ILUSIONES, RESENTIMIENTOS Y MENTIRAS
Me las doy de escritor. Mis mejores libros son los
que no he escrito. Todavía no están aún ni en etapa larvaria, pero sé que son profundos
y originales en contenido y perfectos en forma. Estoy muy orgulloso de
ellos, y el mero pensamiento de ellos da aliento a mi paso por esta tierra. Son
una justificación para haber vivido. Es realmente una lástima (para el
mundo, es decir) que yo no viva lo suficiente para escribirlos. “Que gran artista perece conmigo”.
Muchos de nosotros vamos a al sepulcro pensando que
si sólo hubiéramos tenido tiempo suficiente deberíamos haber triunfado de una
manera u otra. Hay gente que decía tener algún talento para el deporte, y
algo, llámese lesión, circunstancia, o una injusticia causada por otro u otros
le impidió llegar a la cima. (Pienso en él celebrado monólogo de Marlon Brando en On the waterfront como ejemplo de ello) Esto es muy relativo, porque
-objetivamente considerado- no hay forma de saber si alguna vez hubieran
ascendido a mucho. Se nos pide mirar nuestras bendiciones, pero creo que
es más gratificante contar nuestras maldiciones.
¿Realmente creían lo que decían? La mente humana es
un instrumento complejo, y entiendo que trabaja a varios niveles al mismo
tiempo. Imagino que se puede ser sincero y engañarse al mismo tiempo. No se
necesita psicoanalista para entender que esto último prevalece.
Es necesario tener nuestras propias ilusiones o de
lo contrario no podríamos enfrentar el mundo; O tal vez debo decir que necesitamos
ilusiones como valor o consuelo. Hay algunas ilusiones, sin duda, que nos
obstaculizan o nos dañan, pero hay otras que nos sostienen. La humanidad,
no puede soportar mucha realidad, especialmente sobre sí misma.
La ilusión de haber podido ser un éxito, pero que
por circunstancias ajenas no se logró este, es necesaria para la humanidad, ya
que pienso que no hay un mundo más despiadado o cruel que una verdadera
meritocracia que funciona de manera ideal.
Todos de alguna forma somos mediocres en algún campo, como lo refleja el
chiste del hombre que dice que juega mejor ajedrez y futbol que Kaspárov y
Pelé; Juega mejor al fútbol que Kaspárov, y mejor al ajedrez que Pelé. Al final, ¿Quién no es mediocre en
comparación con Mozart? En una meritocracia pura, todo el mundo encontraría su
nivel real, totalmente merecido, de allí que la idea de un mundo justo no sería
necesaria: Cada uno estaría en el lugar correcto. No existirían excusas. De allí que encuentre
la idea de “igualdad de oportunidades” como ideal de justicia, en esencia
paranoica, y me parezcan que quienes la promueven están llenos de odio y resentimiento.
No nos llamemos a engaño. Estos promotores existen
en cualquier ideología, y ofrecen igualdad, pero venden resentimiento, que la
sociedad consume en cantidades ingestas. Alguien lo vende, y habrá alguien
dispuesto a comprarlo. Todos, de alguna forma guardamos un resentimiento, pero algunas personas mas que otras. Las personas resentidas son fáciles de manipular y dispuestas
a conferir poder a quienes se ofrecen a liberarlos de sus angustias. No importa
si los hechos contradicen la idea expuesta, si, por ejemplo, un candidato en elecciones habla
de un país en crisis social y moral, con aumento del desempleo, pero las
estadísticas y la realidad lo desmienten. Cada vez se apela menos en todos los
ámbitos de la vida, a recordar nuestras bendiciones, es más fácil y
gratificante contar nuestras maldiciones. Quizá por eso, sea más placentero el
sonido del tambor de guerra, que la bandera de la paz. De alguna forma, esta
idea, además, ayuda a explicar nuestro fracaso en algún área de nuestra vida.
Sin embargo, el otro extremo, la creencia que
podemos liberarnos de la circunstancia negativa, y enfrentarnos a un mundo de
igualdad de oportunidades (o sin él, creo) es una receta para la miseria
final. El optimismo autocomplaciente
conduce a la decepción, la derrota y la amargura. Ejemplo acabado de ello es el
Sr. Micawber, de David Copperfield, quien mantiene su optimismo mientras es
llevado a la cárcel. “Los senderos de la gloria no conducen sino a la tumba"
Gracias a Dios he superado mi resentimiento, o lo habría hecho si
no hubiera sido por todas estas interrupciones que sufro constantemente y por
la necesidad de ganarme la vida. Tengo que trabajar tres meses al año o más sólo para ganar lo
suficiente para pagar las cuotas de mis dos casas y los seguros de automóviles
y mis impuestos locales. No es de extrañar
que mis mejores libros sean los que no he escrito; no es mi culpa, no me queda tiempo. El mundo está conspirando contra mí, impidiéndome hacer mi
mejor trabajo, a su propio detrimento.
Imagen tomada de https://reconciliarte.com/
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