LA MUERTE DE FUMAR

En días pasados, llego a la compañía donde trabajo una solicitud para participar un proyecto para la construcción de una planta de procesamiento de marihuana. Mas allá de los chistes, fuimos a conocer el proyecto, y era cierto. Industriales se habían asociado con un grupo de inversionistas argentinos para producir Cannabis Sativa, base de diferentes productos. El argentino que nos atendió hablo con entusiasmo del proyecto. “Este negocio tiene un gran futuro” nos dijo, exultante.

- ¿Cuál sería el mercado objeto? -pregunte, curioso.

-Productos medicinales y cigarrillos de marihuana, en vez de cigarrillo común – respondió.

Me acorde de esta conversación, al leer una noticia donde se indica que la Philip Morris, dueña de marcas como Marlboro, Chesterfield, L&M o Lark ha iniciado un plan elaborado en el 2.018, donde espera sustituir en los próximos años el cigarrillo tradicional por cigarrillos electrónicos o el acceso al mercado de la marihuana. Es el lento final de una industria que marco buena parte del siglo XX: La compraventa de tabaco. Es la continuación, quizás un final cercano para un proceso que comenzó hacia 1950.

Desde principios de los años 50 del siglo pasado, había quedado claro que fumar causaba cáncer de pulmón (una sentencia de muerte en esos años, y aun hoy: la tasa de supervivencia después de 5 años es del 10 %). En ese momento, el 75 % de los hombres en occidente fumaba y abundaban los anuncios publicitarios donde el gesto de “encender un pitillo” era símbolo de estatus en el hombre, y un signo de sofisticación, rebeldía y liberación en la mujer. Un verso de Kipling se usaba como propaganda: “Una mujer es solo una mujer, pero un buen cigarro es humo”. Aparecían anuncios publicitarios en donde se decía que una marca -Camel- era lo que preferían los médicos, dando a indicar que, si los médicos lo fumaban, era más saludable que productos como el Marlboro, propio de vaqueros o gentes con trabajos duros.


Las evidencias se hicieron incontrovertibles. El gran golpe contra la industria tabacalera se dio el 11 de enero de 1964, cuando se publicó: “Fumar y salud: El informe del Comité asesor para el cirujano general de los Estados Unidos” por parte del Luther Terry, cirujano general de los Estados Unidos. No fue la primera investigación sobre el tema que asociaba el fumar con el cáncer de pulmón. De hecho, fueron los médicos de la Alemania nazi, quienes, alentados por Hitler, un declarado enemigo del tabaco, quienes comenzaron a asociar el cáncer de pulmón con el acto de fumar. Las investigaciones, sin embargo, fueron desechadas, por el efecto político perjudicial. Con todo, el informe Terry fue el que tuvo un efecto mas duradero sobre la percepción social sobre el cigarrillo, y la industria.

La población fumadora comenzó a caer, primero entre los médicos, que entendieron pronto la situación y luego fueron seguidos por la población, según la clase social. Hoy en día, es más común entre los pobres que las clases mas adineradas. Han reducido a cerca del 15 % de la población que fuma en el mundo. Se dice que aproximadamente 1000 millones de personas fuman, de los que 4 de cada 5 son hombres. Las campañas antitabaquismo, junto con los impuestos elevados, han sido claves en el descenso de los porcentajes. Surgen pues dos preguntas: ¿Por qué es mayor la incidencia entre los pobres que los ricos? Y la segunda pregunta ¿Sí se sabe que fumar es malo, porque aún se sigue fumando?

Creo que la respuesta dependerá de como veamos al mundo: entre aquellos que responsabilizan a las personas por sus acciones y quienes consideran que son presas de las fuerzas sociales. Lo primero sugerirá que los pobres en general fuman porque son menos inteligentes, tienen menos autocontrol, y no se privan de placeres inmediatos a cambio de un fin lejano, la duración de la vida. También podríamos concluir que, según la explicación, las mujeres fuman menos que los hombres porque son más inteligentes que ellos. Lo otro dirá que es porque los pobres y los hombres están sujetos a presiones intolerables y tienen muchas menos fuentes de placer que las mujeres y los ricos. Que cada uno escoja su respuesta.

Sea cual sea la respuesta, los fumadores han disminuido en todas las clases en los últimos 50 años. Resultado de la información, las leyes y un cambio en las actitudes sociales. Los fumadores son hoy poco menos que apestados sociales, muy limitados a ciertos círculos específicos. Estoy seguro de que, si una persona de los años 50 del siglo pasado viniera a nuestros días, lo que notaría sería la ausencia de humo. La muerte de fumar, como la conocemos.

Imagen tomada www.taringa.net 

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