LA VERDADERA IGUALDAD
Hace
dos noches, fui testigo de una pelea a gritos entre 2 mujeres en la puerta de
una farmacia. Al parecer, habían discutido y una de ellas, había colocado su
camioneta atravesada de tal forma que le impedía el paso al carro de la otra.
La policía llego y busco calmar los ánimos. Al parecer, la del carro había
ocupado dos parqueaderos (es decir, mal parqueada) cuando entro a la farmacia,
y cuando llego la segunda, al no encontrar parqueo, procedió a estorbar el paso
de la otra. La discusión subió de tono, con frases tipo “Usted no sabe quien
soy yo”, a lo que la otra señora le respondió, “si soy igual a usted”. Los
ánimos estaban alterados, y la policía mediaba entre estas señoras, que
reclamaban cada una sus derechos: Al derecho de parquear, la otra respondía “Yo
también”. Si alguna exigía respeto, la otra decía, “Yo también, soy tan
igual como tú”. Cada una de las
partes sentía que no había hecho nada malo, y que si existía un conflicto, es
porque era culpa de la otra. Al final, una de ellas grito exasperada: “Usted y yo somos
iguales, y mi opinión esta tan válida como la suya”
Para
mí, eso fue un recordatorio del poder del resentimiento y el uso de la palabra
igualdad para mover a las personas, incluso por encima de sus propios
intereses.
Suponiendo
que no todas las personas son iguales en todos los aspectos, lo cual es en
términos estrictos cierto, ya que nadie es igual a otro, hay por lo menos
cuatro sentidos que puedo darle a la igualdad:
· Igualdad de recompensa
independientemente del mérito, talento o esfuerzo;
· Igualdad de oportunidades.
· Igualdad ante la ley
· Igualdad existencial.
Los
argumentos en contra de la igualdad de recompensa son tan conocidos y obvios
que apenas necesitan discutirse. Uno de los mas celebrados, es la Parábola de
los talentos del evangelista, o la marxista frase “a cada uno según su
capacidad, a cada uno según su trabajo”. Dicha igualdad, además de ser
incompatible con la justicia, privaría a la vida si no de todo su
significado, al menos de una fuente posible y común de significado, tanto para
aquellos que se beneficiarían materialmente de ella como para aquellos que
serían privados materialmente.
Igualdad
de oportunidades me parece un concepto odioso, ya que se usa habitualmente para
denunciar una supuesta injusticia en una situación dada. Es irreal conseguirla,
por una razón obvia, que subyace en la igualdad: No todos somos iguales, tenemos diferencias y como
señalo Ortega y Gasset, “Yo soy yo y mi circunstancia”. Para lograrlo
los niños deberían ser criados en situaciones idénticas, con padres iguales
entre si. La igualdad, en este caso es como la originalidad; una desiderata que
no puede ser independiente. Si hay
igualdad de oportunidades, no existiría la originalidad.
En
cambio la igualdad ante la ley es aceptada universalmente, y en buena medida es
lo que la gente reclama habitualmente. Obvio que hay diferencias, pero nadie esperaría
que una persona sea tratada diferente según el mes de nacimiento, por ejemplo.
La
igualdad existencial es el concepto de afirmar su humanidad; no dar nada por
sentado, no pasar desapercibido, no se tratado como un mueble. No reclama
dinero, ni igualdad de oportunidades, e incluso (aunque lo da por supuesto y
deseado) no le molesta la desigualdad ante la ley. Quiere ser reconocido como
un miembro pleno de la raza humana. En otras palabras, no quieren ser despreciados.
En
mi experiencia, son los actos de desdén mas que las injusticias abstractas y
distantes, las que enfurecen a las personas, y las lleva a la violencia. Ocurrió
con las dos señoras; ambas se sintieron desdeñadas por la otra, y si no ocurrieron
actos violentos, fue por la llegada de la policía. Para enfurecer a una persona,
basta despreciarla de manera evidente. Eso lleva a un resentimiento, que
canalizado puede ser usado por políticos hábiles.
El
resentimiento se convierte en paranoia rápidamente. Se mira el mundo pensando que
las demás personas tienen intereses ocultos. Miren los ataques a Greta Thurnberg,
ahora que hablo en la ONU. Ha sido acusada de tener una agenda oculta al
servicio de oscuros intereses, que según los que miran, la manejan de manera
para ellos, obvia.
La
política moderna, de hecho, parece ser poco más que la canalización periódica
orquestada del resentimiento, que en los sistemas políticos produce efectos
que generalmente son iguales y opuestos. El desdén tiene mucho que
responder.
¿Qué tan deseable es pues, la verdadera igualdad, si trae todo esto?
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