EL VIACRUCIS DE LA SEÑORA MAY: DE DERROTA EN DERROTA


Siento lástima por la Señora Theresa May. Fue elegida hace 3 años para reemplazar al líder conservador David Cameron, quien, aplastado por la inesperada derrota en el referéndum sobre la continuidad del Reino Unido en la Unión Europea, prefirió hacer mutis por el foro. En ese momento, ella fue la elegida por ser el candidato más idóneo de los conservadores para emprender las negociaciones sobre el Brexit. Los hechos han demostrado que  lo era: En la negociación desarrollada, parece incapaz de tomar una decisión correcta en su vida, y todo su legado político ha quedado condicionado al éxito cada vez más lejano del Brexit. Ella misma lo ha reconocido, ahora que ha solicitado por escrito una prórroga de 3 meses a la fecha de salida del 29 de marzo a la UE: “Me opongo a una prórroga larga. No la quiero. Más allá de que eso nos obligaría a participar en las elecciones al Parlamento Europeo, una prórroga larga supondría horas y días interminables de debates en esta Cámara, mirándonos el ombligo en torno a Europa y sin responder a las cuestiones urgentes que preocupan a nuestros electores: colegios, hospitales, seguridad y empleo” señaló en su comparecencia en la Cámara de los Comunes del martes 19 de marzo. Le queda pues, desgastar y desgastar al Parlamento, hasta que estos aprueben el acuerdo negociado con la UE, que rechazan hasta hoy. 

La mayoría de la clase política británica es, y ha sido opuesta al Brexit. Quizás solo la quinta parte son partidarios decididos de la salida. El resto, cerca de 500 diputados, son hostiles a la salida de la UE. Así, cualquier acuerdo que se negociara,  con la aprobación en manos del parlamento, era malo per se.  La negociación del acuerdo tuvo mucho de pantomima; no existía la posibilidad que el acuerdo de salida – cualquier acuerdo- saliera adelante, pese a los deseos de poco mas de la mitad del electorado: La mayoría de la clase política, la burocracia británica y la burocracia comunitaria no lo desean.

Es un juego de poder, y desgaste. En los intimo de su ser, los diputados  apuestan al hecho que se menciona cada vez más de forzar los hechos y realizar de un segundo referéndum, con la esperanza que el resultado se invierta.  Si el resultado es favorable a sus intereses, no habrá un tercero. Un acuerdo, sea como sea, no esta entre sus planes.


Esa es una de las situaciones presentadas que da alas a las críticas que recibe habitualmente la UE: La actitud de déspotas ilustrados de la burocracia comunitaria y la clase política de los países miembros, frente a los resultados que no les gustan. Si los votantes se equivocan al elegir, háganles votar nuevamente hasta que se obtenga la respuesta adecuada. Ocurrió así con la elección de Tspiras en Grecia en el 2015; rechazado por la sociedad griega el plan de ajuste, se encontró que, pese a los deseos de la sociedad griega, ese era el acuerdo. “Son asuntos de estado, no de gobiernos” fue la respuesta que recibió. En el caso británico, se añade el interés de la burocracia comunitaria en poner trabas para eventuales futuras salidas: Vean el caos político que se ha creado en el Reino Unido. Es probable que los británicos, ante la situación presentada, se encojan de hombros, sigan con sus vidas, y tomen la decisión que sus políticos esperan. Y los demás países quedan avisados.

Es una de las paradojas de esta situación: El Brexit era malo para los ingleses, pero ellos, en un ejercicio democrático, eligieron el caos. La tragedia de la señora May, es que ha buscado honrar la voluntad popular, y quienes dicen representar  directamente a los ciudadanos, quieren ignorar el resultado que no les gusta.

Imagen tomada de www.rtve.es



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