REFLEXIONES DE UN DESVELADO SOBRE ELECTRICIDAD
Si fuera marxista o conspiranoico, me sentiría tentado a decir que el cambio casi
obligatorio a ciertas cosas es una conspiración de los ricos contra los pobres
para esclavizarlos aún más. (Por pobres, me refiero, por supuesto, a
los relativamente pobres, no a los absolutamente
indigentes). Por ejemplo, los cambios que trae el cambio climático, comer sano
y los autos eléctricos.
Ni hablar de comer sano. Todos los productos que al parecer son saludables,
orgánicos, y que cuidan tu salud manteniendo bajo el colesterol, los niveles de
azúcar, el acido úrico, son mas costosos que la gran mayoría de los alimentos
comunes que consumimos. Las verduras incluidas: deben ser ”ecoamigables”,
sin aditivos químicos, peligrosos insecticidas ni conservantes vagamente cancerígenos.
Igual, un 15 o 20 % más costosas que las normales. Los huevos de gallinas sin estrés,
mas costosos que los que se consiguen en el mercado de Barranquilla, o en
cualquier tienda. La comida Kosher. Ah, y la higiene.
Después de recorrer el mercado de Barranquilla, es fácil concluir que muchos
de los relativamente pobres tienen vehículos viejos, baratos y sin duda
contaminantes. Muchos de estos pobres necesitan este tipo de vehículos para ir
a donde sea que necesiten ir. Los comerciantes y artesanos en un negocio
pequeño a menudo tienen camionetas Diesel y a gasolina viejas que pronto
estarán prohibidas, como ya están los coches de tracción animal (que existan todavía
en nuestras calles es muestra de la debilidad del estado que sigue permitiendo el
abuso de los pobres burros y caballos: dirán que es por falta de civismo, pero
en realidad es falta de dinero y voluntad política); tendrán que reemplazarlos
por tipos eléctricos mucho más costosos. Esto tendrá la gran ventaja de
obligarlos a endeudarse para comprarlos o a cerrar por completo, dejando así el
campo a las empresas más grandes. Esto no sería más que un pequeño paso en la
marcha hacia el monopolio que predicen los marxistas. Al final, tener un vehículo de tracción animal podría ser mas económico que un auto normal.
Por supuesto, la justificación para la transición a los autos eléctricos
es que son más “amigables” con el medio ambiente, como si el medio
ambiente fuera una persona solitaria con la que se debe ser amigable. Y no
se puede negar que los vehículos eléctricos tienen ciertas ventajas: en su capacidad
individual, arrojan menos gases nocivos y hacen menos ruido, tanto es así que
los desafortunados peatones a veces no pueden oírlos venir.
Pero siempre he creído que los efectos contaminantes se transfieren a otros
lugares. Ya no se requiere gasolina, pero si metales necesarios para hacer una batería:
las minas de donde se sacan esos minerales. Los vertederos donde colocar las baterías
obsoletas. Eso sin contar la electricidad para los millones de vehículos.
Ah, también la electricidad debe ser amigable. Recuerdo que hace muchos
años leí Apagón (Overload) de Arthur Hailey, donde se narraban
las peripecias de un ejecutivo de una compañía de electricidad de California,
un estado con constantes situaciones con sus plantas generadoras. Este
ejecutivo, Nim Goldman testifica en un juicio y hace la observación que producir
energía es contaminante, incluso la solar, o la eólica. No mencionó la nuclear,
porque está ya comenzaba su purgatorio: Todavía estaba reciente el recuerdo del
accidente de la planta Three Miles Island, en el momento de la publicación del
libro.
Parece ser que se está desarrollando una extraña alianza entre los ambientalistas,
por un lado, y enormes intereses capitalistas por el otro. Creo que los
ambientalistas quieren tecnología “verde” no tanto para preservar el
medio ambiente, cuyos aspectos estéticos les importan más bien poco, sino como
evidencia de que les “importa”, como el botoncito de likes de facebook. Un molino de viento blanco de 600 pies en un
hermoso paraje no los ofende (a la mayoría, no faltan los ecologistas
radicales, que, como buenos fanáticos, también quieren proteger el paisaje) y al
contrario, se regocijan con él; no ven una monstruosidad que mata pájaros, sino
un símbolo casi religioso de salvación, muy parecido a como solían colocarse
cruces en el campo en los países cristianos. Eso sin
contar el efecto que producen los parques eólicos en los lugares donde han sido
instalados, y la contaminación que sobre en ello trae.
Al final es una alianza poderosa: reducir la dependencia al carbón y el petróleo
de un país sin estos recursos es políticamente rentable. Mas si añades el uso
de “tecnologías limpias” y amigables. En cuanto al efecto real sobre el
medio ambiente, si el molino de viento ahorra o gasta energía en general es
algo que muy pocos de ellos podrían calcular, pero no viene al caso: al final hay
que demostrar ser “ecoamigable”.
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