IDENTIDAD COMO IDEOLOGÍA


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No creo ser experto en algo; tal vez en generalidades y unos pocos temas en los que tengo alguna idea. Creo que tengo una visión limitada del futuro. Al optimismo que significo la caída de la URSS y los totalitarismos marxistas, y el triunfo del capitalismo como sinónimo de democracia, siguió la decepción y los tiempos de hoy. No sé cómo definirlos; pero me parece que si hay algo más vivo que nunca es la tentación del totalitarismo.
Son tiempos de “buenismo”; todo lo que en teoría es “malo”, es atacado. El lío es que todos nosotros tenemos una idea de lo que es bueno, que no es igual a la de otra persona, y de hecho es fuente constantes peloteras. Para la muestra, las redes sociales, en particular twitter. Como personas que dicen compartir opiniones políticas afines terminan discutiendo por minucias que en opinión de los discutidores revela las verdaderas intenciones del otro.
Pero al final, discusión o no, todos pretendemos mostrar que luchamos por el bien contra el mal, por el oprimido contra el opresor, e incluso, el pobre contra el rico. Discutible o no, al final las personas se dedican a una causa que ellos consideran digna de lucha. Hay gente que rescata personas de las calles, hay quien cuida animales abandonados, quien defiende la tauromaquia como un arte digno de ser preservado, e incluso quien defiende el hábitat del mono Títi.  Al final, hay personas que dedican su tiempo a causas que parecen poco importantes para otros, pero que imparten a sus vidas un propósito. Estas personas son activas, pero no activistas. Al final no quieren cambiar a las personas, solo defender una causa
Desgraciadamente en la política, en particular ciertos sectores de la izquierda, hay un tono evangélico en sus declaraciones, una selección de la paja en el trigo, los salvados de los condenados, las ovejas de las cabras. No solo quieren cambios formales, sino una reforma del corazón humano, y tienen intenciones de lograrlo. Tampoco son tolerantes, porque tolerar trae disgusto o desaprobación. Si es “malo” debe ser prohibido; ya no es suficiente que las personas vivan y dejen vivir. Deben manifestar su aprobación, con las consecuencias totalitarias de este hecho.
Por eso, el ansia de reforma nunca se satisface, porque nunca llega demasiado lejos. Una vez que se ha logrado un objetivo, surge otro inmediatamente. Es por ello por lo que la sátira es ahora peligrosa: lo moralmente absurdo, se vuelve incuestionable mañana. ¿Quién hubiera pensado que las personas podrían definirse e indicar su sexo, por encima de la biología, y que el incumplimiento de ello es un atentado a sus derechos?
Los tiempos han cambiado, y todo se ha vuelto líquido. La caída de la URSS significo la desaparición de una alternativa a la utopía. Los críticos del capitalismo triunfante se fragmentaron e hicieron de su identidad -sea sexual, religiosa, racial, nacional e incluso social – una ideología. Era perfecto; había injusticias pasadas que justificaban esa lucha. No importaban los avances, ahí estaban los hechos y los ofendidos, eran una nueva ideología. En todo, el resentimiento, la ira, para llenar un vacío existencial. La ira como coartada al totalitarismo.

Imagen tomada de internet gracias al dios google.

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