BREVE RESEÑA DE EL NIÑO QUE FUIMOS DE ALMA DELIA MURILLO
“Entonces
navegar se hace preciso
En barcos que se estrellen en la nada
Vivir atormentado de sentido
Creo que esta sí, es la parte más pesada”
Fito Páez -Al
lado del camino
Cuando leía El niño que fuimos (Alfaguara, 2019), recordé algunas lecturas del
poeta Rainer María Rilke. En redes es fácil encontrar que Rilke dijo que la
verdadera patria del hombre es la infancia. Pero yo prefiero recordar esta cita
que en Cartas a un joven poeta:
“Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpa a él. Acúsese a sí
mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas.
Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que
le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallará en una
cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los
ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y
regia, ese camarín que guarda los tesoros del recuerdo?”
Quizás la infancia se mitifica (puede ser tan horrible como es el mundo)
pero lo cierto es que Alma Delia Murillo, en esta novela vuelve a la infancia
de 3 personajes castrados sicológicamente y que tienen un inesperado
reencuentro en sus vidas: Óscar arquitecto y docente, incapaz de comprometerse
que llena sus noches de alcohol y sexo, Román, diseñador de modas exitoso, frívolo,
homosexual, promiscuo adicto a los ansiolíticos disfraza sus inseguridades en
arrogancia y María, profesora de baile, embarazada de casi 7 meses, con una
relación de pareja en crisis por la infidelidad de su pareja, un hombre mucho
mayor. Todos ellos tienen en común el haber estado en un Colegio-Internado
donde compartieron momentos de felicidad, para luego ser lanzados a la
realidad.
Aunque es una novela muy mexicana, cuyas referencias culturales son muy
específicas, es posible distinguir un tema universal, con ecos de las historias
de Charles Dickens, en particular, Oliver Twist. Es una historia que nace de abandonos, donde los niños han sido enviados allá
por diversas razones: Óscar por la enfermedad de su madre, Román por la
ambición de su familia, y María por ser la menor de una familia numerosa con
una madre soltera que no puede cuidarla.
A diferencia de muchas historias, el internado se muestra como un lugar
protector, con profesores y personal realmente preocupados por los internos, aunque
algunos de ellos contengan una carga de sadismo, alejado de descripciones
literarias como un sitio de horrores. Pero el horror existe: Es el mundo
exterior al cual serán lanzados en su momento. Se podría pensar que al final
estos muchachos están de alguna forma en un útero materno, y el nacimiento (es
decir, la salida del internado) tiene mucho de dolor.
Pero los personajes se encuentran mucho después, en un entorno moderno (hay
referencias a redes sociales, comunicaciones vía IP) para cumplir la promesa de
volverse a verse. No es un encuentro sencillo, cada uno de ellos ha llevado su
vida y de alguna manera han logrado el éxito, pero no resuelven el dilema intimo
que cargan que se disfrazan de terrores. Al final los tres enfrentan esos
terrores y deciden o son llevados a enfrentarlos. Al final, Óscar quiere un
sentido para su vida; Román justicia (vestida de venganza) y María huir de la
pobreza. La historia plantea una solución para cada uno de ellos, y quizás les
permita volver a ser el niño que fuimos.
Uno de los aspectos mas brillantes del libro es que es posible encontrar
referencias muy veladas a los autores que influyen sobre la prosa de Alma
Delia:
“Óscar se cerró como una concha y se mantuvo
atrapado dentro de sí hasta que llegó esa tarde que los amigos recordarían con
detalles sorprendentes y difíciles de creer.”
El niño que fuimos, pág. 135
Vuelven muchos de los temas que Alma Delia trata en sus obras: el rol de la
mujer, el racismo y el clasismo en la sociedad mexicana, la violencia, el machismo,
con una visión alejada del panfleto. Un relato muy fresco, vivaz, con
personajes bien construidos, fluido, que tras su aparente superficialidad
aborda un tema muy profundo y actual en estos tiempos “egoístas y mezquinos,
donde nadie escucha a nadie”: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Cada quien se da su respuesta, y cada quien
lleva su cruz como puede, parece decirnos la autora.
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