HOY COMO AYER....
“Encomendar al pueblo, que no ha estudiado ni aprendido el difícil arte
de gobernar, la responsabilidad de dirigir un Estado es una insensatez o una
maldad. Quien ame de veras al pueblo no echará sobre sus espaldas esa carga con
la que no puede".
Estas palabras están tomadas de un texto titulado Así quiero ser (El niño del nuevo estado) manual pedagógico publicado en 1940 en España, que pretendía adoctrinar a los niños según el concepto del nuevo estado que soñaba Franco a la manera de Italia o Alemania.
Estas palabras están tomadas de un texto titulado Así quiero ser (El niño del nuevo estado) manual pedagógico publicado en 1940 en España, que pretendía adoctrinar a los niños según el concepto del nuevo estado que soñaba Franco a la manera de Italia o Alemania.
Leyendo las reacciones de mis amigos sobre la frase, hubo cierta unanimidad en su validez. Quizás el clima político, la turbulencia mundial, las protestas en diferentes países (Hong Kong, Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Francia, Reino Unido, Haití, Líbano, Egipto, Chile, Bolivia) por reivindicaciones a las que el sistema de gobierno o un gobierno no es capaz de dar una respuesta adecuada, conllevan a una atmosfera de pesimismo y la tentación del hombre fuerte, y la tentación de patear el tablero. Son horas bajas. La democracia es reclamada, pero a la vez es atacada por todos los flancos. El más y el menos. Desde los autoritarios disfrazados de demócratas, hasta quienes piden mas libertades, y la caída de los sátrapas de turno. Una paradoja que no tiene solución. Queremos respuestas, las queremos ya, pero a la vez nos interesan poco los medios; mas si quienes detentan el poder, abusan de los recursos a su alcance. Sin embargo, las formas, y los medios importan.
Ese desanimo, no es exclusivo de nuestra sociedad, ni nuevo: Ortega y
Gassett, ante la turbulencia de la Segunda República, reclamaba “Un cirujano de
hierro” que acabara con el clima de anarquía que vivía España en esos momentos.
En tiempos u horas bajas, hay quien reclama una revisión de las democracias,
que da paso a los hombres fuertes providenciales.
Lo que yo creo es que el asunto es de representatividad: Caída la
cortina de hierro, o en Colombia con el Frente Nacional, las diferencias
económicas en los modelos políticos desaparecieron: Ya no se habla del estado
como gestor, y administrador, vs el estado como árbitro de la economía; este
último punto de vista parece imponerse, junto con temas como la globalización. Los
países que se oponen a este sistema, parece irles muy mal. Nuestra sociedad ha
dejado de ser un universo principal de agricultores y trabajadores fabriles,
que conformaban una gran clase media, para convertirnos en empleados free
lance, con gran precariedad social y laboral. El envejecimiento de la población
y la crisis de los sistemas de salud y de pensiones, han generado un gran clima
de incertidumbre, que se transforma en fastidio contra el sistema, más si los
partidos ofrecen similares medidas y conductas que llaman consenso, pero que
dejan de lado las preocupaciones del ciudadano, aburrido de su precariedad. De
allí que los políticos que perciben ese enfado, si logran movilizar esa opinión
pública, ofreciendo promesas rayanas en la mentira más descarada, obtengan
grandes éxitos electorales.
Hay otras cosas que no funcionan bien: Los medios de comunicación por un lado son complacientes con estas mentiras, y muchas veces, las replican sin cuestionar o al menos preguntar por el plan de desarrollo a ejecutar. Redes sociales, han hecho que el albañal de mentiras, medias verdades, opiniones parcializadas, se vuelvan verdades.
Al final poco importa si es un voto, una persona, o la representatividad: la clave esta en porque vota la persona, y observamos que, por desgracia, muchos lo hacen por enfado, por rabia, por odio o por mezquindad. El éxito de estos populistas está en haber movilizados a estos enfadados que simplemente no votaban.
¿Cual es la receta para frenar esto? No la tengo. Los partidos deben
preocuparse por estos enfadados, por bajar su rabia, y ofrecer alternativas.
Con sus imperfecciones, existe un consenso que la democracia es todavía el
mejor método para resolver nuestra diferencias. No es esperar a un hombre
fuerte, que asesine la democracia en medio de aplausos, y el silencio de los
intelectuales.
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