PRESUMIDOS DE HOY


Fui educado en la idea que la modestia es una virtud. Es decir, el contenerme frente a la exhibición de mis logros, y practicar la humildad, no ser vanidoso o presumido. Quizá por eso creo tanto en ese escolio de Nicolás Gómez Dávila que dice algo así como “El lujo es vulgar cuando es ostentación de dinero”.  Pero estos son tiempos presumidos: Ahí están el Instagram, el twitter o las redes tipo Facebook para demostrarlo. No solo nuestros éxitos y logros. También mostrar las bellas personas que somos. Presumidos sí, pero también disfrazados.

En alguna parte leí que Maria Antonieta, jugaba en Versalles a ser pastora o lechera durante el día, y por la noche era Reina de Francia. Bueno, al menos mientras tuviera la cabeza sobre sus hombros; quizá sus súbditos vieron en ella un dejo burlón que tuvo trágicas consecuencias para su familia. Supongo que tenía excusa: Si hoy me parece aburrido ser rey, hace 250 años debía ser una pesadilla. No me gusta la gente que se viste fingiendo lo que no es; quizá por ello, me chocan tanto las camisas de Mark Zuckerberg, con esa pinta de vago universitario que a duras penas pasa el semestre. El no tiene la excusa de Maria Antonieta. No sé si pretende ser original o gracioso, pero sé ve ridículo. “Pero si tienes dinero el ridículo importa poco” cantó Willie Colón, y creo que Mark conoce la canción, o al menos la idea subyacente.



Confieso que un dejo de irritación me surge cuando veo en redes campañas del tipo “Yo soy…”, “Yo apoyo…”, etc., seguidos de una imagen coloreada donde el personaje en cuestión muestra su apoyo a la causa que dicen defender con una imagen. Ese “buenismo”, ese presumir su bondad, los lleva a sostener ideas delirantes, o totalmente alejadas de su realidad que al final se revelan contraproducentes, más si son políticos profesionales. De estos políticos presumidos es de lo que quiero hablar.

No es que estos políticos sean insinceros, es que no pueden esperar para ponerse disfraces para demostrar la bondad social y multicultural de sus ideas, y la justicia de ello.  Pienso en personajes como Justin Trudeau, Juan Manuel Santos o la nueva estrella del socialismo americano Alexandria Ocasio-Cortez. Son tan correctos en su idea de justicia social, que parecen que dejaran un rastro de limo detrás de ellos.


Si abro un periódico, doy vuelta a la página, o me conecto a internet, ahí están ellos apareciendo en mensajes, trinos y memes. Si se dice que las malas noticias son realmente las noticias, estos personajes son la excepción; hay que admitir que objetivamente no son los peores líderes del mundo, que incluso hacen las cosas bien y hasta muy bien, pero son los mas presumidos, y algo hay en su presunción que me resulta ofensivo, mas incluso que su mediocridad o maldad si la tienen. Al final, son virtuosos de nacimiento, a diferencia de todos los demás.

Nunca me han gustado los presumidos virtuosos; han existido siempre: Por ahí anda Noam Chomsky, pontificando sobre lo divino y lo humano, siempre desde la virtud, y lo que es peor, presumiendo de ello. Es tan correcto, tan adecuado en sus opiniones políticas, que al final sientes que hay algo falso en todo lo que dice. La falsedad no es un pecado mortal, pero se asocia con el orgullo, que en ellos degenera en presunción y “virtud”.  Llamarlos mentirosos no sería exacto; están convencidos que son honestos, y que su posición es la adecuada, pese a las evidencias, y la falta de soporte en los hechos.


Los presumidos TSO (Trudeau, Santos, Ocasio) son cada vez mas numerosos. Los votantes no eligen por realidades, sino por promesas cada vez mas correctas, de hacer el bien, de ser moralmente correctos, como una especie de pensamiento mágico que desconoce la ley, pero sobre todo la realidad. El asunto, al final es que presumir  o disfrazarnos no es una buena manera de mostrarnos ante el mundo. Puede que pase si al final eres tu solo; pero no es buena idea si pretendes influir o dirigir un gran grupo de personas. Ni para ti, ni para los que mandan. 

Imagenes tomadas del internet gracias al dios Google.

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