Visita Vacua.
Lo
confieso, soy un monárquico de corazón. Puede parecer una idea anticuada, con
muchas injusticias detrás, pero como mínimo las monarquías son manifestación de
una idea muy arraigada en nosotros: el deseo de hacer lo que nos venga en gana.
De allí, a que sea algo que aceptemos que una persona haga su voluntad es otra
cosa. Pero algo me fascina de ella: la pompa y el intento de significación intemporal
de la monarquía como elemento de unidad nacional. Si, somos casi absolutos,
pero representamos un ideal por encima de quienes lo ostentan, parecen decirnos
Obviamente,
la monarquía tiene mucho de opereta hoy, más cuando perdida la idea absoluta,
su valor emana del que le da el pueblo. Hoy el monarca debe al mismo tiempo
parecer cercano y mantener la distancia.
La
distancia es necesaria para crear un tipo de mística; la proximidad, una
mística de otro tipo. El monarca que tenga éxito en ello debe estar cerca y
lejos del pueblo. Pero a veces se trata
de una exigencia contradictoria que conduce a una falta de sinceridad
generalizada en ambos papeles. El hombre que los desempeña nunca es él mismo, y
como el hábito se convierte en carácter, pronto su carácter se vacía de
contenido real. Llega a ser un recipiente vacío, y los recipientes vacíos
carecen por completo de interés. Eso lo vi en la visita de los Duques de Sussex
a Colombia.
Harry
y Meghan, según las noticias se encuentran alejados de los deberes de la
monarquía, e intentan hacer una vida en EE UU lejos de los corses impuestos por
la monarquía inglesa. Son miembros de la realeza, pero a la vez no son
representantes del estado británico. En esa indefinición, ese tener privilegios,
pero no deberes, se mueven. Al final, resultan siendo personas que aprovechan
su nombre para servir a intereses, casi siempre de fundaciones que proveen antes de buenas causas una
forma de vida a los duques. Son personajes de farándula en una sociedad donde
importar el ser famoso per se: si fueran condes como el hermano del Rey de Holanda,
su visita pasaría desapercibida.
Foto de Eric Charbonneau
Ya
estoy en una edad en que no me escandalizo con nada, pero admito que el evento
que presencie, con bailes que buscaban ser una representación de algo nuestro tomando
elementos del Carnaval de Negros y blancos de Pasto, me pareció de una vacuidad,
que ni la vicepresidente y el ministro de cultura presentes pudieron disimular.
Precisamente, por ser una representación, que nadie entendió, alejada de los supuestos objetivos de los Duques. Si eso fue así, estaría dispuesto a pagarles
para que no vinieran los duques. Pero al parecer como escribió Shakespeare, la
vida está llena de historias de este tipo “llena de ruido y furia,
que nada significa.”
Harry
y Meghan, como muchas figuras públicas (y esto incluye algunos políticos
electos) son tan adictos a los focos de atención que no pueden prescindir de
ellos; la vida pierde su sabor y su sentido para ellas. Los expresidentes de
cualquier parte a veces caen en eso: obtienen lucrativos contratos para escribir
sus biografías, dictar conferencias muy bien pagadas para decir cosas tontas del
tipo “hay que tomar decisiones en base a la información posible”, “las
responsabilidades son grandes y hay que rodearse de un buen equipo”, etc., etc.
son tan obvias que estas charlas sólo tendrían interés si contarán que se la
pasaron jugando dominó durante su administración y que gracias a que retó a
jugar al adversario y ganó la partida, evitó una guerra. O que las decisiones
las tomaba gracias a una cara y sello. Pero al menos, estos hombres lograron llegar
a algún lado gracias a algún mérito, y se esforzaron en ello. Pero para Harry y
Meghan, la fama sin méritos ni logros reales —la más común— es como un globo de
fiesta agujereado que hay que mantener inflado mediante un bombeo constante, de
lo contrario se desinfla por completo y se reduce a un trozo de goma empapado y
poco impresionante en el suelo.
Tal
vez siempre fue así, hasta cierto punto. Las personas que adulaban a los
favoritos de la corte dejaron de hacerlo en el momento en que cayeron en
desgracia; de hecho, podría llegar a ser peligroso incluso reconocer su
existencia continua. Aquellos que alguna vez se instalaron en instituciones
como hospitales o universidades como colosos fueron olvidados en el momento en
que se jubilaron. Pero, sin embargo (o eso me parece a mí, no puedo demostrarlo
científicamente) hay más personas ahora que sienten la necesidad de
estar a la vista del público para no sentirse aplastadas por la conciencia de su propia insignificancia, y, por lo tanto, traquetean con
furia en las redes buscando el ruido para lograr atención. Como los personajes de esta historia.
Imagen tomada de: https://www.lapatilla.com/2024/08/16/asi-ha-sido-el-primer-dia-del-principe-harry-y-meghan-markle-en-colombia/
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