VOLVIENDO AL CANON DE HAROLD BLOOM


Hace 25 años, Harold Bloom el critico recientemente fallecido, le dieron palo por la publicación de su libro El Canon Occidental, la escuela y los libros de todas las épocas (1994). Un título provocador, que ocultaba un pensamiento vigoroso: el acercarse a las obras por razones puramente estéticas o artísticas.  Un verdadero arte de la memoria, que remarca un concepto muy del corazón del crítico: La literatura imaginativa, entendida esta como aquella que nos habla de manera hermosa desde tiempos pasados, y nos llega al corazón del espíritu humano. Una biblioteca dispar de la memoria, una idea tan querida a Jorge Luis Borges, que sigue conversando desde hace siglos con la humanidad.

Le dieron garrote por muchas razones, tan cercanas a las ideas de lo que el llamo ”la escuela del resentimiento” aquellos estudios científicos que usan elementos ajenos a la literatura para el análisis de la historia literaria. En ese grupo entraban marxistas, minorías, estudios poscoloniales, feminismo, psicología, los cuales en su opinión deformaban los valores estrictamente literarios de los estudios.

Las críticas se podían resumir en 3 razones: Pocas mujeres, obra mayoritariamente de varones blancos europeos, y excesiva influencia de la literatura inglesa.

El Canon consta de 26 nombres, De los cuales 22 son hombres y 4 mujeres. La selección de mujeres es exquisita: Nadie discute que Virginia Woolf, Jane Austen o Emily Dickinson son figuras claves en la novela y la poesía, y su influencia es innegable. El cuarto nombre, George Eliot, suele ser menos citado, pero a Bloom no le falta razón en la calidad literaria: Middlemarch es posiblemente, la mas grande novela inglesa del Siglo XIX, por encima de los trabajos de otro citado en la lista: Charles Dickens.
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Harold Bloom.

Tres nombres de autores en español, Cervantes, el inventor de la novela moderna, y el único capaz de rivalizar con Shakespeare en la universalidad de su obra. Borges, porque al final es una reivindicación de la literatura como ejercicio de imaginación, y Neruda, quizá el gran mal poeta que todos los días influye en nosotros. Años después confeso que no conocía a Cesar Vallejo, que lo ve muy superior a Neruda.

Abundan, ingleses, americanos e irlandeses. Shakespeare, para Bloom el resumen de lo humano; John Milton el mas grande poeta épico, Johnson, el critico original por excelencia, el intimista Wordsworth. Quien discute que la influencia de Whitman en poesía es enorme, al igual que Joyce en la novela o Beckett en el teatro. Quedan nombres muy populares en literatura inglesa, cuya influencia no se ve tan fácil: Chaucer con sus cuentos o Dickens con sus novelas.

El italiano tiene una sola presencia, pero es suficiente: Dante. En francés, algunos nombres me parecen discutibles. Montaigne o Proust tienen sus merecimientos para figurar, pero colocar a Moliere por encima de Rousseau, Flaubert o Pascal no parece sostenerse.

El alemán tiene nombres casi por defecto: Goethe, Freud o Kafka. Amo a Thomas Mann, y no me molestaría que estuviera. Sin embargo, la presencia alemana es indiscutible.

Con el ruso, solo señala a Tolstoi. Obvio, sus novelas son obras maestras, catedrales góticas morosas y cuidadas. Pero es extraño que omita a Dostoievski o Chejov, de los cuales habla extensamente en su otro trabajo Como leer y por qué.

Un amigo me dijo que la gran contribución de Portugal a la cultura universal era Brasil. “Como nación dos canciones: Abril en Portugal y Lisboa antigua. Un poeta, ese sí, universal: Pessoa.” Bloom, en mucho, esta de acuerdo con esa opinión. Las paginas que dedica a Pessoa muestra la alta estima que tenía por este autor. Considera que en él están Whitman, Hart Crane y Jorge Luis Borges.

El ultimo de la lista es un noruego, dramaturgo, autor de obras tan complejas e influyentes en el teatro moderno: Casa de muñecas, Hedda Gabler o Un enemigo del pueblo. Defensor de los derechos de la mujer, y estudioso de la complejidad del alma humana, Henrik Ibsen tiene su lugar asegurado.

Ventiseis nombres, una cifra arbitraria. Mayoría de hombres, europeos, varones blancos de mediana edad. A Bloom tocaba preguntarle si estaría, 25 años después,  dispuesto a actualizar el canon. Al final, nada falta, nada sobra.  Mas bien, toca preguntar por qué tan pocos. La respuesta, por cierto, esta en el libro.

Imagen tomada de internet, gracias al dios Google.


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