INMIGRANTES Y REFUGIADOS


La inmigración es el tema  internacional de moda. Miren a Colombia, cada día más llena de venezolanos huyendo de una situación que recuerda la historia del rey Midas: Venezuela esta sentada sobre un mar de petróleo, pero el oro negro no se convierte en alimentos para su pueblo. El saliente gobierno hace tímidos llamados por ayuda internacional, sin mayor eco. Las imágenes de los niños separados indignaron a los bien pensantes norteamericanos, de tal forma que lograron que el presidente Trump, epitome de la maldad humana, se echara para atrás.  Al fin, Trump se limitó su compasión con un “por ahora”, a la espera de un mejor clima político. Que decir de la Unión Europea, que, a pesar de su nombre, está tan dividida como siempre. Recientemente, el nuevo gobierno de derecha de Italia, ansioso por demostrar sus credenciales, se negó a permitir que un barco que transportaba 629 inmigrantes africanos atracara en Italia, lo que llevo a que el nuevo gobierno de izquierda de España, igualmente ansioso por hacer lo mismo, (mostrar sus credenciales) a aceptar el barco. Cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, criticó a los italianos por su decisión, el gobierno italiano acusó a los franceses de hipocresía, en la medida en que se habían negado a llevar a más de 9,000 inmigrantes de Italia que habían aceptado previamente.

Estas historias son reveladoras en diferentes aspectos. El primero es que, independientemente de la actitud que adopten los gobiernos hacia los migrantes, nadie realmente cree que sean más un activo que un pasivo. Es decir, aunque suene politicamente incorrecto, que ningún país cree que la inmigración sea beneficiosa para ellos. El gobierno colombiano hace llamados de auxilio a la comunidad internacional, al sentirse desbordado por la llegada de gente necesitada sin mayores recursos, que al final resulta una carga. En Europa, la acción de Madrid, por ejemplo, fue tomada por razones "humanitarias", más que porque creyeran que España se beneficiaría de la presencia de los migrantes. Cuando los líderes mundiales discuten la cuestión de los inmigrantes, siempre hablan de compartir la carga, no los posibles activos, de manera equitativa. No se habla de la inversión extranjera de esta manera, lo que sugiere que los políticos creen, con razón o sin ella, que la libre circulación de personas y capitales son diferentes entre sí en importancia.


Se habla de solidaridad, pero no se hace nada frente al drama venezolano. Estoy seguro de que, si Trump deportara a los inmigrantes a Mexico, la reacción de este  país sería de rechazo, alegando que ellos no deben asumir esa carga. Los líderes europeos hablan de solidaridad, y se indignan cuando países como Hungría y Polonia se niegan a aceptar cualquier migrante de África o Medio Oriente. Pero nunca he visto mencionar en este contexto la cuestión de a dónde quieren ir los propios migrantes. Podrían ser desechos tóxicos inanimados en lo que respecta a la discusión, en lugar de seres humanos con deseos, deseos, ambiciones, etc. No son más que peones en un juego político. Hungría, por ejemplo, se considera obligada a tomar x número de migrantes: nadie pregunta si se puede encontrar x número de migrantes que desean ir a Hungría. Tampoco se ha discutido públicamente sí Hungría, que tiene fronteras abiertas, sería responsable de hacer que los migrantes se quedaran allí una vez que hubieran llegado. 

De los 629 inmigrantes en el bote que Italia rechazó, más de 100 eran menores de edad no acompañados. Desde que llegaron a Libia -su punto de partida para Europa- de África Occidental, es razonable creer que existe una organización dedicada a la trata de personas, que no ha sido combatida. Una vez desembarcados en Europa, se reconocerá su derecho a la vida familiar, lo que justificará o exigirá aún más llegadas.

Los inmigrantes en la última disputa fueron rescatados por el barco de una organización no gubernamental dedicada a salvarlos del forcejeo en el Mediterráneo. En cierto modo, esto es típico de la filantropía moderna: haces el bien haciendo que otros paguen por ello, imponiéndoles cargas financieras u obligaciones que ellos no han elegido. Por supuesto, rescatar gente que se está ahogando es humanitario: la pregunta que el gobierno italiano actual hace es si la oferta de rescate crea la demanda para ello. Muchos en Estados Unidos se hacen preguntas similares.

La coalición italiana es inestable; muchos creen que no durará mucho. Un nuevo gobierno podría revertir la política de negarse a recibir a los extranjeros, al menos en apariencia, si no en sustancia (es claramente popular). La fractura que expone el problema del migrante no es solo entre países, sino también dentro de ellos. Estamos viendo esta discusión en todo occidente hoy.

PD: Leo que el Supremo de EEUU apoya el veto migratorio de Trump. El argumento es que "no excede su autoridad constitucional".  La mesa esta servida para que la discusión continúe.

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