EGAN BERNAL, NUESTRO EMPORIO PITACIO


A propósito de el triunfo de Egan Bernal, y las reacciones colombianas frente a ello, he recordado un cuento del escritor italiano Giovanni Guareschi, creador del personaje de Don Camilo, que describe muy bien las reacciones de nuestra sociedad. Aquí puede decirse que Guareschi hizo realidad esa frase que una aldea, un mundo.

Ya se ha difuminado mucho los cuentos e historias de Don Camilo, el cura católico del pueblo, enfrentado al alcalde comunista, Pepon, en un pueblo sin nombre del Valle del Po (“La Baja”) que fueron llevados al cine por el director Julien Duvivier y protagonizadas por el cómico francés Fernandel.  Populares en un tiempo, han caído en una semipenumbra literaria. Guareschi fue uno de los grandes escritores humorísticos de la Italia de la posguerra, y sus relatos, llenos de humanidad y solidaridad, reflejaron las tensiones de su tiempo, con notable acierto.

En el cuento que nos compete, Emporio Pitacio, Josué Bigatti carga desde niño un sobrenombre: “Pitacio”. Sale del pueblo a probar fortuna y para huir de su apodo; regresa forrado de dinero, mujer y un hijo de brazos, y abre una tienda con un pomposo letrero:

Josué Bigatti e hijo
Emporio

Pero algunas cosas no cambian. Si el padre era Pitacio, el hijo fue Emporio Pitacio. Pese a las burlas, el hijo acepta con resignación su apodo, y de joven se va a estudiar a la ciudad, una profesión que no revela. Pero en un pueblo, todo se sabe. Anteo (el hijo) Bigatti estudia canto lírico. En la ventana del negocio recortes de periódicos dan cuenta de sus avances.  Un día, el viejo Josué muere, y el hijo Anteo no viene al funeral. Su viuda sostiene el negocio unos meses, hasta que la cortina del negocio no se levanta. Se reúne con su esposo, y Anteo tampoco viene.
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Egan Bernal homenajeando a sus mentores

Años después, el periódico de Turín titula “Clamoroso éxito del tenor Anteo Bigatti en Argentina”, y el pueblo celebra como suyos los triunfos de Anteo, y se indigna cuando en una nota periodística señalan que Anteo nació en el pueblo vecino.  Pepón, el alcalde, indignado fotocopia el acta de nacimiento y lo envía al periódico con una carta altiva. Un periodista viene y entrevista a los vecinos, quienes certifican -según ellos- el enorme talento que desde niño mostró Anteo.  Solo una voz discordante, señala que no le vio nada, que era mas bien sordo para la música y como antipático. El cura del pueblo.

Pasa el tiempo, y Anteo regresa a Italia y el pueblo quiere que venga y se presente ante sus paisanos. El cura y el alcalde viajan a la ciudad, y son recibidos por el secretario de Anteo, y luego por el propio Anteo, con una soberbia que hace enfurecer a Don Camilo, que exasperado termina diciendo, tal vez una de las frases mas crueles de la obra de Guareschi:

Nos damos cuenta perfectamente de lo que usted dice, comendador. El célebre tenor debe tener compromisos extraordinariamente graves cuando no puede conceder al hijo siquiera unas horas de licencia para ir a ver si sus padres están enterrados en un cementerio o bien a orillas de una zanja."

La frase tiene un efecto demoledor sobre Anteo, quien saca un espacio para ir al pueblo a recibir el homenaje. Se arregla el salón social, se preparan las mejores comidas, se reserva el mejor cuarto de hotel. Todo el pueblo se coloca sus mejores galas, y llega Anteo. La visita resulta un desastre y la presentación de Anteo, peor. Pero el final es memorable, y se da la respuesta de a quien pertenecen los éxitos de Anteo. Y  los de Egan.

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DON CAMILO (Fernandel) Y PEPÓN (Gino Cervi)

Egan Bernal es un Anteo Bigatti a la colombiana. Con variaciones, claro. Hoy sabemos todos de su gran talento, y criticamos quien no vio sus capacidades, o negó apoyos. Como Anteo, mostró desde niño su capacidad, y todos hoy reconocemos y vimos su talento. ¿Era cierto, el talento se veía a leguas?  ¿Reclamamos por la falta de apoyo de nuestros deportistas, por parte del estado, y creemos que es un merito individual? ¿Porque entonces reclamamos que nuestro deportista se presente ante su pueblo?  En esas mismas contradicciones caemos todos, por no ver lo complejo de la situación: Egan es, y también no es, resultado de las virtudes y defectos de un colombiano. Alguno vio su talento, otro no vio nada. No es malo en sí. Hoy vemos al triunfador del Tour de Francia; hace dos meses era un ciclista con futuro, en Europa. Escojan. ¿Es mérito de Colombia, y del estado su triunfo? La respuesta es sí, si no hubiera formado parte del sistema deportivo, patrocinado por el estado (si, y a veces torpedeado por este) y unos mecenas que creyeron en él.  Egan es en parte nuestro. De su pueblo, sobre todo, de donde salió e inicio su carrera.  De un deporte como el ciclismo, relativamente bien organizado en el país, apoyado por el estado y particulares. En parte es de Colombia, en parte es del estado, en parte del gobierno, pero al final, sobre todo el triunfo es de él, de quienes creyeron en él, de su gran apoyo, su familia. Como Anteo Bigatti lo reconoce al final. Después de una desastrosa presentación ante sus vecinos, huye despavorido, y el pueblo se burla por horas, hasta que se duerme. En la madrugada, un coche negro se detiene en la plaza del pueblo y un hombre se baja y se acerca a un local abandonado. Comienza a cantar con potente voz las mas famosas arias, despertando al pueblo: Una, dos, tres, hasta 10; la ultima es Celeste Aida, famosa por su esfuerzo vocal, y comienza a subir, hasta alcanzar una nota pocas veces alcanzada, la cual toma como el tallo de una flor y la deposita frente a un letrero casi borrado del local abandonado:

Josué Bigatti e hijo
Emporio.

Termina y se va. Don Camilo que ha escuchado todo desde su ventana se limita a rezar:

Jesús haced que el alma de sus padres lo hayan escuchado”.

NOTAS GENERALES

El cuento que se cita corresponde al libro El regreso de Don Camilo.

Giovanni Guareschi (1908-1968) fue uno de los grandes escritores humorísticos de la Italia de la posguerra. Desde sus cuentos del Valle del Po, y sus gentes, retrato las tensiones sociales de la época y la gente del Valle del Po. Los cuentos de Don Camilo, asociados al cómico francés Fernandel fueron llevados al cine en una serie de películas dirigidas por Julien Duvivier con mucho éxito. Colombia tiene el honor de haber hecho  una versión para televisión en los años 80, ambientada en los tiempos de la violencia de los años 50.

Imágenes tomadas de internet

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