LECTURAS VAGAS No 22: DESDE MI MURO, DE ANTONIO JAVIER GUZMÁN O NO OLVIDAR LO QUE SOY
“Ahora todo el mundo quiere
ser escritor, como quien hace sombreros”. Una crítica que leí a propósito
de alguna novela de la escritora franco-belga Amelie Nothomb. Al parecer,
escribir se ha vuelto algo cercano a una profesión: Se dictan cursos, se
ofrecen talleres de estilo, los escritores se reúnen en cofradías similares a
las sociedades de médicos, ingenieros o arquitectos; imagino que en ellas se
discuten temas relacionados con la profesión. Por supuesto, todo el mundo
escribe, y muchos se llenan la boca diciendo que son escritores, y pontifican
en periódicos, revistas y redes sociales. Otros escriben, con objetivos más
modestos: el periodista español Ricardo Bada tiene un blog en la revista
virtual Frontera d, titulado urbi et interneti, porque en sus palabras, quiere
dejar a sus hijos, nietos y amigos un recuerdo de quien era. Que Ricardo sea una
persona interesante para sus amigos es valioso, y algo nos enseña, y nos habla
a quienes lo leemos. Al final, todo el que escribe siente que tienen algo que
decir, y un cierto sentido de trascendencia le domina: Quizá eso de “Sembrar
un árbol, tener un hijo, escribir un libro” aún tiene validez. Yo le pregunté a Antonio Javier Guzmán en la presentación
de su libro Desde mi muro (2019) la razón para escribir. Sus palabras fueron
que escribía para no olvidar quien era.
Todo libro es valioso, en la
medida que el autor deje en él algo de su espíritu y un mensaje a
generaciones futuras. Otra cosa es que este bien escrito, o que tenga algo de calidad
literaria. En el caso que nos ocupa podemos encontrar las cuatro razones
expuestas.
Antonio Javier no es escritor de profesión,
en el sentido de estar vinculado al sector cultural donde nos imaginamos debe
trabajar un hombre de letras: periodismo, edición, docencia o gestión cultural.
Es ingeniero, y trabaja en alguna cosa técnica un poco árida. Pero desde hace
mucho tiempo escribe. Tuvo un blog en El Heraldo, donde conocí su trabajo. En
ese momento, era la evocación de un costeño por su tierra; prosas ligeras,
cargadas de nostalgia, recuerdos y humor, evocando la familia y la ciudad ausente,
en este caso, Barranquilla. Uno de sus textos, del cual hoy reniega, tuvo mucho
éxito y popularizó la expresión “espantajopo”: esa actitud de cierto
sector de la sociedad barranquillera en fingir lo que no se es, el vivir por
encima de los medios, el estar siempre “en la jugada”. Cuando leí El manual
para ser un perfecto espantajopo, me pareció excesivo, e injusto con los
barranquilleros. Hace algún tiempo, hablando con una amiga hoy residente en
Francia, salió el tema de su antiguo jefe, un barranquillero residente en
Venezuela, acusado de ser testaferro del gobierno de Maduro, y ella recordó su obsesión
por los carros lujos, el Junior, los relojes caros, la ropa fina, y el deporte,
en su caso, el tenis, pese a que no tenía ingresos conocidos y era lo que
decimos, “un hijo de papá”. Pese
a mi rechazo tuve que admitir que Antonio había dado en el clavo y retratado a
cierto sector de nuestra sociedad con acierto.
Antonio en algún momento paso del
blog a escribir en su muro de facebook,
estas historias. Historias cargadas de
color local, humor, risa, y con una prosa que se fue puliendo con el tiempo.
Los temas podían ser muy variados: el deporte, la salud, las mujeres, los
agobios económicos, la familia, las relaciones de pareja, los amigos, los
recuerdos del bachillerato, historias de infancia, y las aventuras de su hijo Lucas. Esos temas los
agrupó en el libro que publicó en días pasados.
Hay que decirlo: Como cualquier selección,
es arbitraria y desigual. Algunas historias han quedado convertidas en anécdotas,
otras que no parecían significar mayor cosa, se han añejado, y como el vino,
mejorado. Pero eso no quita lo mas importante: Es un libro digno de ser leído con
atención. Toño nos habla desde sus tiempos y su visión: Una visión que como
señalo Patricia Iriarte en el prólogo, tiene ciertos tintes machistas que debe
cuidar, porque Antonio se ha convertido en un “influencer”, lo que eso
sea. Mas allá de esa anécdota, Toño nos habla, nos cuenta historias, nos hace reír,
pero, sobre todo, retrata nuestra sociedad, con sus grandezas y sus miserias;
el valor de los lazos de familia, la amistad sincera, los placeres de la
paternidad, el trabajo como experiencia satisfactoria. También, claro, la
desigualdad, el clasismo, el machismo, el prejuicio y la injusticia que nos corroe.
Unas ultimas palabras: No esperen
encontrar un texto imbuido de la gran ambición de mostrar el mundo y sus tiempos,
que parece dominar a tanto escritor de hoy. Antonio es cronista de su pequeño
mundo y sus alrededores. Una mirada desde un barril, al cielo infinito. Una mirada desde una aldea, si se quiere. Y en una aldea, surgen las historias más universales.
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