LECTURAS VAGAS No 19: LA CUADRA DE GILMER MESA



Leer una novela como la cuadra de Gilmer Mesa, es tener la sensación de que los personajes están atrapados no solo en un destino que parece inevitable, sino en un modo físico: En los cuartos donde habita el mal, en la esquina donde se sientan a esperar, en el bar donde se planean los crímenes, en las calles (cuadra) donde se asesinan. No parece existir un lugar diferente que esas calles empinadas donde transcurre la vida y la violencia de este asfixiante relato.

Escrita a la manera de historias independientes, que describen un grupo de personajes que el autor recuerda a partir de una vieja foto, y el destino que cada uno de ellos tuvo.

Recuerda al rompe títulos sobre la violencia en Medellín como El pelaito que no duro nada de Víctor Gaviria, Rosario Tijeras de Jorge Franco, No nacimos pa semilla de Alonso Salazar, Para matar a un amigo de Simón Ospina y Juan José Gaviria, Cartas Cruzadas de Darío Jaramillo Agudelo, o La Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo. Pero ahí acaban las coincidencias.  En La cuadra todo esta contado de manera visceral, con párrafos largos con poca puntuación, desde adentro, y con una preocupación del autor: La naturaleza del mal en los seres humanos, en particular, en jóvenes adolescentes que se hacen hombres. Una compleja inquietud  metafísica que queda sin respuesta. De hecho, al ser un relato escrito desde dentro, hace lucir banales algunos de los textos nombrados.

No es un relato fácil. Desde la distancia de lector, es difícil sentir simpatía por esos personajes que parecen atrapados por un sino del cual no pueden eludir. Pero a la vez, es imposible no sentir una sensación de horror por los hechos allí narrados, que te golpea de tal forma que no te deja indiferente. Un relato que da la sensación de que los muchachos en esa época no tenían un escape a una vida en el crimen, pero que también los aspectos humanos de esos jóvenes que halaban el gatillo y a la vez morían por las balas. Criminales, pero también seres nobles atrapados en un destino sin alternativas.

Como se dijo, el relato nace de una vieja foto del combo de la cuadra un 31 de octubre, disfrazados y felices, para pasar a una descripción de lo sucedido con algunos de ellos. Los capítulos son elegías sobre un grupo de personajes que son propiciadores o victimas de la violencia: Esta Kokoriko, un sicario para el que la maldad parece inherente a él, Claudia una mujer violada que prepara metódicamente una venganza donde participara su hijo, Mambo al que un asesinato le torció la vida, los hermanos Risco patrones de la cuadra, que van apareciendo en el relato, el doloroso recuerdo del funeral de Alquivar, entre otros. La tristeza por la muerte de su hermano como señala el autor, le salvo la vida. Es pues un testimonio, un exorcismo y un homenaje a aquellos que ya no están.


No es un texto con fines morales o edificantes, aunque  en relato aparecen cada tanto las inquietudes morales o las reflexiones filosóficas del autor (Mesa, según la contracaratula , es filosofo) sobre la violencia y el mal, ni tampoco un roman a clef en regla, pero si se quisiera hacer arqueología literaria es probable que algunos de los personajes sean fáciles de identificar: Así, los hermanos Risco pueden ser identificados como los lideres de sicarios del cartel de Medellín responsables de algunos de los mas horrendos crímenes de finales de los años 80 y 90. Pero eso no es necesario. En el relato, mas allá de la anécdota del nombre, esta el deseo del autor de contar la historia de una generación que simplemente, sin alternativas reales de vida, encontró en el crimen una salida a sus expectativas y sueños, del cual el autor fue parte y compañero de viaje.



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