CORRECCIÓN POLÍTICA, EL JARDINERO Y LA ISLA ILUMINADA

Lo políticamente correcto ha sido una tendencia que ha ido creciendo en los últimos años.  Por allá por 1986, el entonces director de la Alianza Francesa de Barranquilla, Monsieur Seebold, dicto una charla o curso sobre uno de sus amores literarios: Louis Ferdinand Celine,  el autor de Viaje al fin de la Noche, tal vez la mejor novela francesa individual del Siglo XX.  Se desarrolló una polémica por parte de los bien pensantes locales, que recordaron que Celine, era un declarado antisemita, y condenado por a muerte por colaboracionista, de la cual escapo huyendo a Dinamarca.  Fue la primera vez que entendí el efecto que tiene la política y la vida en la valoración de la obra de un artista.

Desde ahí, de los reparos a obras como Ezra Pound, Borges,  Camilo José Cela, José Maria Peman, o Knut Hamsun, por sus amistades, o vidas al servicio de ideologías,  y más recientemente, al morir nuestro Nobel, por su amistad incondicional con Fidel Castro. Llovieron críticas, rayos y centellas, que como tormenta pasaron.

Yo me guío por la frase de Borges, que señalo que juzgar un autor por sus opiniones políticas es un disparate y solo es válido ese juicio en la medida que la política influyo en su obra.

Pero bueno, a lo que quería decir. Hace poco mi tocayo Pame Rosales  en Facebook puso un enlace ensalzando la canción El Jardinero de Wilfrido Vargas, y confesando que hasta hace poco pensaba que “ la riqueza de los Trujillo”  era solo una rima, y no una referencia al  dictador, benemérito, y supremo coloso de la Republica dominicana, Rafael Leónidas Trujillo, hombre fuerte de su país de 1930 a 1961.

Ahí me acorde del cachaquiísimo Alfredo Iriarte, historiador y periodista, autor de Bestiario Tropical donde describe las atrocidades de nuestro supremo líder dominicano, “nuestro son of bitch” de los americanos (Léanse el libro y lo entenderán)  y que en la obra menciona, sin nombrarlo, como un escritor colombiano, aburrido de pasar necesidades,  llego a República Dominicana, y puso  su pluma al servicio de Trujillo. De allí surgieron  obras como “La Isla resplandeciente”  o “Retrato íntimo de Trujillo” y años después, con dinero, decide regresar a Colombia.  Hasta ahí, lo que se puede encontrar en el libro.

Sin embargo, en la primera edición, de 1979, Iriarte si menciona con nombre propio al autor, cosa que después omitió en ediciones posteriores. Yo leí ese libro, y recordaba el nombre: José Antonio Osorio Lizarazo, tal vez nuestro escritor más importante antes de García Márquez, autor de obras como El Día del Odio, Barranquilla 2132, o Camino de Sombras. Y es verdad, aburrido de pasar privaciones,  Osorio puso su pluma al servicio de los hombres fuertes de su tiempo: Primero Perón en Argentina y luego, cuando el clima argentino se enrareció, viajo con su familia a Republica Dominicana, donde puso su talento al servicio del dictador,  fue director del periódico más importante de Santo Domingo, y autor de obras de propaganda como La Isla Iluminada, donde a través de una supuesta narración de la historia de República Dominicana, ensalza el gobierno de Trujillo, y sus logros, justificando la dictadura. También, textos tan sibilinos como El Bacilo de Marx, o la extensa entrevista titulada Así es Trujillo,  amén de otras loas ensalzadoras del Trujillismo. 

  
(Libro obtenido de esa Biblioteca de maravillas que es la Luis Angel Arango)


No voy a entrar a juzgar a Osorio Lizarazo, por su obra al servicio de Trujillo: He leído apartes de la Isla Iluminada, y sin duda es un texto muy bien escrito, donde el autor de forma sibilina justifica muchas de las obras y crímenes (Sin mencionarlos) como una “necesidad histórica de nuestro hombre providencial” Un texto que tal vez, por su intención, tiene bien ganado su olvido.  Pero hay que dejarlo claro: La obra de un autor, y su juicio son ajenas  a las opiniones políticas del autor.  Aquí la política es importante, pero solo de forma relativa: Los escritos políticos de Osorio no deben afectar el juicio general de su obra.

Osorio tiene bien ganado su lugar en nuestra literatura y no se demerita su trabajo por haber sido cortesano de Trujillo. Es en cualquier  caso,  nuestro Celine descafeinado.

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