EN UN BESO LA VIDA
¿Cree usted en el matrimonio? ¿Cree que es para toda la vida? ¿Cree que debe ser solo entre un hombre y una mujer? ¿Le parece bien las manifestaciones afectivas en público? ¿Cuánto deben estar en ello? ¿La pareja, la trieja? Pensaba en todo eso al ver el beso de Angélica Lozano y Claudia López después del triunfo de esta última en la elección de alcalde de Bogotá.
Debo confesar que encontré mucho de ironía en ese beso. Todos sabemos que son pareja, pero no un matrimonio, al menos formalmente. La carrera de ambas se ha apoyado de alguna forma en manifestar su sexualidad, las luchas del movimiento LGBTI, la adopción homoparental, o el matrimonio igualitario. Es decir, han luchado por causas de las cuales, en teoría, no pueden disfrutar de su victoria. Me pareció irónica toda la situación, una dicotomía no resuelta entre las ambiciones individuales, y la ambición de una pareja de llevar una vida juntos. Como ocurre en gran medida con los matrimonios de hoy.
Durante siglos se supuso que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. Así incluso quedo en nuestra constitución. Tanto que la única vez que estuve de acuerdo con el Procurador Alejandro Ordoñez en algo fue cuando señalo que el fallo que abrió la puerta al matrimonio igualitario era un galimatías ilegible. Sonaba ofensivo, pero tenía razón; la sentencia era un ejercicio retórico para evadir lo escrito y que no dejaba dudas, frente a una situación de hecho, la desprotección de las parejas del mismo sexo frente a la sociedad. Pero todo lo hemos cambiado en un abrir y cerrar de ojos.
El matrimonio, aunque se ve como derecho, es más un conjunto de obligaciones legales impuestas por el estado, ya que se entiende que este es parte interesada en el asunto, ya que un matrimonio tiene el potencial de alumbrar hijos, sin importar el tipo. Para el estado, el potencial de traer hijos al mundo, lo afecta directamente. Ahora bien, es extendida la creencia que los hombres son protegidos por el matrimonio y las mujeres sus víctimas, si suponemos que esto es una suma donde el resultado es cero. Se cree que entonces el matrimonio es un asunto de dominación: los hombres salen a la calle, la esposa se queda en casa como una sirvienta, domestica, sexual o de ambos casos. Gracias a Dios es cada vez menos, con la entrada de la mujer al sector laboral, pensarían los optimistas.
En realidad, existe evidencia, al menos legal, que el matrimonio protege a las mujeres en lugar de ser un prejuicio para ellas, y sus hijos. Cuanto mas baja la escala social, más fuerte es la institución del matrimonio, pese a sus hipocresías y traiciones. Despreciar el matrimonio es más un fenómeno propio de clases altas y media-altas, que en el fondo es profundamente insincero, y muy peligroso. Socava uno de los principales cimientos de la sociedad de hoy. En el caso de Claudia y Angélica ellas han renunciado a ello, por sus carreras políticas. El matrimonio, como la institución social que conocemos, es socavada hoy por múltiples razones, algunas de ellas no reconocibles a simple vista. La política es una de ellas.
Obviamente, hablo del matrimonio como institución, sin involucrar el aspecto amoroso.
Imagen tomada de www.semana.com
Debo confesar que encontré mucho de ironía en ese beso. Todos sabemos que son pareja, pero no un matrimonio, al menos formalmente. La carrera de ambas se ha apoyado de alguna forma en manifestar su sexualidad, las luchas del movimiento LGBTI, la adopción homoparental, o el matrimonio igualitario. Es decir, han luchado por causas de las cuales, en teoría, no pueden disfrutar de su victoria. Me pareció irónica toda la situación, una dicotomía no resuelta entre las ambiciones individuales, y la ambición de una pareja de llevar una vida juntos. Como ocurre en gran medida con los matrimonios de hoy.
Durante siglos se supuso que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. Así incluso quedo en nuestra constitución. Tanto que la única vez que estuve de acuerdo con el Procurador Alejandro Ordoñez en algo fue cuando señalo que el fallo que abrió la puerta al matrimonio igualitario era un galimatías ilegible. Sonaba ofensivo, pero tenía razón; la sentencia era un ejercicio retórico para evadir lo escrito y que no dejaba dudas, frente a una situación de hecho, la desprotección de las parejas del mismo sexo frente a la sociedad. Pero todo lo hemos cambiado en un abrir y cerrar de ojos.
El matrimonio, aunque se ve como derecho, es más un conjunto de obligaciones legales impuestas por el estado, ya que se entiende que este es parte interesada en el asunto, ya que un matrimonio tiene el potencial de alumbrar hijos, sin importar el tipo. Para el estado, el potencial de traer hijos al mundo, lo afecta directamente. Ahora bien, es extendida la creencia que los hombres son protegidos por el matrimonio y las mujeres sus víctimas, si suponemos que esto es una suma donde el resultado es cero. Se cree que entonces el matrimonio es un asunto de dominación: los hombres salen a la calle, la esposa se queda en casa como una sirvienta, domestica, sexual o de ambos casos. Gracias a Dios es cada vez menos, con la entrada de la mujer al sector laboral, pensarían los optimistas.
En realidad, existe evidencia, al menos legal, que el matrimonio protege a las mujeres en lugar de ser un prejuicio para ellas, y sus hijos. Cuanto mas baja la escala social, más fuerte es la institución del matrimonio, pese a sus hipocresías y traiciones. Despreciar el matrimonio es más un fenómeno propio de clases altas y media-altas, que en el fondo es profundamente insincero, y muy peligroso. Socava uno de los principales cimientos de la sociedad de hoy. En el caso de Claudia y Angélica ellas han renunciado a ello, por sus carreras políticas. El matrimonio, como la institución social que conocemos, es socavada hoy por múltiples razones, algunas de ellas no reconocibles a simple vista. La política es una de ellas.
Obviamente, hablo del matrimonio como institución, sin involucrar el aspecto amoroso.
Imagen tomada de www.semana.com
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