FUTUROLOGÍA POS COVID: EL TURISMO DE MASAS


Nadie puede estar seguro de lo que traerá el futuro, y no se debe subestimar el poder y el efecto de la amnesia en los asuntos humanos: lo que nos obsesiona ahora puede ser olvidado mañana, y aunque se aprendan lecciones de la experiencia, esos aprendizajes son a menudo incorrectos. Pero al parecer, algo bueno ha traído en principio todo esto: una reflexión sobre como nuestra forma de vida socava el medio ambiente (¿quién habla hoy de cambio climático? ¿Se hablará de eso después? Imagino que eso será resultado de las lecciones aprendidas) o lo que realmente es importante en nuestras vidas en el sentido de experiencia. También, posiblemente- aunque se menciona poco- el fin del turismo como lo conocemos hoy. Me gustaría, lo confieso que fuera así.

No entiendo el turismo de hoy: Ese culto a visitar lugares hoy, para tomarse la foto, “vivir experiencias inolvidables” en lugares lejanos e indómitos, o recorrer en 10 minutos los museos y detenerse en multitud para ver el cuadro famoso no es lo mío. Al final, las multitudes me desagradan. Si Milton dijo que la mente hace del infierno un cielo y del cielo un infierno, una multitud puede volver un paraíso en un infierno.  

No entiendo el turismo de masas en particular, el cultural. Lo veo como una tormenta de langostas recorriendo sitios históricos.  No creo que la gente que no piensa en arte 350 días al año,  le entre una especie de arrebato místico artístico para de pronto sumergirse en una procesión de 15 días y recorrer forzadamente, digamos París: Visitar la Torre Eiffel, navegar el Sena, fotografiar  Notre Dame, y  recorrer el Louvre, dejando el testimonio de su viaje en cientos de fotografías en redes sociales. Entre ellas, la infaltable foto con el cuadro de Leonardo La Gioconda.  Parece una tarea que debemos chulear al final del año o una vez en la vida. Es algo que encuentro absurdo. Siempre me he preguntado si se descubriera que La Mona Lisa, un cuadro celebrado como el mas famoso y bello del mundo, no fuera de Leonardo. Seguiría siendo igual de bello, pero su valor caería a la décima parte, y en el camino, dejaría de ser un lugar para ver.


El retablo de Isenheim

Ver. Esa palabra es clave. Una amiga me dijo hace muchos años, que yo de turista no servía, porque mientras la mayoría va a sitios que considera bellos o importantes, a mi me gustaba ir a sitios que me contaran historias. Me pareció un juicio muy acertado sobre mí. No entiendo la gente que viaja a Madrid y lo primero que hace es ir al estadio Santiago Bernabeu, habiendo tantas cosas mas interesantes que ver que un estadio, en mi opinión. Pero los entiendo. Yo haría algo parecido con el Yankee Stadium, y asistiria a un partido de ellos; pero lo haría después de visitar cosas que me interesen. Quizás me interesaría ir a las instalaciones de una mina de carbón en el norte de Inglaterra, que digamos, el Big Ben en Londres.  Al fin y al cabo, en esa mina está unas de las primeras estructuras que se hizo de acero, hace casi 250 años y aún sigue en pie. Unos amigos fueron a fin de año de paseo a Francia, y pasaron por Colmar. Yo les escribí que fueran al museo donde está el Retablo de Isenheim de Grunewald, una de las obras de arte mas grandiosas del renacimiento alemán. Me dieron las gracias por la recomendación, pero no se si fueron; al final solo vi una serie de fotos de un pueblo muy bello y tranquilo; creo que no me hicieron caso, el museo estaba cerrado o no les alcanzo el tiempo. Ver un sitio que todo el mundo visita, puede ser decepcionante para mi: Cuando estuve en Machu Picchu me decepcionó que estuviera a la altura de Bogotá. Esperaba sinceramente, un lugar majestuoso lleno de bruma a casi 4000 mts. sobre el nivel del mar, inaccesible. Mayor impresión me produjo en su momento, Quito desde el Pichincha, y entender porque fue importante la batalla de su nombre . Pero es mi personalidad, la belleza per se me deja indiferente.

Abundan las notas y comentarios sobre cómo la cuarentena ha significado un cambio de valores en nuestras vidas, de cómo cosas que creíamos esenciales para nuestras vidas no eran importantes. Que habrá un cambio en nuestras costumbres, y que tendremos una nueva relación con la naturaleza. Me permito dudarlo. Nada, es para siempre, y la mayoría de las cosas, incluidas las ideas, desaparecen, salvo las malas. El turismo de masas volverá, por desgracia.




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