SI, HAY ALGUIEN AHÍ AFUERA

 

Cuando Luis Felipe Tenorio, me pidió que leyera su libro de cuentos, inmediatamente dije que sí. Luis Felipe, Teno para sus cercanos, además de ser un excelente columnista en  2palabras.co  nos deleita  en su Facebook  con unas entradas maravillosas y cargadas de humor. 

En la solapa del libro se nos dice que Tenorio se pasó 20 años con los jesuitas, primeros en el Berchmans de Cali, luego en la Javeriana en Bogotá, y por último en la Javeriana de Cali. Como se dice también, escribe desde siempre, (Jesuítico) pero no con la disciplina adecuada (No tan jesuítico) hasta que para no volverse loco (sus palabras) al comienzo de la pandemia del COVID decidió escribir un cuento diario (no para la mayor gloria de Dios) durante 1 mes, con lo que pasado el tiempo, decidió publicar la mitad (16) agrupados en el libro ¿Hay alguien ahí afuera? (Fallidos editores-2021, Bogotá)

En la contraportada del libro se dice que “Luis Felipe Tenorio consigue presentar una narrativa fascinante y envolvente, la cual atrapará su atención desde el primer cuento”, comentario que hay que recibir con pinzas. Fascinante, envolvente y atención pueden ser apropiados para describir el libro, pero el libro no es para cualquier lector. De hecho, el lector de este libro debe alejarse de ideas preconcebidas sobre la producción literaria colombiana de hoy, que llega hasta el testimonio y la auto ficción. Colombia es un tema muy secundario en estos cuentos. No, el lector de este libro debe amar el cine y las series de televisión,  y de preferencia tener una cultura general que mezcle temas muy diversos: neurología, computación, estadística, derecho, literatura y varias ramas más del conocimiento.

Como me señaló el autor, se propuso durante un mes, escribir un cuento diario, por lo que los relatos de vario tema, tienen una longitud similar: El más largo, La mano de la melancolía tiene 14 páginas y más corto, La muñeca que compraba música en la plaza, sólo 7, siendo la mayoría de 10-11 páginas.

El momento en que se escriben los cuentos es fundamental para entender estos relatos: El Covid representa una interrupción en nuestros hábitos de vida, y en ese momento una mezcla de sensaciones muy variadas surgieron: Incertidumbre, paranoia, miedo, impotencia; todo ello condimentado con teorías conspirativas desde el origen del virus en un laboratorio, una especie de experimento social destinado a controlar a la humanidad, discusiones acerca del derecho de los estados a intervenir en las vidas de los ciudadanos, y la reacción individualista más común: “Sálvese quien pueda”

Todas esas sensaciones se revelan en estos relatos, en donde detrás de un mundo en apariencia normal, hay una fuerza oscura que altera la vida de las sociedades, o de algunos individuos. Esa misteriosa puede ser un brebaje (¡¡clásico!!), un programa de computador que decide ser independiente, un BOT, un vaso mágico, un inesperado – e intrigante- reclutador, una organización secreta (otro clásico), un experimento social que no conocemos, un anuncio enigmático, o un experimento que se salió de control. En todos los relatos hay algo ominoso, que altera la vida de los protagonistas, y le permite descubrir “los poderes ocultos que dominan al mundo”.



Como en todo libro de cuentos, los hay muy buenos, los hay buenos y los no tanto. En general el autor quiere cuadrar el círculo: Hacer un relato fantástico en un mundo en apariencia lógico.  Como toda cuadratura, no lo logra del todo: Abusa de la explicación científica, en los detalles descriptivos de los diferentes lugares, que, en algún cuento, llega a estropearlo (Por ejemplo, en el relato Todos los hombres son iguales) pero en la mayoría la historia y los inesperados giros de marioneta a lo Roald Dahl permiten cosas notables: A una cuadra del viejo manicomio, es un homenaje a Borges y a la literatura fantástica, sencillamente espléndido. También La legión de los nueve e Historias de Whatsapp son excelentes relatos  bien construidos y brillantemente resueltos. Un tanto alejado de la idea central, el cuento Los siete magníficos, por sus características autobiográficas, resulta entrañable y excepcional en su concepción.

Cuando escribía estas líneas, tenía el libro a mi lado, y veía la contraportada y el logo de Fallidos editores. Me parecía claro, que el libro pudo ser mejor si no es por los detalles de edición: “los detalles, los divinos detalles” como decía Nabokov. Desde una Z que falta en la contraportada, las equivocaciones en el índice, pasando por errores fácticos en los textos como que hay “montañas en Bielorrusia” (No las hay, es una meseta, lo que hay es bosques a tutiplén) o la excesiva concesión a las explicaciones. No era necesario, menos es más. Al autor junto con los editores, quizás les hizo falta recordar la teoría del McGuffin de Hitchcock, y aplicarla. Para resolver un crimen, se necesita una pista, un pañuelo del asesino, pero no es necesario decir que este hecho de una mezcla de algodón y poliéster al 70- 30, o fabricado en Bangladesh en condiciones inhumanas; basta decir que es marca YSL y lo usa solo tal personaje…. Cuando Luis Felipe es menos, los cuentos mejoran.

No quiero terminar sin señalar que este trabajo resulta un esfuerzo muy original en la literatura colombiana: Una incursión decorosa en la literatura fantástica, con una multitud de ecos: Aquí caben películas como Días extraños, Blade Runner, Alien, Una mente brillante, las cintas de Federico Fellini, las obras de Borges, los cuentos de Stephen King, las teorías conspirativas, la deepweb, la historia de la tecnología entre otras. Una muestra de la profunda cultura del autor.  Dicho todo esto, los invito a leer este bello libro.  A la espera que hayan más. 

Foto del archivo personal del autor.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         

Comentarios

Luis Felipe Tenorio ha dicho que…
Sam, te lo iba a decir por WhatsApp, pero no es la etiqueta. Una entrada de blog se comenta en el mlsmo blog, porque entre otras cosas es la sangre de este medio. De lo contrario, entrada tras entrada el bloguero se estaría preguntando “¿Hay alguien ahí afuera ?” 😉
Y lo hago para agradecerte. Primero, el gesto de sacar tiempo para leee a un desconocido (aunque a fuerza de compartir tanto en Facebook ya somos el equivalente cyber de los amigos epistolares del siglo XVIII). Segundo, por un muy bello comentario que lo valoro en cada uno de los puntos a mejorar.
Y sí. Con los cuentos, a diferencia de los hijos (y eso que entiendo que a veces pasa también con los hijos…) se puede tener desembozadamente favoritos. Algunos de los míos no pasaron este corte. Es más, comparto cada una de tus opiniones y más sobre (por ejemplo) “Todos los hombres son iguales”. Es demasiado bravo que vaya de segundo. Es más, en una edición de “Alis mejores” no creo que pasara el corte. Pero tenia un prurito con eso, por lo que tan bien señalas en el contexto: quería que fueran todos y en el orden en que fueron hechos. Reorganizarlos me parecía tramposo. Cada mañana de ese encierro tenía que sentarme a las 8 am a ver qué idea tenia para ese día. No me pareció correcto ni hacer una selección ni cambiar el orden: seguramente el lector no puede ver la montaña rusa que fueron esos días, pero el solo orden me lleva de vuelta s esos días y a recordar precisamente la sucesión en que fueron hechos.
Seguramente en un esfuerzo posterior (si llegara a darse el caso, por ejemplo de publicar la mitad que falta) ya no sería tan Ferrero y sectario con el tema. Pero en marzo de 2022, a pocos meses de pasado todo (y de hecho varios rezagos quedaban en pie) solo acepté ayuda para editar los textos pero de ninguna manera para seleccionarlos o reorganizarlos. Hasta por contrato lo puse con Fallidos…
Me queda el consuelo de pensar en lo que decía Eco de los dos primeros capítulos de “El nombre de la Rosa”: son duros porque el lector debe sentirse un novicio en la abadía y el noviciado era duro. Por supuesto, fue una decisión deliberada, había una abadía y había novicios. No es mi caso, ni mucho menos ser Eco, pero pues se echa mano de lo que haya.
Me hace feliz una opinión cierta de una persona que lleva un esfuerzo tan hermoso como este blog. Que nunca decaiga porque, para todos los que tenemos la suerte de merecernos una entrada, eres, llamando de nuevo a Eco, el “lector in fabula” que quiere cualquier autor.
Abrazo inmenso!

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