EMBAUCAMIENTOS Y AMENAZAS


La combinación de amenaza y embaucamiento es profundamente desagradable. Noches atrás, me contactaron dos amigos por Messenger, para preguntarme porque en mi facebook no había comentado nada sobre el asesinato de George Floyd. Dije la verdad: Que más allá de lo que sentía (y me guardé de dar mi opinión en ese momento) no lo veía necesario, en medio de las tantas voces que habían puesto los puntos en perspectiva, buena o mala. Uno de ellos me respondió: Recuerda que el silencio también es complicidad. Me molesto el comentario. Ahora resulta que tengo que mostrar mi dolor por todo lo que pasa en el mundo, como una especie de santo medieval que muestra las llagas para alcanzar el éxtasis. Le dije eso a otros amigos, y uno de ellos me comento: “Recuerda que hasta en Holanda y Australia han llegado las protestas”. Debe ser que me parezco a Mersault, respondí.

No creo necesario agregar mi voz a la condena del brutal actuar del policía Derek Chauvin y sus tres compañeros en el arresto de George Floyd. Es difícil encontrar una circunstancia atenuante en su comportamiento. Encuentro razonable que las personas, especialmente en Minneapolis, soliciten no solo una investigación no solo sobre el hecho, sino los antecedentes y procedimientos usados del caso. Hablando de ellos, y planteando el tema racial, dos de los policías pertenecían a minorías: Uno de ellos es de origen asiático, y otro de ellos era lo que en mi país llaman mulato. El comandante de la policía de Minneapolis es de raza negra. El procedimiento del oficial Chauvin (casado con una mujer de Laos) estaba ceñido a procedimientos usados por la policía de Minneapolis. El tema es largo y tiene muchas aristas para mirar. Hay un claro sesgo racial contra los negros, mezclado con la notable impunidad con la que actúa la policía en los Estados Unidos.

Sin embargo, las manifestaciones hechas en Colombia tenían un fuerte sabor de embaucamiento, es decir, el deseo de los participantes de verse y sentirse bien sin tener que preocuparse por comportarse bien.

 El silencio frente al abuso infantil es también complicidad ...
Pero las estadísticas,  a veces tan incomodas, así como señalan que en las cárceles hay una mayor proporción de negros y latinos en las cárceles americanas, también muestran que, de las personas asesinadas por la policía, el 23 % eran negros, más allá del 13 % de población negra. Pero también es cierto que los negros cometieron el 53 % de los homicidios y el 60 % de los robos, que la mayoría de sus victimas eran negras, y no debería sorprender que la policía dispare mas a negros que blancos. Que los lideres negros son conscientes de esa situación, lo expreso muy bien el reverendo Jesse Jackson: “Odio admitirlo, pero he alcanzado una etapa de mi vida en la que, si camino de noche por una calle oscura y veo que la persona que tengo detrás es blanca, subconscientemente me siento aliviado".  Son realidades, y la realidad no cambia. Los líderes del movimiento #blacklivematters lo saben: esto trasciende más allá del tema del racismo.
No hace falta decir que nada de esto resta valor al horror o la culpabilidad del asesinato de George Floyd como un evento o episodio, pero debería haber dado una pausa a los manifestantes antes de expresar su pseudo-virtud en público. No es que lo haga, porque nada lo haría.

Por eso, cuando me dicen que el silencio es complicidad, están buscando embaucarme. Me están diciendo que, si no participaste en su atropello, al callar en cierto sentido fuiste responsable de lo que sucedió. No es el único; el campeón de Fórmula 1, Lewis Hamilton, arremetió contra sus compañeros por guardar silencio sobre el asesinato de George Floyd, al decir que era “un deporte dominado por blancos que permanecen silenciosos ante la injusticia”; lo que sugiere que sus habilidades de conducción son mayores que sus habilidades de pensamiento. Como mi amigo, para ellos el silencio es ser cómplice. Bien si eso es así, le reclamo a Hamilton y a mi amigo, por su silencio en la crisis humanitaria de Venezuela, los hechos de Nicaragua, contra Boko Haram, la ocupación israelí de los territorios palestinos, la guerra en el Congo, la ocupación de Marruecos del Sahara Occidental, la ocupación del Tíbet por China, o el conflicto sirio. El silencio de ellos frente a alguno de estos episodios fue complicidad con horrores mucho mayores que la muerte de George Floyd. Parecen seguir la frase que atribuyen a Stalin: “Un muerto es una tragedia; un millón de muertos es una estadística”.
El silencio, y en esto no voy a ceder, no es aprobación, ni mucho menos complicidad. Es un derecho. Implicar que todos debemos expresar igual indignación por lo que la persona esta indignado, es llevar el concepto de la justicia a un nivel de megalomanía.
Imagen tomada de https://www.mendozapost.com

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