EL DERECHO DE LLORAR CUMPLE 70 AÑOS
En La Tía
Julia y el escribidor, Mario Vargas Llosa recordaba su paso por Radio Panamericana
de Lima; dirigida por Genaro Delgado Parker, de propiedad de su padre Genaro
Delgado Brandt, recuerda como Radio Panamericana era una especie de emisora
moderna, que rechazaba por “excesivas
concesiones al gusto popular” la emisora más exitosa de la cadena, Radio Central,
con sus escuchadas radionovelas cuyos guiones eran comprados por cajas a la
emisora cubana CMQ, cuyo dueño, Goar Mestre “Un caballero de cabellos plateados”
alguna vez vio en los pasillos de Radio Panamericana. Vargas Llosa imaginaba que en La Habana
existía una casa a orillas del mar con amplias palmeras donde grupos de
libretistas escribían las peripecias cursis que hacían las delicias de las
muchachas del servicio y eran tema de conversación en las sobremesas limeñas.
Quizá esa visión
mezcla de fantasía e injusticia, no rinde homenaje a uno de los grandes
productos latinoamericanos para el mundo: La radionovela, con sus historias de
amores contrariados, que mutaría luego en telenovela, y haría las delicias
hasta hoy de la gente: Hay que ver como la aparición de Elif en la telenovela
turca del mismo nombre, fue ampliamente discutida en las calles de Colombia. Y
la gran radionovela, la que dio el tono sentimental y popularidad al género,
fue El derecho de nacer, que hace 70 años inicio transmisiones en Cuba. Si
alguien, por ejemplo, quiere entender a Venezuela, una telenovela tipo Niña
bonita de finales de los 80 del siglo pasado, le sería de mucha ayuda.
La historia de
El derecho de nacer mezcla de un amor contrariado digno de Romeo y Julieta, y con elementos de la historia de Moisés y Edipo Rey,
atrapo a lo largo de 314 capítulos a la sociedad cubana de tal manera que las
empresas se vieron en la necesidad de modificar sus horarios de trabajo para que
sus empleados pudieran escuchar la novela. Años después, en Colombia, el
expresidente Alfonso Lopez Michelsen se levantó de una reunión porque debía ir
a ver los contrariados amores de Gaviota y Sebastián en Café, con aroma de
mujer, lo que mostró la influencia del culebrón latinoamericano en el sentir
popular.
El 1 de Abril
de 1948, Caignet arrojo a través de las ondas de la CMQ de La Habana, una saeta
ungida de sentimentalidad cuya influencia pervive hasta hoy. América y el
mundo, lanzaron el culebrón por antonomasia que hizo que el mundo llore a moco
tendido durante estos 70 años. Sus comienzos, sin embargo, no estuvieron exentos
de dificultades. No parecían de hecho los productores muy convencidos de su éxito.
Hasta nosotros han llegado la historia de como Goar Mestre sometió al
escrutinio de la escritora Iris Dávila, del llamado Buró de revisión, a quien
no lo convenció la historia por su “excesivo sentimentalismo”. Aqui una disgresión inquietante: Con el triunfo de los Castro en 1.959, Iris Dávila sera una de las fundadoras de la Federación de escritoras cubanas, donde desde su condición de asesora cultural velara por evitar el desviacionismo burgués en los nacientes años de la revolución.
Pero, por
desgracia, o por esas coincidencias del destino tan de la radionovela, la
radionovela rival de la Cadena Azul arrasaba en audiencia, y no había tiempo
para preparar otra. Pese a las dificultades, hasta las novelas tienen el
derecho de…. nacer ¡!!
Porque de una
generación ha otra se ha trasladado la historia de Elena del Junco, joven de
una gran belleza, e hija del rígido aristócrata habanero don Rafael Del Junco,
quien enamorada del hijo del peor
enemigo de Don Rafael (Hasta aquí, un Romeo y Julieta en el Caribe) y se
entrega a el en un rapto de locura, pasión
inexperiencia y éxtasis, y concibe en sus entrañas (olvidémonos de Romeo
y Julieta) un ser inocente, una criatura de Dios, a quien el padre y el canalla
seductor desean que no nazca!!!!! (acorde
dramático). Elena, transida de dolor responde: ¡Jamás lo permitiré! Esta
criatura inocente, es una víctima de nuestro pecado, y tiene ……. tiene…. (Elena
titubea) EL DERECHO DE NACER¡!!! (nuevo acorde dramático)
Esa fue la
idea que Caignet le presento a Mestre, con la intención de hacer una
radionovela según la costumbre, de sesenta o setenta capítulos. Lanzada al
aire, a los pocos días toma fuerza el personaje de Mama Dolores, la santa nana negra de la niña Elena, quien antes las infinitas lágrimas de esta acepta
llevarse lejos al “santo angelito”
que nació, y salvarlo de las perversas intenciones de Don Rafael, no sin antes
jurarle, en nombre de la Virgen de la Caridad del Cobre, que cuidara de ese
niño como si fuera suyo, y no revelar nunca, pero nunca, (fondo musical tristísimo) cual es su
origen (Ahora recuérdese a Moisés, Edipo
Rey y la Odisea).
La respuesta del publico a esta historia que mezcla
los tópicos del folletín (amores traicionados, tradiciones familiares necias,
conflicto generacional, la cobardía de un miserable, la entrega y abnegación de
las clases bajas humildes representadas en Mama Dolores) es de absoluta entrega
a la historia. La gente se irrita con la injusticia, se vuelve compasiva,
despierta su instinto maternal mientras Dolores, abnegadísima madre de un niño (¡Albertico, luz de mis ojos, hijo de mis
entrañas!) lucha frente al destino, ya que, para ellos, la
historia es la vida misma. Asimismo, ignora todos los absurdos dramáticos, las
coincidencias inverosímiles, los repentinos giros de la historia, mientras
vemos crecer al niño Albertico, que, con su inteligencia vivaz, pronto llega a
ser médico con la ayuda del Dr. Jorge Luis Armenteros, viejo
enamorado de Elena, a la que le propuso matrimonio, que ella rechaza en medio
de infinitas lágrimas y le confiesa que…. Que…
(acorde dramático) “YA FUI DE OTRO HOMBRE” (acorde dramático trágico)
Si, algo así solamente
podía ocurrírsele a Félix B. Caignet, que no escribía sus guiones de una vez, sino
de a poco, y que en los inicios de la novela estaba mucho más interesado en
desarrollar y complicar cada vez más la trama de Elena del Junco, burlada por
un malvado seductor; de Albertico, el hijo bastardo resultante de aquellos
ilícitos amores, y del patriarca don Rafael, el intransigente padre de Elena,
que transida de dolor decide vestir los hábitos de monja. Pero el éxito de la
novela lleva a alargar el relato, con la aparición del Dr. Armenteros e Isabel
Cristina, la prima de Albertico, de la cual este se enamora sin saber su
parentesco.
Por eso cuando al fin se deja escuchar en el
espacio radiofónico la voz de Isabel Cristina –encarnada por la actriz María
Valero- ya dicho personaje ha calado hondamente en el corazón de los
expectantes y sentimentales radioescuchas, tanto como ya habían logrado hacerlo
Alberto Limonta y la célebre Mamá Dolores: el ama negra que le salvó la vida,
le dio su apellido y lo crió hasta hacerlo no solamente un hombre, sino también
un médico de bien.
Aquella dilatada aparición del personaje de Isabel
Cristina respondió a una intención de Félix B. Caignet, quien como guionista se
vio en la obligación de acallar durante muchísimos capítulos a don Rafael del
Junco, quien en la trama sufre un severo colapso que lo deja mudo tan pronto se
entera de que el bondadoso y talentoso doctor Limonta, que le ha salvado la
vida, es, ¡el santo niño que el no quiso QUE NO NACIERA!!!! (Acorde melodramático)
Un ataque que en realidad no hubiera tenido
secuelas clínicas tan prolongadas, ni siquiera en esa época, de no haber sido
porque el actor que representaba en la novela a tan decisivo personaje exigió a
la CMQ un salario superior al que devengaba, lo cual derivó hacia un litigio
tan intenso como extenso. Y aunque Félix Benjamín pudo haber “matado” a del
Junco, tal como le sugirieron los directivos de la estación radial y los
patrocinadores de la novela, el más humano de los autores prefirió mantenerlo
con vida, porque en la radio alguien puede recuperar el habla, pero es imposible
que resucite.
Lamentablemente eso fue algo que en la realidad no
pudo hacer Caignet con la afamada actriz María Valero, fallecida tras en un
accidente de tránsito en el Malecon de La Habana, cuando iba a ver el paso del Cometa 45P, en el apogeo de su popularidad y de la
radionovela. Otro de los desafiantes avatares que con suma pericia y
sensibilidad logró sortear el talentoso guionista, llegado el momento de que
otra actriz asumiera el protagónico rol de Isabel Cristina. Fue por ello por lo
que una vez más –y esta vez por un imperativo de la muerte- debió ausentar
durante un tiempo al personaje para no lastimar la susceptibilidad de los
oyentes.
De más está decir que además de la sentimentalidad
que El Derecho de nacer derramaba a borbotones en las ondas
hertzianas, avatares como la imprevista y temprana muerte de la Valero avivaron
mucho más el fuego de la pasión que ya había despertado en los cubanos la
radionovela. Una pasión que no reconoció fronteras, porque su trama ha sido
llevada en más de una ocasión al cine y la televisión en numerosos países.
Tan apasionadamente se ha recibido siempre en otras
latitudes la obra cumbre de Félix Benjamín Caignet, que durante su transmisión
a través de una emisora de Lima, la capital peruana, el actor Carlos Ego Aguirre,
que representaba a don Rafael del Junco fue apuñalado en plena calle por unos
fanáticos oyentes, incapaces de perdonarle tanta maldad a dicho personaje, y
–lo que es peor- de reconocer la abismal diferencia existente entre la realidad
y la ficción.
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