NATURALEZA CRIMINAL


La mayoría de la gente, supongo, estaría complacida con la muerte de una rata. Las ratas tienen muy mala fama: La salmonela, la leptospirosis, la enfermedad de Weil o el hantavirus son solo varias de las enfermedades que pueden transmitir. En el pasado se comprobó que eran transmisores (“vectores” es la palabra aséptica que se usa) del cólera, la rabia y la peste. Pero me surge la duda si la gente podría resistir ver morir una rata, como me sucedió hace unos días.

Un amigo que trabaja en control de plagas me explico que el veneno para ratas es un anticoagulante y el ratón muere de hemorragia. Es decir, desangrado. Hace unos días encontramos una rata muriendo cerca del sitio donde se colocan las basuras del edificio para ser recogidas. Estaba jadeando, lanzo unos chillidos, convulsiono, y después de un momento, se quedó quieta. El portero, que estaba presente, la recogió con una pala y la metió en una bolsa, que oculto con la basura.

Ignoro si esa rata se enveneno en mi edificio o en el edificio vecino. Pero la realidad es que eso no nos importaba. Sabíamos que era un animal peligroso, y verlos era desagradable y perturbador.

Es extraño cómo se dota a los animales de cualidades morales. En la literatura hay muchos casos: Los cerdos de La granja de los animales de Orwell, que de oprimidos terminan en opresores, serían un ejemplo de ello. O una obra clásica infantil como El Viento en los sauces, donde se dota a diferentes animales de cualidades victorianas. La realidad es que los vemos con simpatía, pese a que en la realidad resulten animales muy peligrosos: las palomas, tan simbólicas en ocasiones, son consideradas ratas con alas, transmisoras de enfermedades. Algunas ranas, son venenosas, pese que son considerados animales sabios en la literatura. Discutible o no, le infundimos a los animales cualidades humanas, incluso a las plantas: No es lo mismo las espinas de una rosa que las de un cactus.

Absurdo, por supuesto. Los animales y las plantas no son agentes morales y no pueden hacer más que lo que hacen. Soy perfectamente consciente de esto, pero cada vez que veo el espectáculo de un animal glorificado (por ejemplo, el perro, el mejor amigo del hombre), me emociono; y frente a otro denostado, (las ratas, por ejemplo), tengo sensaciones de disgusto. Al final soy muy convencional en este tema.

Podría concluir, pues que estas emociones no son razonables, y no constituyen una guía adecuada para la acción. Me producen horror las serpientes, pero no puedo negar que son necesarias para controlar roedores. Es pues, un recordatorio útil para recordar que la emoción fuerte no es una buena razón para hacer algo en algunos campos, y una pésima guía para la política. Pascal decía que El corazón tiene razones que la cabeza desconoce; pero lo contrario también es válido: la cabeza tiene razones que el corazón desconoce. Un cierto equilibrio es necesario. Por desgracia, las razones del corazón van en aumento, con resultados desastrosos.

Imagen tomada de internet 

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