MI ADMIRACIÓN POR ÁLVARO URIBE
Un vídeo que me mandaron compara
a Álvaro Uribe con Juan Salvador Gaviota. Ya nadie recuerda mucho la novela de
Richard Bach sobre la gaviota Juan, que en busca de la libertad y la perfección, en el camino debe soportar el rechazo, la incomprensión y el exilio. Me pareció
excesiva la comparación. Pero pensando un poco, tiene su razón de ser. Álvaro Uribe es un incomprendido, pese a su deseo de hacer su Colombia un lugar mejor.
De hecho, estas líneas son para confesar mi asombro y admiración por este
personaje.
Se pueden decir muchas cosas de
Uribe, pero lo mas obvio es que es un personaje que no deja a nadie indiferente.
Carolina Sanin lo compara con un personaje de tragedia Shakesperiana, mezcla de
Otelo, el Rey Lear, Coriolano o Macbeth.
Puede ser: Tiene la obsesión de Otelo, la capacidad de venganza de Coriolano,
la brutalidad de Tito Andrónico, la energía de Enrique V, y un poco de la
locura de Lear. Pero también carece de las dudas de Hamlet, o la indecisión de
Macbeth. Uribe al final, es único. Se quiera o no, hay que tomar partido con el personaje, porque pareciera que fuera
de él no hay nada. Y si debo tomar partido, me niego, pero confieso mi admiración por
él.
Lo admiro, porque me asombra que
desde dejo la presidencia hace 8 años, este país lo siga considerando el centro
de atención de la política colombiana, una especie de divinidad religiosa para
la toma de decisiones y de posturas políticas. Si usted gusta de él, su palabra
es sagrada, y con base en eso actúa. Si no es santo de su devoción, todo lo que
hace, toca o deja de hacer, es malo.
En últimas es una falacia de
autoridad, tipo Redutio ad Hitlerum, que ya en varios textos he llamado Redutio
ad Uribem. Es decir lo que hizo Uribe, ya porque lo haya hecho, es malo. No es
un caso extremo como el de Hitler, porque el contrario aun tiene validez, es
decir, lo que hizo Uribe es bueno, sin lugar a discusión. No voy a entrar discutir su veracidad, por una razón que
ya señalé: Es una falacia de autoridad.
Pero falacia o no, la realidad es
que aun el debate continua, empobreciéndose más. Digo empobreciendo, porque en
la medida que los argumentos se basan en una falacia, decaen, por no decir que
son mentiras, o como mínimo superficialidades. Eso al final te deja muy
hastiado. Lo peor es que el debate y la discusión civilizada, la que es pensada
y donde las diferencias sean sustentadas con argumentos por encima de odios, o antipatías
rayanas en la estupidez, son muy contadas y desaparecen en la marea de basura
que nos inunda. Por ello mi admiración por Uribe: alguien con tanta estrechez de pensamiento ha logrado que gente muy inteligente quede
como perfectos idiotas, y mostrando, que en lo que corresponde a madurez política,
la gran mayoría de los colombianos somos unos perfectos cretinos. En cualquier
caso, a mi no me parece que sea Juan Salvador Gaviota. De hecho, me parece más una
figura trágica rumbo a su autodestrucción por su vanidad. Al final, Carolina tiene razón: es un personaje de tragedia. Quizás muy menor, pero eso si, de admirar.
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