PARA AMAR A ANDRÉS FELIPE ARIAS (U ODIARLO, SI LO PREFIERE)


Volvió Uribito al país. Extraditado, deportado, lejos del ojo público. El “Mandela de Colombia”, “Victima de la persecución política de la Corte y Santos”, “Un criminal que dio el dinero de los pobres para los ricos” “Un delincuente disfrazado de perseguido político”. Bellezas de ese estilo leemos en las redes. En todas las ocasiones, un dulce sentimiento surge: El odio. Hacia él, o hacia sus perseguidores.

Andrés Felipe Arias además, es perfecto para ser odioso. A lo largo de su carrera, se mostró arrogante, pagado de sí mismo, imitador de otro más odiado que él y  finalmente, jugando el rol de víctima: de las circunstancias, de la maldad de otros, de la viveza de otros. Tales personas son odiosas. Es un placer y casi un deber odiarlos. Si no odias algo o alguien, ¿Crees realmente en algo?


En las redes, se juega el odio al odio. Odio a los que odian a Arias, Odio a Santos, que persigue a Arias, Odio a los que odian las cosas equivocadas, es decir, las cosas que no odio.

Si leo una perorata llena de odio en internet, en muchas ocasiones disfrazada de indignación, la respuesta es mi responsabilidad. Ah, la indignación. Esa sensación de enfado ante lo que creemos injusto: Arias, bandido, les dio dinero a ricos en vez de campesinos pobres, y además dejo que se lo robaran. Arias, pobrecito, no se robo un peso, y los verdaderos ladrones posan de gente bien, y el pobrecito, separado de sus hijitos, pagando 17 años de cárcel. Ahí nos quedamos, así respondemos. Es una simplificación, claro, pero no quiero extenderme: Al final, la conclusión es igual: No voy a modificar la opinión y juicios de odio expresados.

Si quiero dar una respuesta a esa perorata, tengo el deber de considerar los hechos, y guardan relación con la realidad y la emoción expresada, y que quiere que los demás compartamos.  En el caso, Arias no es Mandela, es una simplificación interesada decir que Agro Ingreso se le dio dinero a los ricos que se le quito a los pobres, dudo mucho que sea víctima de ese genio del mal que es Juan Manuel Santos (de hecho, Arias lo apoyo de manera decisiva en el 2010, cuando terminada la primera vuelta corrió a apoyarla. Ese apoyo se pago con la embajada en Italia, de la que no pudo posesionarse) y la Corte cambio su jurisprudencia para condenar severamente a Arias, y algunos de sus colaboradores (Cosa que se olvida). Que este de acuerdo o no (Tengo mis dudas, si se lo preguntan) es irrelevante: Al final era un fugitivo de la justicia, que quiso burlar el cumplimiento de ella, alegando persecución política y pidiendo asilo.

Alguien podría responder: “Bueno, eres una persona educada, tienes los medios mentales para examinar las afirmaciones hechas en una perorata, y la sofisticación para controlar tus emociones”.  Pero eso es dividir el mundo en dos: Los educados, quienes tienen los medios para leer las opiniones llenas de odios, emitir opiniones equilibradas y aquellos más numerosos, que no lo hacen. Sin embargo, los hechos en este caso, al menos empíricamente, muestran que los educados son los que han caído en las peores doctrinas (Quien señalo que Arias era Mandela fue un economista con pergaminos que posa de analista en diversos medios) y son los que han elaborado las peores teorías. La educación no es un escudo contra la estupidez, y menos aún, contra la brutalidad.

Me parece que al final, nos hemos estancado en la realidad, que las personas, educadas o no, expresaran las ideas mas viles. Y quienes creemos argumentar contra esas ideas viles, sentimos que tenemos el trabajo de Sísifo. Lo que me pregunto al final, es ¿A quién sirve este odio?  A aquellos que al final, no quieren que el país cambie es la respuesta que me doy.




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