual que Colombia, pero la mayoría no sentía eso. En esa dualidad estaba su propia destrucción. Pero se liberaron fuerzas y resentimientos acumulados, que nadie pudo y que el gobierno no quiso controlar. Esa historia de revancha, venganza, mezclada con igualdad y justicia se llevó por delante un país.

No es un libro mal escrito, tiene momentos poéticos que embellecen su prosa, y hacer llevadera la tragedia que se cuenta. Con todo me parece que es testimonio de la destrucción de un país que continua hasta hoy. Como relato es una historia muy bien construida, como escritura, no tanto; carece de matices, y demora en detalles que hubiera podido ahorrarse. Supongo que es atribuible al hecho que es la primera obra de la autora. Creo que la autora quiso hacer una obra a la vez llena de acción y reflexiva. En lo primero, aunque abusa de las coincidencias, la historia se sostiene. En lo reflexivo se queda corto. Abarca demasiadas cosas, abre temas que luego no van a ningún lado, las referencias culturales venezolanas, aunque no son gratuitas, y son hasta valiosas pasan fácilmente desapercibidas, para aquel que no conozca el país.

Con todo, una historia triste de gente que se dijo “que hasta no suene el plomo no me voy de aquí“ Para ellos, llegó ese momento.


Foto tomada de www.lectorascotorras.com 

LA HIJA DE LA ESPAÑOLA (Editorial Lumen, 2019)

KARINA SAINZ BORGO

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