FRANCISCO Y LOS ADJETIVOS
Si
hemos de creer a Love Story, la edulcorada novela de Erich Segal, “Amar
significa no tener que decir lo siento”, ( Love means never having
to say you're sorry) imagino
que ser Papa significa predicar al mundo. En los dos sentidos que trae el
diccionario: “Propagar o extender una doctrina o una idea, haciéndolas
públicas y patentes.” y “Enunciar o expresar una característica acerca
del sujeto de una oración gramatical o de una proposición.” De
las dos formas, el Papa Francisco lo hace muy bien.
Recientemente
llamo la atención sobre el abuso de los adjetivos y los adverbios. Dijo que ama los sustantivos y odia los
adjetivos, que adjetivar debilita a
los sustantivos, y como una especie de Hemingway religioso, deberíamos
evitarlos en favor de los sustantivos simples, que en su opinión son lo
suficientemente fuertes para representar lo que expresan.
Como admirador de la obra de Raymond Carver, o Cormac
MacCarthy, herederos de cierta tradición literaria de la que Hemingway es un
maestro, no puedo sino coincidir con el Papa. A veces se abusa de los adjetivos;
más en una sociedad donde el trabajo del escritor se paga a destajo, este es
tentado por la palabrería, la superchería, la verbosidad, el pleonasmo, la rogatoria. Muchas de las obras de Emilio Salgari o Dostoievski son largas, no
porque tuviera mucho que decir, sino porque le pagaban por página.
Pero volvamos al Santo Padre, o siguiendo su consejo,
llamémosle simplemente el Papa. Seamos pues consecuente con su sugerencia de
que los adjetivos se eliminen de nuestro discurso. Siguiendo eso, él es un
líder de una comunidad de creyentes; y dado que todos creen en algo desde el
Espinazo de la noche, los Chakras, hasta la Constitución estadounidense, se
deduce que todas las creencias deben ser iguales, ya que ninguna puede ser
calificada como adjetivo. Un poco raro, pero esa es la idea. Muy difícil, ademas en términos de creencia cristiana.
Cuando se habla de los atributos de Dios, no veo como
pasar sin adjetivos. Eterno, inmortal, infinito, incomparable, perfecto, inescrutable,
incognoscible, bondadoso, insondable, imparcial, omnipotente, todopoderoso,
soberano, supremo, son algunos de los que recuerdo. El Dios cristiano (Ay!!!!)
es un Dios amoroso. No veo que se ganaría con decir un Dios que ama.
Aquí ofrezco una interpretación del ataque del Papa a
los adjetivos y adverbios, aunque puede ser, como cualquier interpretación, un
error. El Papa, y mas este, no puede permanecer en silencio. Ya lo hemos
escuchado hablando sobre las iniquidades de la pobreza, el hambre, la guerra,
los incendios en el Amazonas, la injusticia. Iba en camino de convertirse en
una Greta Thunberg eclesiástica. No puede quedarse callado; debe decir algo
nuevo para evitar el aburrimiento. Se busco, pues un tema que no tuviera
defensores. No existe una sociedad en defensa del adjetivo, como no existe una
sociedad en defensa de la injusticia, el hambre o la guerra.
El uso apropiado de adjetivos y adverbios es una cuestión
de estilos, no de moralidad o al menos, una cuestión ética. En estos tiempos,
la necesidad de decir algo es mucho mayor que la necesidad o capacidad del
hablante de decir algo importante o que valga la pena escuchar. En las redes
sociales, muchas personas quieren decir algo, sin tener nada específico que
comunicar. Twitter es el reino de los opinadores que no tienen nada valioso que decir;
solo participan como si quisieran demostrar su existencia y popularidad. El Papa, tan
obsesionado con estos tiempos, cae en la tentación de comunicar algo, cuando no
tiene nada que decir.
Imagen tomada de internet gracias al Dios Google.
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