MEDIOCRIDAD DEMOCRÁTICA


“El número de votos que elige a un gobernante no mide su legitimidad sino su mediocridad”, escribió Nicolás Gómez Dávila. Palabras de un reaccionario que desconfiaba de ese “abuso de la estadística” (Borges Dixit) que llaman democracia. Me resisto a controvertir esa frase. Allí están Donald Trump, Viktor Orban, Iván Duque, Jair Bolsonaro para probarlo. Tuvieron mayorías impresionantes, y fueron electos en medio del aplauso popular.  Si el pueblo tiene los dirigentes que se merecen, los países que gobiernan estos líderes deben tener pensamientos nada agradables sobre su autoestima nacional. Podría incluir a Nicolás Maduro en esta lista, pero me resisto a ello; mas que un “abuso de la estadística” estamos un abuso de las normas democráticas para perpetuarse en el poder.  Es un dictador, al final. Pero hay países por los que pienso que la mediocridad de sus dirigentes es tal, que ni el abuso de la estadística permite escoger gente brillante. España, con sus lideres de hoy, es un ejemplo. Reino Unido, con la señora May, o el señor Corbyn es otro caso.

Si algo tienen los políticos españoles, frente a los asuntos nacionales, en particular el asunto catalán, por ejemplo, es su mediocridad intelectual. Parecieran tener el cerebro de adorno. Mariano Rajoy era la inacción frente a los asuntos de estado. En esta campaña electoral, alguno por ahí afirmo que el aborto era permitido en USA después de nacer. Si pensamos que el autor de esta frase es el número dos en la lista del PP de Madrid, e hijo de un expresidente del gobierno español,  tendremos una idea del nivel intelectual de los políticos en campaña.  Otros como Pedro Sánchez, confunden obstinación con fuerza. Ni hablar de los Pablos, repetidores desde su orilla política de frases tópicas para sus votantes. El único que parece entender, y tener la firmeza necesaria frente a los asuntos de España, es Albert Rivera. Sin embargo, suena light:  por mucho que se esfuerce no logra articular una frase de peso, que deje huella. Los políticos españoles, son, hamsters con esteroides.


La idea de la mediocridad de los políticos es tan extendida que puede llevar a casos extremos y peligrosos: En Ucrania acaba de pasar a segunda ronda un cómico llamado Volodymyr Zelenskiy, que ha sido "presidente" de Ucrania antes de presentarse a las elecciones. Por más de tres años, el comediante ha interpretado al jefe de Estado de esa nación en un popular programa humorístico de televisión que ha llegado incluso a Netflix. Al parecer, no se presentaba por primera vez: Obtuvo el 30 % de la votación, y parte como favorito para la segunda vuelta. “Sin promesas no hay decepción” suele repetir.  El hartazgo de los ciudadanos con la  mediocridad, la corrupción rampante y la falta de respuestas de la clase dirigente  local a los asuntos del ciudadano de a pie, le ha permitido pasar a segunda ronda. En un país enfrentado a un conflicto separatista estancado entre los rebeldes y el ejército, no parece buena idea escoger a un independiente sin experiencia. 

¿Es Iván Duque un buen hombre, pero no hace nada por nosotros? La frase de Donald Trump puede leerse como una brillante descripción de Iván Duque. Honesto, carente de malicia, ingenuo, ignorante frente a las necesidades del país, y alejado de la realidad:  la minga indígena continua, la muerte de los líderes sociales, el estudio de las objeciones a la JEP, el glifosato, la crisis de Venezuela, las reacciones del expresidente y hoy senador Uribe comportándose como presidente en un comité comunal,  la crisis social en el Choco,  parecen mostrar un presidente  desconectado de la realidad y un gobierno desbordado por los hechos. Nadie, ni el mas crítico con la gestión, puede afirmar que el presidente no tiene buenas intenciones; que le añadan que sus ideas no son las apropiadas, entra en el terreno de las opiniones. Imagen o no, Iván Duque parece ser la representación de la mediocridad, y el llegar a altos cargos mediante contactos y conexiones apropiadas. Si al menos pareciera inteligente, no nos quejaríamos. Fue electo con cerca de 11 millones de votos, la mayor votación lograda por un candidato presidencial. Esa es la medida de su mediocridad. Como nos parecemos al resto del mundo.

Imagen tomada del dios Google.

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