RECORDANDO A JAVIER AUQUÉ LARA

 

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Según su yerno, el sociólogo Adolfo González Henríquez, el barranquillero Javier Auqué Lara era “un catalán americano”. Nacido el 30 de abril de 1923 en Barranquilla, su madre fue Concepción Lara de Aguas y su padre el catalán Xavier Auqué Masdeu, quien fuera socio de Ramón Vinyes en la famosa Librería Ramón Viñas de Barranquilla. Auqué como su padre, uso indistintamente la X y la J en su nombre, como reafirmación vital de los elementos catalanes que lo formaban

Estudio licenciatura en Química en la Normal Superior de Bogotá, cuando el rector era el profesor José Francisco Socarrás, que lo introdujo al pensamiento socialista y al marxismo, y lo llevo a la investigación social que desarrollaría en el periodismo y en diversos libros, fue amigo de Alejandro Obregón, y cercano al “Sanedrín”, el círculo de catalanes alrededor de Vinyes en Barranquilla. Trabajo para la Revista Cromos, El Espectador, El Tiempo y Diario del Caribe

Periodista, investigador social, novelista, Auqué Lara fue un andariego y escribió sobre los mas variados temas: De la pintura de Alejandro Obregón, del que fue amigo personal (no olvidemos que Obregón era nacido en Barcelona, de madre catalana), de la emigración colombiana a Venezuela, donde Auqué vivió varios años, estudioso de la obra de Rómulo Gallegos. Pero quiero detenerme en algunos que fueron de su interés principal.





Javier Auqué Lara 

El primero, una incursión en la poesía con el volumen titulado A-fraia con portada de Alejandro Obregón. Colección de poemas negristas (que no negros) siguiendo la corriente poética desarrollada por el boricua Luis Palés Matos, aquella que hace al negro y su modelo de vida, con tintes reivindicativos, protagonistas de las historias:

Tú gritas por las calles

Tu tristeza;

Y no falta quien ría

de tu dolor;

Tu llevas por el orbe

Tu tragedia,

Desde Tumaco

Hasta el propio Nueva York ¡“

(Muchacho Negro)




Portada de Alejandro Obregón para A-Fraia, poemas negristas

En una entrevista, Auqué comentó las razones por la que escribía poesía:

“Yo soy blanco. O eso que en América llamamos "blanco” (….) “Vi la penuria de los negros muy cerca de mi vida. Negros sudorosos como castigadas bestias que empujaban con maderos hincados en sus pechos a pesadas embarcaciones, tal como — lo leí después — lo hacen en la India los coolies” (….) Así fui contemplando desfilar a mi lado el dolor negro. Tan cerca, que quemaría para siempre mi alma con el hierro enrojecido de sus angustiadas existencias. Entonces comprendí que sentía como negro.”

Pero si una obra expresó su indignación y furia frente a las injusticias, fue Los muertos tienen sed, que, publicada en 1970 por Monte Ávila Editores en 1970, aborda los hechos ocurridos durante la matanza de las bananeras el 6 de diciembre de 1928 en Ciénaga, Magdalena.




Portada de Los Muertos tienen sed


Más allá de la discusión histórica -y su descalificación o mitificación según el sesgo político- literariamente se acepta que son cuatro las novelas principales que han tratado la matanza: Cien años de Soledad, que contribuyó a su conocimiento, La casa grande de Álvaro Cepeda Samudio, Zig-Zag en las Bananeras de Efraín Tovar Mozo, y Los Muertos tienen sed.

En esta novela Auqué, que según su yerno Adolfo González, es resultado de una serie de investigaciones efectuadas en Ciénaga, donde estaba radicado (fue Profesor en Instituto San Juan del Córdoba, y allí se casó) en los años 40 y 50 del siglo pasado, y construida con testimonios de sobrevivientes, antiguos obreros, entrevistas a los familiares de las víctimas y los antiguos funcionarios de la United Fruit Company (Su suegro Giusseppe de Silvestri Mandelli había sido intendente de la “yunai”) junto con la documentación oficial y periodística,  le llevó para armar un relato telúrico cercano al panfleto, donde denunciaba la injusticia por lo ocurrido, el silencio y falta de castigo a los culpables. Usaba técnica empleada por John Steinbeck y Oscar Lewis. Es decir, conversaba, grababa las conversaciones que luego una secretaria pasaba en limpio.

Pese a la furia, y la simpatía hacia los huelguistas, Auqué Lara evita presentar una visión unidimensional de la historia, a través de su personaje principal, Santos Cabarcas. Que no es ningún Santo. Es un hombre vacilante, atrapado por las circunstancias, incómodo en su papel, y que carga una culpa por hacer sobrevivido a la masacre. Un hombre defectuoso, inseguro, pero no corrupto. De alguna manera, la intención de Auqué es mostrarnos en Santos, a todos aquellos que sobrevivieron y se acomodaron, sin entrar a juzgarlos.

Auqué, escribió su texto, pero en palabras de Adolfo, “dejo su necesaria reescritura para mañana, esa costumbre latinoamericana”. Así pasaron 20 años.  Cuando se publicó Cien años de Soledad, aprovechando la cresta de la ola, recuperó los manuscritos y publicó el libro. De entre las 4 señaladas, se puede afirmar que Cien años popularizo los hechos, que La casa grande es la mejor desde el punto de literario, que Zig-zag no deja de ser una novela rosa con el fondo de la matanza, y  que la novela de Auqué es la que tiene una mejor base real.

Después de la publicación Auqué se residenció en Caracas, algo decepcionado por la pobre respuesta de su novela, continuando con su producción literaria. Uno de sus trabajos mas interesantes de esa época fue Colombianos del C…, de 1974 sobre la emigración de los colombianos a lo que se conoció como la Venezuela Saudita, colección de testimonios de las vidas de los ilegales en ese país, y las dificultades de la integración:



Colombianos del c..... (1974)


“La única solución para el problema de los indocumentados colombianos es la que dió el Marqués de Logroño: ¡mandarlos a todos para el coño!" (pág. 6)

Dedicado al periodismo y a la radio en Venezuela, entre sus obras de ese tiempo destaca Conversaciones en Caracas de 1977, formada por una serie de entrevistas a diferentes personajes de la vida política y social de Venezuela. 

Auqué había contraído matrimonio con Josefina de Silvestri, con la que tuvo 4 hijos: Mary Mar, José Javier, Rodrigo y Gian Carlo. La muerte de su hijo José Javier en un accidente de tránsito, lo afectó de forma severa y pasó los últimos días de su vida en Santa Marta, donde murió en agosto 11 de 1997.




Javier Auqué, retrato de familia


Merece pues ser recordada la vida de un hombre que denuncio las injusticias y lucho en contra de ellas, más cuando en estos días se acerca el centenario de su nacimiento. Su familia esta preparando una próxima reedición de su volumen de poesía A-Fraia. 

Para la elaboración de este texto, me fue muy útil la información suministrada por su hija Mary Mar Auqué de Silvestri, y su nieta, Natalia González Auqué. A ellas mi gratitud.

Fotos tomadas de internet, del facebook de Turevistalabarca #12, y del archivo de la familia y el autor.

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