UN ASUNTO VERY BRITISH
Me perdonaran la barbaridad del
titular, que esta tomado del título de una novela del antiguo parlamentario
laborista Chris Mullin, A very british coup, expresión que ha hecho carrera,
para definir lo que coloquialmente definimos como “esas cosas solo pasan en
Inglaterra”. Forma parte del lenguaje coloquial británico. Un ejemplo de ello sería
la miniserie A very british scandal, sobre el juicio y caída del líder liberal
Jeremy Thorpe. Mal explicado, hay que concluir la idea básica es: en Inglaterra pasan cosas que no se ven en
otra parte, que se manejan… bueno, de manera muy británica.
Dicho esto, no se entenderían los
gritos de indignación que recibió el cierre del parlamento por Boris Johnson,
que alcanzaron el nivel de aullidos; creo que, si Johnson se hubiera nombrado Primer
Ministro de por vida, no se hubiera desarrollado tantos gritos de indignación.
La gente gritaba que la democracia estaba en peligro, que era un golpe de
estado al sistema parlamentario, cuando lo que realmente querían decir que la
maniobra de Johnson dificultaba que el parlamento discutiera, o siguiera
poniendo trabas al brexit. Digo trabas, porque el referéndum, mal o bien, mostró
una mayoría a favor de la salida del Reino Unido de la UE. Johnson, como la señora
May, han buscado cuadrar el circulo del brexit, pero el Parlamento ha puesto
cualquier cantidad de trabas a la salida de la UE. Al final, el parlamento es un
niño malcriado que no quiere acostarse.
Obviamente se puede cuestionar
el resultado del referéndum, si existen razones legales para ello, que, en este
caso, no las hay. Incluso podemos preguntarnos si fue buena idea. Creo que no
lo es. Una de las situaciones de hoy es celebrar un plebiscito, y aceptar los
resultados si este no esta “equivocado”. El político quiere refrendar
algo, y si no sale como se espera, simplemente ignorara el resultado. En esa discusión
interminable, esta la gran ironía: Johnson, como la Sra. May, quiere hacer
cumplir la voluntad popular salida de las urnas, y el parlamento desconocerla
mediante argucias.
Es claro que la mayoría de los
parlamentarios se opusieron al brexit. Se calcula que alrededor de 400 o 450
diputados son hostiles a la salida del Reino Unido. Eso no tiene nada de malo.
Pero en lugar de oponerse de forma pública, la mayoría opto por la ambigüedad e
incluso la indiferencia. Normalmente, los parlamentarios son representantes, y
no delegados, y pueden tomar decisiones por encima de la mayoría de la opinión;
pero si aceptan un referéndum vinculante sobre un tema vital, ignorar el
resultado solo da la impresión de que la clase política se maneja según sus
propias reglas: las que les conviene.
Estamos pues, frente a un
asunto único: Un político busca hacer cumplir la voluntad democrática expresada
en las urnas, unos representantes ponen talanqueras a la voluntad popular, y la
gente que protesta, señalan que Johnson es un dictador. Cosas que solo pasan en
Inglaterra. Un asunto Very British.
Imagen tomada de Internet
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