CORRONCHOS,"BAGRES" Y PUPPIRONCHOS
El economista Thorstein Veblen en su libro Teoría de la clase
ociosa, estudio los hábitos y costumbres de una clase social que, según su teoría,
tenía el propósito vital de gastar dinero, como muestra de su poder. Se
incluían ahí los hijos de los empresarios, las esposas, los nobles, los
herederos, gente que no tenía preocupaciones económicas: Los nacidos en cuna de
oro, con cuchara de plata. Entre la multitud de observaciones que hizo, recordó
que esta clase ociosa suele repetir que la gente hoy no tiene modales o que
estos se han perdido. Veblen señala que esa idea es, en esencia, equivocada. Es
al revés: Ahora es cuando la gente tiene al menos, algunos modales. En el siglo
XIV las clases campesinas, comían con las manos, y los cubiertos se dejaba
únicamente a unas elites más o menos educadas. (Vean la película Enrique VIII de Alexander Korda, con un soberbio Charles
Laughton para darse cuenta de que no necesariamente la aristocracia tenía
modales como los imaginamos hoy)
Igual pasa en estos tiempos cuando se habla de pérdida de
valores. Es al revés. Se dice que la gente no tiene educación, que la gente es
zafia, ordinaria, vulgar, es el resultado de la masificación de la educación.
Hace 50 años, tal vez el 40 o 50 % de la población era analfabeta. Hoy estamos
en un 10 % (No conozco cifras, pero espero que me entiendan el punto). Hace 200
años, era muy raro el hombre que no tuviera un muerto en su conciencia. Y si lo
tenía, no necesariamente le significaba castigo.
Un día caminando por la 84 en Barranquilla, en busca de un lugar
para conversar, - y que no encontramos -le oí a mi gran amigo Ramón Illán Bacca,
una de sus frases memorables: "Todos los lugares que hemos visto son para
la Bagritud". Hay que ser costeño, para entender su expresión: Designar a
un grupo de personas "bagres", es decir aquellos aceptan y asumen los
valores masificados que venden los medios: que aman
la música de moda (Como el abominable reggaetón) siguen los dictados de la
televisión, que beben cerveza, y hablan de ron, mujeres, y diversión. Que hacen
ostentación de su dinero, y que siguen las corrientes predominantes de la
sociedad, frente a la cultura, las artes y la diversión, mostrando además
algunos de sus comportamientos más reprochables en público. Ramon los llamo
“bagres”, pero puede usarse corronchos, o pupirronchos como escribió en El Heraldo
Alfredo Nardiz en días pasados. Estos últimos serian los “bagres” ricos.
Aquellos adinerados que hacen una fiesta en una piscina, en su casa campestre,
al ritmo del reggaetón de moda, tomando aguardiente estampillado, pero el mismo
aguardiente de una fiesta popular. O como ocurrió en una fiesta donde se ofreció Champaña, caviar y chicharrones en una mezcla muy particular.
Claro que el termino tiene una connotación muy seria:
Bagre sería el reflejo de esa sociedad machista, homófoba, ostentosa, violenta,
que ama el dinero fácil, el éxito rápido, el atajo para sacar ventaja, como
ocurre en muchas partes de Colombia. “Bagre” puede ser Natalia Paris; “Bagre” puede
ser ver un programa como La Red, con su dedicación al chisme y la
superficialidad. Un ejemplo acabado ejemplo de estos "bagres" sería el abogado Abelardo De La Espriella, tan en boga en estos días.
En todas partes existe lo bagre. Los europeos, con esa visión
tan condescendiente que a veces los dominan critican a los norteamericanos,
porque los ven "bagres". Es difícil no compartir ese punto de vista,
con un personaje como el presidente Trump, arquetipo del “bagre” americano.
Contra esa masificación, el “bagre” se defiende reivindicando su autenticidad,
y originalidad, y por ello su validez. En una fiesta de Carnaval a la que
asistí, abundaban quienes tenían puestas camisetas con motivos carnavaleros, y
llego un conocido vestido con pantalón verde, camisa amarilla, zapatos blancos
y chaleco rojo. Vio a toda la gente alrededor y ha dicho “Caramba, no me avisaron, si hubiera sabido que era una fiesta de
disfraces, traigo puesto el disfraz de una vez”
Masificar tiene ese costo, vender por lo bajo, llevar la calidad
a lo mínimo. Lo llaman, muy elegantemente: reingeniería, economía, manufactura,
optimización, economías de escalas. Hemos oído que viajar en avión ya no era la
experiencia elegante que era antes; ahora los pilotos están muy cerca de ser
solo choferes de avión.
Lo malo de ser bagre es que se vuelve "The man in the crowd". Uno del montón… Una lista, un número,
un índice, un ser gris.
Estamos pues, frente a una corriente que llego para quedarse. Se
deben hacer esfuerzos para conservar la identidad, lo auténtico, y como señalo Nicolás
Gomez Dávila, defender lo imperecedero, lo sacro, lo que nos hace mejores
personas.
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