DIESTROS Y SINIESTROS
Las discusiones
presentadas en Colombia con motivo de la marcha del pasado domingo 20 de enero
contra la violencia son un testimonio del poder y la durabilidad del
resentimiento, que es, con mucho, la emoción política más sincera y duradera
que conozco. Es fácil de estimular y como
vemos, muy difícil de aplacar. Discusiones acerca de oscuros intereses
políticos, la conveniencia de participar, la de no participar, la de comparar
con otros casos, olvidando los detalles.
O como a veces pienso, la tentación de los extremistas de dividir
la violencia en “violencia buena” y “violencia mala”. Para
quien, como yo, solo cree que existe violencia, sin adjetivos, todas estas
declaraciones son al final una muestra del resentimiento subyacente en la
ideología que seguimos. La pregunta que a veces me hago, es donde hay mas
resentimiento. ¿En las ideologías de izquierda o en las ideologías de derecha?
Un gran amigo mío, Félix Haydar, ha publicado un post titulado Ambizurdo donde expresa la perplejidad que le produce
el uso de las ideas de la izquierda o derecha en Latinoamérica, y lo mal que le
va a algunos que se proclaman “salvadores de la patria” o “mesías” y al final
resultan en experiencias muy desafortunadas como la que envuelve a nuestros
vecinos venezolanos dominados por un gobierno, que se dice de izquierda, y dice
aplicar políticas de izquierda. Para no decir que solo la izquierda es campeona
de desastres, me permito recordar que en el gobierno de Fernando De La Rúa se
aplico una ortodoxia económica neoliberal que termino en un autentica catástrofe social en el 2001 en Argentina. Todas las ideologías se pifian, porque las ideas al
final son recetas: si cocinas mal, tendrás algo incomible. No es lo mismo hacer
una pizza en un horno de leña, que uno eléctrico. Asimismo, no es lo mismo
comprar la pizza preparada y calentarla en el microondas, que prepararla y cocinarla
en sartén. No son solo las ideas, son también las herramientas que tenemos (el
estado).
Ahora bien, izquierda y derecha son paraguas que envuelven una
serie de ideas que ni nosotros mismos entendemos que es lo que pregonan, o lo
que se proponen. Antes era mas fácil: Los conservadores dejaban todo al
comportamiento y evolución de la sociedad, surgieron los liberales que
reivindicaron el supremo valor de la libertad individual y la eliminación de
privilegios, luego llegaron los socialistas que hablaron de solidaridad y,
por último, los comunistas de igualdad. Con el tiempo, las sociedades
evolucionaron, y muchas conquistas sociales obtenidas con el tiempo, son
resultado de la aplicación de esas diversas ideas. Hoy, hemos llegado a tener
políticos que se dicen de un lado, y aplican políticas del otro. Lo llaman
pragmatismo, el signo de los tiempos, lo que contribuye a la confusión. Entonces, en estos tiempos descafeinados se escogen las buenas intenciones, los ideales nobles y las bellas palabras, para diferenciar la izquierda de derecha, ya que de ideas poco; al final se se e estrellan con la realidad. La culpa no es lo mal aplicado de la formula ni el fracaso de los ideales con la realidad, sino de los otros, las circunstancias, "lo mal que están las cosas". El resentimiento. Uno de los mejores recursos que existe.
Si hemos de creer en las lecturas pareciera existir que la
historia del resentimiento en la política parece ser un asunto mas propio de la
izquierda que de la derecha. En realidad, no creo que sea tan así. Por ejemplo,
gran parte del fenómeno paramilitar fue resultado del resentimiento de un
sector de la sociedad por la incapacidad del estado de defender a sus
ciudadanos frente a la arremetida guerrillera.
Pero más allá del resentimiento, hay teorías psicológicas que
sostienen que las personas que se proclaman de izquierdas, se diferencian en el hecho hablan en esencia de
temas abstractos: La solidaridad, la igualdad, la justicia social, mientras que
aquellos que son personas de derecha, entienden mejor el funcionamiento del
mundo. Podría decirse que los izquierdistas hablan de sueños y los derechistas
de realidades. Eso es una simplificación, y tiene sus bemoles: Obviamente quien
entiende mejor el funcionamiento del mundo, tendrá las mejores herramientas
para mejorarlo. Pero a la vez, aquel que no sueña no llega a ninguna parte. Por
eso, los políticos exitosos tienen una idea del mundo mas o menos precisa, que
yo llamo “la comprensión de lo posible”. Entienden su funcionamiento, cambian
lo que pueden cambiar y sueñan lo que deben soñar.
Por desgracia, nuestra sociedad se enzarza en discusiones interminables
sobre el modelo a seguir, y la discusión en vez de mejorar su nivel, degenera en
pelotera. Soñar, en vez de hacer, imaginar en vez de participar. En el camino, aparece el resentimiento, y lo que es peor, la
irrealidad: Por ejemplo, en la anterior campaña política,
los candidatos ofrecieron promesas incoherentes o contradictorias: cambiar el petróleo
por el aguacate en 4 años, más subvenciones públicas, impuestos más bajos,
excepto para los malvados ricos y las empresas. Cosas
contradictorias e imposibles, para antes del desayuno,
pero, como el difunto Marshall McLuhan dijo, el medio es el mensaje. Esta
irrealidad, lleva a un estrellón monumental. Las ideas, como se dijo, dependen
de cómo se apliquen y las herramientas que tenemos. No es tanto cuestión de ideología
de derecha o izquierda, como de realidades y medios. Pero creemos que, gracias
a una idea, cambiamos la sociedad. Es así, pero a veces es letra muerta. Se
queda en el papel. Así, el resentimiento surge. Hemos elegido mal, y habrá quien
nos lo recuerde, y por causas elevadas. Por puro resentimiento. En nuestras sociedades, quienes tienen éxito son aquellos que entienden su circunstancia y los alcances donde pueden llegar: Ahí están Evo Morales, Juan Manuel Santos, Fernando Henrique Cardoso o Tabare Vásquez, Michelle Bachelet o Sebastian Piñera, por mencionar a algunos.
Imagen tomada de internet.
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