DEBERÍA Y EL CUENTO VIEJO DEL HUEVO Y LA GALLINA
En medio del ruido ya habitual de escándalos de este gobierno y con la renuncia del ministro Bonilla, ha pasado algo desapercibida la aprobación de la reforma al Sistema General de Participaciones (SGP) que aumenta del 23.8 al 39.5 % las transferencias que el gobierno central gira a las regiones, con las consecuencias eso trae: Ya todo el equipo económico del gobierno, gremios, calificadoras de riesgo señalan las terribles consecuencias que puede traer esta reforma a las finanzas de la nación, si no se tienen claras las competencias que la nación entrega a los municipios. Las observaciones pueden ser muy válidas, y sensatas, y por ello se estableció que para la aplicación de esta ley, es necesaria una ley de competencias en un año.
Es tal vez la reforma más grande del estado en mucho tiempo: como bien lo señaló Eduardo Verano gobernador del Atlántico “Esto marcará un antes y un después en nuestra Nación. Durante décadas, los municipios y los departamentos han sido relegados a un segundo plano porque no tienen los recursos. La centralización de los recursos y del poder ha generado profundas desigualdades en las regiones. (...) Es necesario destacar que este proyecto no va a quebrar a Colombia. Hay que darles paso a las entidades territoriales y para ello es necesario disminuir el tamaño del Gobierno central” (1). Hay que recordar que Verano, además de gobernador del Atlántico, es un viejo luchador del tema de la regionalización y fue constituyente del 91. Y en la Constitución del 91, se estableció la regionalización del país, como una forma de luchar contra las desigualdades regionales que ya existían en ese momento. Dicho de otra manera, esta ley es un desarrollo de los derechos establecidos en la Constitución del 91. En ese sentido, es de aplaudir.
Desde hace por lo menos 50 años, se sabe que el estado centralista surgido a la luz de la constitución de 1886 ha agravado las desigualdades territoriales, en privilegio de los centros de poder, y en contra de las periferias. Un estado que ha demostrado en multitud de ocasiones “paquidérmico” en su respuesta a las necesidades de las regiones, y que hace 50 o 60 años podía tolerarse, pero hoy es un tema constante que produce rechazo. Eso no quiere decir que sea malo per se, el estado puede y debe ser centralizado en ciertos aspectos: defensa, orden público, política exterior, por citar algunas áreas. La realidad es que tenemos un estado que ha creado un sistema que se justifica a si mismo, y que como resultado no esta presente en muchas áreas, y cuando las regiones reclaman por ello, las respuestas son paños de agua tibia, o soluciones provisionales. Lo peor es que se justifica a si mismo: los tímidos esfuerzos de regionalización después del 91 fueron saboteados abierta o soterradamente: desde la reforma a las regalías con la excusa de la corrupción, hasta el saboteo velado a las RAP surgido en la Ley de ordenamiento territorial 1962 de 2019, que terminó convertida en una instancia adicional de decisión. Sin embargo, hay que reconocer que algo se hizo. Pero como señala el exministro Amylkar Acosta: "No obstante, en el transcurso de estas últimas tres décadas se ha venido dando en el país una descentralización que no dudo en catalogar como disfuncional, consistente en delegar funciones y competencias a las entidades territoriales, pero sin girarle los recursos para poder asumirlos (…)" (2). Es el paso más importante en años para la descentralización del país.
Claro tiene enemigos poderosos: desde los técnicos del estado colombiano, hasta los miembros del gobierno, que son capaces de volver letra muerta una ley, o al menos retrasar su puesta en marcha. Habrá multitud de informes sobre la inconveniencia de esta ley, las discusiones sobre las responsabilidades a entregar a las regiones serán interminables, y las acusaciones sobre corrupción regional pan de cada día. Es necesario que la sociedad y los valedores de este proyecto sean vigilantes en los pasos a seguir para hacer esto realidad. Pero es algo necesario, y los políticos por las razones que fueran, eligieron el huevo sobre la gallina.
Mucha gente verá esto inconveniente; yo no soy de esos aunque sé que muchas observaciones son válidas y “el diablo está en los detalles, y es puerco”; pero creo que es un paso en el sentido correcto para resolver desigualdades, y quiero dejarlos con esta idea: En una columna en el Espectador, Catalina Ruiz Navarro contaba que tomó un taxi en Bogotá, y quedó atrapada en esos de trancones tan habituales en la capital; comenzó a quejarse y el taxista, un hombre mayor le dijo que no se quejará tanto de Bogotá, que era una ciudad que recibía a la gente, y daba oportunidades de prosperar, como a él, que le debía todo a Bogotá. Concluía el taxista con un “En Colombia no hay otra ciudad como Bogotá”. Catalina no le dijo nada, pero pensó “Si, como Bogotá no hay dos: pero DEBERÍA haber más”. En ese sentido, este es un paso en esa dirección
Fuentes:
(1) https://www.eltiempo.com/politica/congreso/asi-se-aprobo-la-reforma-al-sistema-general-de-participaciones-que-buscar-darles-mas-recursos-a-las-regiones-3405388
(2) https://revistametro.co/2024/02/la-inaplazable-reforma-del-sistema-general-de-participaciones-sgp/
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