PICO Y PLACA PARA BURROS
Le oí decir en televisión a Juan
Gossaín en una entrevista que “en Barranquilla suceden cosas que no ocurren
en ninguna otra parte”. Puede que sea así, en esta ciudad ocurren cosas increíbles,
pero pienso que en el resto del país no están muy atrás, al menos según las noticias
que leo en la prensa cada tanto.
Si quisiera resumir las noticias,
diría que en este país somos muy aficionados a creer que, para toda situación,
hay una ley que soluciona todo, que deja a todos felices, y a los bien pensantes
alegres. Una ley que al final, es ilegal, impráctica, o imposible de cumplir.
No había terminado el ruido que
produjo el acto de lambonería de presidente del congreso con la placa a Álvaro
Uribe Vélez, para entrar a discutir la luminosa idea del decreto anticonsumo
del gobernador de Antioquia, Luis XV (llamado así no precisamente por su estilo de gobierno),
decreto mediante el cual pretende regular el uso de los parques para el consumo
de sustancias psicoactivas, y así proteger a “nuestros niños” del deprimente espectáculo
de ver drogadictos y desechables. El gobierno aplaude la iniciativa, pero hay
quien también señala que el decreto es inconveniente, ilegal e
inconstitucional. Puede ser, pero nadie ha dicho algo que se cae de su propio
peso: No se ve una forma realista de llevarlo a la práctica. Por lo menos, yo
no lo veo. ¿Vamos a tener letreros en los parques que señalen este pico y placa
para burros? ¿La policía va a estar 15 minutos antes del pico y placa,
pendiente que el decreto se cumpla? ¿Cómo se va a controlar el espacio delimitado
para aspirar? Si digamos, que yo cruzo la calle del parque, me siento en una
acera enfrente a fumarme mi porro, ¿estoy infringiendo la ley? Eso sin contar posibles
violaciones de derechos constitucionales de fumadores y adictos.
Al final, este decreto entra en
una colección de normas bien intencionadas, que, en nombre del orden social, se
entrometen en el ámbito privado. Recuerdo que hace muchos años, un alcalde de Medellín,
Jose Jaime Nicholls, firmó un decreto sancionando a quienes difundieran chismes
sobre las personas. Para él, atentaba contra el orden social. Razón tiene. Pero
a veces, la razón, no cambia los hábitos. Daniel Samper Pizano, en una crónica, mostró lo impráctico de hacer cumplir la norma: “Señor alcalde, oí en la
Plaza de Toros, que un grupo decía que Charles Bronson era marica. Investigue”
escribió. “En el bus que me llevaba a
Laureles, dos personas hablaban de una tal Wendy, a quien Alirio, el marido le
daba unas muendas de espanto. Una de las personas se llama Cindy, trabaja con un
tal Rafael, ahí le dejo el dato para que la alcaldía se gane unos pesitos,”
escribía, mostrando lo ridículo y difícil de hacer cumplir la norma.
Otra muy noble y bien
intencionada, era la norma que obligaba a que los nombres de los negocios debían
ir en español de los tiempos de Turbay Ayala. Sanciones y multas abundaban. Pero
en la realidad, el desarrollo, es mucho mas tozudo. Por mucho que se defienda
el idioma, la gente tiene el derecho de expresarse como desea, y si existen
restricciones se deben limitar al ámbito estatal. Extenderlo al ámbito privado,
hubiera implicado la necesidad de crear una policía del idioma.
Volviendo al lambón bachiller Macías,
mucha gente se indignó por el acto de la placa. Se le saco en cara, que estaba
infringiendo la ley, más exactamente el Decreto 1678 de 1958 que establece normas que
prohíben nombrar edificios e instalaciones oficiales con el nombre de personas
vivas, salvo si hay una ley de honores. La realidad es que existen obras como el
Viaducto Cesar Gaviria o el Estadio Edgar Rentería de Barranquilla que muestran que la Norma es en esencia, letra muerta. Es tan muerta que no tiene sanciones si se infringe,
de acuerdo con lo que leí. En medio de sonrisa por la jugadita del bachiller,
hay que ver que, en este país, somos dados a discutir la ley, pero poco a
trabajar por la convivencia de forma realista.
Todo lo anterior
es una muestra de una realidad muy colombiana: Creemos que la ley es garante de
nuestros derechos, y que toda situación irregular, debe ser sancionada por
norma. Puede ser, pero la realidad es muy terca: Nos muestra que la ley, por
bien intencionada que sea, no es suficiente para la convivencia en sociedad. A
veces porque no tiene dientes; a veces porque su campo de acción es difuso; al
final se necesita algo más; algo sobre comportamientos, creo. Eso, antes lo
llamaban moral. Ética.
Comentarios