LIBROS Y PORTACUCHILLOS
En el pasado los libros eran los herederos de
la historia, y encargados de la transmisión del saber entre generaciones. Pero no faltaron quienes pensaron que los libros son inútiles. O peligrosos. Cuando el califa Omar razonó que «Si esos libros están de acuerdo con
el Corán, no tenemos necesidad de ellos; y si se oponen al Corán, destrúyelos”,
por ende hacía innecesarios los libros de la Biblioteca de Alejandría y ordenó quemarlos. Según esta apócrifa historia, el saber es innecesario, y el califa Omar
es un antecesor de quienes ven los libros como peligrosos o inútiles. Una dicotomía en la que nos hemos movido siempre.
El libro es un transmisor del saber, y no hay
libro tan malo, al que no se pueda aprovechar algo. Cada uno de los lectores encontraba
en los libros lo que le falta en su vida. Conocimiento, belleza, sueños,
aprendizajes, o evasiones. El libro es saber, y el saber es peligroso.
Pero los tiempos han cambiado y los libros ya
no tienen el monopolio del conocimiento. Hoy Google, los big datas, guardan la
información y dan las respuestas. El libro como objeto se vuelve una
incomodidad: hay que cuidarlos, acumulan polvo, y son fuentes de enfermedades.
Marie Kondo recomienda tener la menor cantidad, y desecharlos cuando no se
necesitan. En un tiempo en el que la gente muere por comunicarse, el libro cada
vez vale menos. El internet, y menor medida la radio, la televisión, el cine e
incluso la pintura, son transmisores del saber. El monopolio se ha roto. El libro, pensamos hoy, es cada vez mas inútil.
Durante siglos, los copistas, fueron los
encargados de transmitir el saber. Copiaban viejos libros, traducían, y el
saber estaba en manos de unos pocos. La imprenta democratizo todo, y el libro
paso de ser un lujo de pocos a muchas más manos. Eso no significa que los leyeran. En ocasiones eran adornos de personas ricas. Un amigo señalaba
hace poco que en estos tiempos de pandemia y conversaciones vía web, era un
plus mostrarse frente a la cámara con
una biblioteca al fondo. Al parecer -razonaba- una biblioteca es un argumento
de autoridad del que habla.
Por eso, episodios como el de Carolina Cruz y sus portacuchillos llevan implícito este triple
mensaje: autoridad, uso utilitario y adorno, todo ello alrededor de un libro.
Quienes tenemos una relación cercana con los
libros, nos ofendemos por semejante idea de uso. Quisiera que todos pensaran
como el padre de un amigo mío, que sin ser muy leído, compraba libros por
montones. Un día le pregunte porque no los leía. Su respuesta fue que no tenía
tiempo. Porque los compra entonces, le pregunte. Se que no soy el lector de esos libros,
pero los guardo para que alguien como tu los lea, o se los pase a alguien que
los valore, me respondió.
Lo entendí perfectamente. Quienes tenemos una
biblioteca somos lectores, pero también sentimos que no debemos leer todo: Nos
vemos como guardianes de un saber que espera ser leído, y si no llega, le
dejamos el testigo a otro. Eso no quiere decir que no pensemos en ocasiones de los libros en
términos utilitarios y hasta degradantes: Los libros sirven para trancar una puerta, como
tope de mesa, para nivelar un computador, o como señalo de forma humorística un amigo, como porta
dildos.
Pero había algo ofensivo en el uso que le dio
Carolina Cruz. Introducir cuchillos en un libro puede verse como una metáfora de la
violencia triunfando sobre el conocimiento, desmintiendo la frase de Bulwer
Lytton que “La pluma es mas poderosa que la espada”. Carolina nos estrella y nos recuerda que no,
no siempre es así. También podría leerse como el hecho que la pluma y su
producto, los libros son solo adornos o bases para la violencia, en una versión
muy colombiana de las ideas de José Stalin.
Que es un símbolo de una sociedad que rinde
culto al dinero, es así. Que es una visión muy superficial del mundo, también.
Que refleja cierta degradación de valores sociales permeados por el éxito fácil
y el narcotráfico, igual. Puede también
leerse como el reflejo de una sociedad donde el conocimiento no es importante,
por supuesto. La historia, no solo la colombiana, esta llena de episodios donde
se desprecia el saber. Y el saber es necesario, así no lo parezca. Pero me quiero quedar con una visión optimista: Al menos
la indignación que produjo su acto invita a la esperanza y sirve de consuelo.
Imagen tomada de www.protagonista.com
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