“Demiurgo inefable invades el ámbito de imágenes
que decoran el silencio de las almas.
Surgen de tu mágico filtro el melodioso
lenguaje esencial y puro”
JORGE ARTEL
Alfredo Gómez Zurek (1932-1997). Un
personaje cuya memoria se borra lentamente del recuerdo de los barranquilleros.
Ramón Bacca lo atribuye a sus múltiples facetas: Músico, crítico, docente,
poeta, ingeniero químico, a ratos pintor, hizo mucho, pero no se concentró en
nada. Fue el primer director del Teatro Municipal, y le dio el adecuado brillo
en esos primeros años.
Alfredo, hijo de un guajiro bohemio
compañero de parrandas de Jorge Artel, fue criado por su madre, una mujer de
excepcional belleza que lo inició en las bellas artes, mundo donde se movió
como pez en el agua. Desde muy niño
realizó estudios musicales en el Conservatorio de Bellas Artes, estudio
Ingeniería Química, disciplina que alternó con estudios de piano e historia de
la música con Otto de Greiff. Igualmente, fue miembro fundador de la Alianza
Colombo Francesa y presidente de su junta directiva por más de una década.
Alfredo fue partícipe y testigo de la vida musical de Barranquilla, y una voz
que los investigadores musicales colombianos consideraban indispensable para la
música colombiana. Famosa fue su corrección a La Historia de Opera en Colombia,
de Monseñor Perdomo, cuando le entrego la documentación correspondiente a la
Opera de Barranquilla de los años 40, dirigida por Pedro Biava, que Monseñor
Perdomo no conocía. Al preguntar por el origen de las fotos, Alfredo señalo un
niño en una foto, y dijo: “ese niño soy yo”.
Fue miembro de la comisión
coordinadora del suplemento del Diario del Caribe (Cuya historia está por
escribirse), pianista, vendedor de pinturas y crítico musical, y reseñista de conciertos, profesor
y burócrata cultural con gran tino. Alfredo, decía Ramón, formaba parte de la
"izquierda exquisita", porque en esa época "lo in era
ser de izquierda, y Alfredo representaba las bellas artes".
Fue un poco después que los conocí en
algún Concierto del mes, cuando estando con el profesor Assa, Alfredo se
acercó a saludar. Assa nos presentó: Yo sabía quien era Alfredo, y lo saludé. Entonces
Assa dijo de mí: “No se deje engañar, pese a su cara de bobo, se puede
rescatar”. Yo sólo disimule, y Alfredo solo me dijo:
-Mijo, tranquilo, eso es un elogio al
final.
Obviamente, cuando empecé a asistir
al teatro, y a la tertulia de la Librería Vida, nuestra relación fue un poco
más cercana. Alfredo mantenía la distancia en el trato, siendo cortés y ya en
confianza, era capaz de brindar historias malévolas:
Una vez, en la librería Vida,
hablamos de actores gays famosos, y de pronto me dice:
-Ve, yo tengo un amigo médico, de
Sitionuevo, que tiene su mansión en Hollywood frente a la de ese actor famoso
que dicen que es gay, ese de Gigoló Americano, ese muchacho muy guapo
-Ah, Richard Gere - dije yo.
-Ese mijo, mi amigo me cuenta que eso
es un desfile de muchachos guapos interminable toda la semana en la mansión del
actor.
Alfredo, como siempre decía, creía que lo había
visto todo, pero Ramón recuerda que una vez viendo Gritos y susurros de
Bergman, al ver la escena donde Ingrid Thulin rompe una copa se autosatisface con el vidrio roto, Alfredo exclamó:"No, esto es demasiado, aun
para nosotros" Y se salió de la película.
Alguna vez, comentó hablando del
narcotráfico y los arrebatos moralistas que cada tanto salían a flote sobre el
tema comentó: “Mijo tenemos que aceptar que todos nos tomamos nuestros whiskies en
la reinauguración del Hotel del Prado, y aplaudimos a rabiar a su dueña".
Dueña, que años más tarde, arrestaron en Suiza por narcotráfico.
Mas allá de la anécdota personal, Alfredo fue
fundamental en la Cultura de Barranquilla, por lo menos de 1960 hasta su
muerte. Primero como presencia, luego animador, después como pianista y docente, y finalmente
como director del Teatro Amira de la Rosa. De eso hay infinidad de testimonios.
Algunos Rincones de Casandra sobre crítica musical fueron escritos por él, y
revelan una enorme agudeza. Como director del teatro, dio lustre y brillo a ese
lugar, y a la vida cultural de Barranquilla. Abrió las puertas y se preocupó
por animar la vida cultural, como diciendo “Aquí hay un sitio para hacer cosas
grandes”. Después la dirección fue ocupada por burócratas eficaces de carrera
del banco, pero carentes de brillo, y en ocasiones de sensibilidad.
No queda mayor testimonio de su trabajo. Unos pocos
poemas dispersos en algunas antologías, críticas musicales dispersas en libros
y revistas, e imagino que deben existir grabaciones de él, pero no las conozco.
Ya retirado, dijo que quería escribir las historias de vida de algunos europeos
que después de la II guerra mundial se quedaron por estas tierras; la muerte el
30 de octubre de 1997, a la salida de un concierto en Bellas Artes, nos privó
de conocer esas historias.
El profesor Assa me dijo alguna vez,
que “Nadie es irremplazable, pero algunos son mucho más difíciles de
reemplazar”. No hemos encontrado en Barranquilla quién reemplace a Alfredo. Parafraseando sus palabras, él era demasiado, para nosotros.
Imagen tomada de www.elheraldo.com.co
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