REVOLUCIONARIOS, AUTORITARIOS Y POLICÍAS
"Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan
nada." Frase que atribuyen a Edmund Burke, aunque nadie está seguro de
donde lo dijo. No importa; sea de él, de Martin Luther King o Desmond Tutu,
plantea una nueva pregunta: ¿Dónde están los hombres buenos? Además, hay muchas
formas de bondad, no todas útiles en la lucha contra el mal. De las ultimas,
pienso por ejemplo en la otra mejilla cristiana.
Pero ¿Qué es, en realidad, un buen
hombre? Difícil pregunta, con compleja respuesta. Pero por algún lado hay que
empezar. Gracias a los medios de comunicación de hoy, la bondad, esa virtud, se
ha convertido en la expresión de las ideas correctas, es decir, de aquellas que
coinciden con las propias. En el principio era el Verbo, entendido como
expresión, pero ahora es el comienzo, el medio y el final. Las razones válidas
no son las profundas, sino aquellas que se expresan con mejores palabras.
Quienes difieren de nuestras palabras, diciendo cosas que muestran una opinión
diferente, son malas personas. Una diferencia muy sutil, que quizá este ejemplo
explique: Los que se comportan mal, pero tienen ideas correctas, no son malos;
los que se comportan bien, pero tienen ideas incorrectas, son los malos. Para
algunos, un Uribista puede ser educado, de maneras, ser cumplidor de la ley,
tener una conducta intachable, presentar su punto de vista bien argumentado,
pero por ser Uribista es una mala persona. Igual pasa en sentido contrario: Un Petrista
puede exponer su punto de vista de forma educada y razonada, rechazar la lucha
armada, tener una conducta irreprochable, pero para alguno que no comparta sus
ideas es una mala persona. Siempre se encontrará algo por el cual se le descalifica
(o más bien, se le condena) al otro: La misma persona, su entorno o sus amigos.
En este clima, otro tipo de
calentamiento global, el de los ánimos, la sinceridad se pierde, si no del
todo, al menos en parte. Conocemos la opinión del grupo de aquellos con quienes
queremos asociarnos, y la defendemos si no queremos que nos consideren malos.
Tener una opinión propia independiente de las modas, es un caldo para conseguir
insultos de quienes piensan diferente por todos lados. Pero la mayoría defiende
su opinión con fervor de evangélico converso a veces por encima de la lógica y
la evidencia. Esta es una época donde lo importante es parecer, si no ser
racional. Entonces preguntar: ¿Cómo desecar el pantano de farsa en que vivimos?
No tengo respuesta, pero se me ocurre
algo: que cada uno piense tres cosas tangibles que prohibirían si tuvieran el
poder de hacerlo. Siguiendo a Freud, la respuesta debe darse sin reflexión; al
fin y al cabo, se dice que lo primero que viene a la mente es mas autentico que
un pensamiento elaborado en el tiempo.
Yo elegí mis tres bestias negras:
Prohibir la música en lugares públicos, el uso de camisetas de equipos de fútbol
en las calles, y restringiría el uso de la moto en las ciudades. Aquí van las
explicaciones o más bien, las racionalizaciones:
Cuando hablo de música en lugares
públicos, me refiero al reggaetón, las estridencias del rock y todo sonido afín
que sea en esencia un posible interruptor de una conversación en sitios
públicos. Es como un aerosol nocivo que nos envuelve y absorbemos como una
droga que aparece en una bebida sin que el bebedor se de cuenta. Me sorprende que los ecologistas no hayan
puesto entre sus prioridades (si es que las tienen) la contaminación acústica.
El ruido agita a la gente y tengo pocas dudas que los hace mas agresivos. Si
quieren oír basura auditiva, que lo hagan en privado.
¿Qué hay de las camisas de equipos de
futbol? Comparativamente son inocuas, frente a situaciones sociales mas
complejas. Pero tiene el efecto de hacer ver a la gente normal, inteligente o
idiota, como solemnes imbéciles. ¿Alguien puede parecer inteligente o digno con
una camisa de su equipo de futbol favorito? Las camisas son poco elegantes,
uniformizan por lo bajo, se usan en restaurantes, lo que es tosco y grosero, y
es un habito que me gustaría ver suprimido con todo el vigor de la ley.
En cuanto a las motos en las calles,
mas allá de la compleja situación social que en ocasiones encierra su acceso,
los problemas que plantea el exceso de estas en las calles, lo que me parece
indigno la vestimenta de muchos de los que se transportan en ella, la cantidad
de gente que a veces se montan en ella, y las cosas que muchas veces llevan los
conductores y acompañantes. Al final puede ser una solución para el usuario
para sus necesidades de transporte, y a la vez una demostración de la pobreza y
un deprimente recordatorio de la sociedad que vivimos.
Reconozco que mis tres prohibiciones
escogidas son una muestra de autoritarismo; pero creo que todos somos
autoritarios en mayor o menor medida; al final no creo que exista alguien que
no piense que al menos algunas cosas que deberían estar prohibidas, mas allá de
los tres mandamientos básicos: No matar, no robar, no mentir.
Considero que a los conservadores les
resulta más fácil esta prueba que los liberales. No porque los conservadores
sean por naturalezas más autoritarios que los liberales, sino porque estos
últimos son propensos a rechazar abstracciones como la injusticia, la
desigualdad o el racismo, mientras que los conservadores son mas concretos en
su disgusto. Puedes prohibir de manera tangible las camisas de los equipos de
futbol, pero como prohíbes la injusticia o la desigualdad de manera que los
ciudadanos lo vean de forma inmediata. Dígame que desea ver prohibido y le diré
que es usted.
Sospecho que mi examen seria
rechazado por los intelectuales, en gran medida porque de hacer la prueba, las
conclusiones serian similares, por encima de su perspectiva política. Pídale a
un uribista y a un petrista que hagan una prueba, y los resultados serían casi
iguales. En el fondo, todos nos parecemos.
Sobra decir que los gustos pueden ser falsificados, como las opiniones,
y en nuestros tiempos, hay demasiados intelectuales dominados por el buen
corazón, que pretenden tomar en serio cosas que sus corazones desprecian. Se
llaman a si mismo indignados, y los hay en todas las vertientes políticas. Se
disfrazan de virtuosos democráticos, seres de ideas amplias y no
discriminatorias. De allí que, si hacen
bien la prueba, nos sorprenderían los resultados. Al final, la mayoría de las personas que
dicen amar a la gente, están realmente horrorizadas por lo que esta gente hace.
“Cuantas demostraciones de amor y
solidaridad en las redes sociales, y cuanta furia cuando no se comparten mis
ideas tan nobles y superiores” No creo que nadie, en particular ningún que
se llame a si mismo intelectual, mire una multitud siguiendo un espectáculo deportivo,
o los compradores de un centro comercial, y siente dentro de su corazón que el
amor a la humanidad está creciendo.
Creo que, si la prueba se hiciera con
habilidad, revelaría el autoritarismo interno de todos nosotros, algo
profundamente arraigado en el libertario interno de cualquier persona. Al
final, como escribió Nicolás Gomez Dávila “El
traje de revolucionario destiñe en uniforme de policía”. En algo, todos
somos rebeldes y policías.
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