DE POLÍTICA Y SENTIMIENTOS NEGATIVOS


Si una persona quiere entender la política, debe comenzar por superar dos prejuicios: Uno que en la política no hay lugar a los sentimientos, opinión cada vez menos usada, y dos el prejuicio existente contra los sentimientos negativos (enemistad, temor, envidia, el desprecio, el resentimiento, entre otros). Me explico: A veces despreciamos a un político por tener opiniones rígidas y lo vemos como arrogante; ese podría ser el caso de un político como Enrique Peñalosa, quien parece entender que no necesita explicar su programa de gobierno, o su rechazo al Metro de Bogotá:  lo que en otros sería una virtud, en muchos produce rechazo esa actitud arrogante de dueño de una verdad revelada. Igual podría pasar con Gustavo Petro; mucho del temor que produce es reacción al resentimiento que aflora a veces en sus discursos, así lo muestre bajo el disfraz de sentimientos nobles. Mal o bien, los sentimientos negativos son parte esencial de la acción política.

Quiero que se me entienda bien: No se trata de apoyar políticos que muestran un discursos polarizadores (Caso Bolsonaro en Brasil, o los agresivos discursos de Nicolás Maduro, por ejemplo), o de ideas que rechazamos, sino entender que la realidad practica es que muchos de los discursos y propuestas políticas en el fondo son resultado de sentimientos negativos. De estos sentimientos negativos, el odio es el mayor de todos. Muchos políticos se aprovechan de ello, y hacen su agenda: Ernesto Macías podría ser un buen ejemplo de ello. El odio de y hacia Petro o Uribe, baña toda la política colombiana El rechazo que produce Sergio Fajardo es resultado no de sus ideas políticas, sino de las decisiones que tomo durante la campaña presidencial. Un odio en ocasiones irracional, que se disfraza de acusaciones de tibieza, o de Ni-Ni.


Pero la política, y esto ya lo he dicho muchas veces es la comprensión de lo posible: Que se puede lograr, y hasta donde se puede llegar. Hay conflictos que no se pueden ganar y un discurso civil y acuerdos son necesarios; en cualquier caso, son preferibles a la enemistad innecesaria y permanente. Sin embargo, la polarización, la supuesta superioridad moral de nuestra causa, no nos permite ver con claridad. Frases “Justicia”, “altos valores de la patria”, “igualdad”, “equidad”, ocultan una verdad no siempre positiva: La política es una lucha grupal, bien de personas o de intereses de algún tipo. 

Las enemistades pueden verse como un resultado de profundos desacuerdos vitales. Incluso, aun si no lo notamos, la enemistad y otros sentimientos negativos, ayudan a constituir nuestras opiniones políticas. Eso no es del todo malo. El antagonismo nos mueve a actuar, a realizar fines que de otra forma no tendrían vida fuera de las mentes abstractas o de intelectuales reducidos a discusiones interminables. El sentimiento de humillación que sufrió Gandhi en Sudáfrica de joven, lo llevo a entender lo intrínsecamente injusto del Imperio británico, en un momento de su vida, en que lo único que quería era encajar en esa sociedad que lo rechazaba.

Es necesario tener la humildad suficiente para reconocer que detrás de nuestros ideales supremos, de valores que defendemos, hay sentimientos negativos que han ayudado a moldear nuestro pensamiento. Como ya dije, no hay nada de malo en eso.Lo incorrecto es descubrir que el otro los tiene y esa es la razón real de su pensamiento, porque “creemos verlo” o porque pensamos que nuestro ideal es “impoluto”. Puede que funcione bien para un sabio en la cima de una montaña, pero no para la realidad política diaria. Hasta con las partes mas alejadas de nuestras ideas políticas se pueden lograr acuerdos para la construcción de una mejor sociedad; un ejemplo, el acuerdo de paz de Colombia. Pero creer que somos ángeles y los otros demonios, al final no conduce a ningún lado. Al final, todos estamos resentidos, pero podemos ponernos de acuerdo.





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