LECTURAS VAGAS No17 A LA CAS(Z)A DEL CHICO ESPANTAPAJAROS DE JOHN BETTER
EL CHICO ESPANTAPAJAROS: UNA MUÑECA ROTA
John Harold Better es mi amigo.
Le tengo mucho afecto a la persona que hay detrás de esa imagen de enfant terrible de la literatura
colombiana. No espero que ese afecto sea reciproco, pero creo que John, pese a
sus defectos, (y sus virtudes) me ha demostrado que el sentimiento es mutuo.
Nuestra relación nació de mi admiración y respeto por su obra; circunstancias
de la vida nos fueron acercando, dando origen a una relación, que para mí tiene
mucho valor. Yo a veces me burlo, diciendo que soy como un hermano mayor para él,
que lo apoya en el mundo de incomprensión y estrechez que le rodea. Burla y
burla, sin embargo, me comporto a veces como su hermano mayor, listo para
apoyarlo.
Me había resistido a darle una
opinión sobre su novela A la cas(z)a del Chico Espantapájaros, no solo por la
amistad que nos une, sino por el hecho que fui un testigo de la Génesis del
libro. Conozco muchas de las claves que dieron origen al relato, algunas
correcciones, y puedo detectar algunas fallas del texto. Fui de los primeros en
Barranquilla que tuvo el libro, de los primeros en leerlo, y de los primeros en
dejarlo por la mitad. La primera vez, simplemente no pude con el texto. Pasaron
unos meses, tome aliento y lo volví a leer; esta vez sí logre terminarlo, y
entender el relato, que a la primera me fue esquivo.
El juicio literario puede ser
cruel; privilegia lo importante sobre lo bueno. En este caso los críticos o académicos
han dicho que es una novela queer que cuestiona masculinidades, una novela
marginal, una novela gay, un hito literario en el caribe, etc, etc. Eso quizá
es clave, pero no responde si al final el libro es bueno, y seguirá diciendo
algo a las generaciones venideras; y mi juicio imparcial (espero) es que, pese
a sus enormes defectos, John ha escrito una gran novela.
Si buscara clasificar esta
novela, diría que es en esencia un Bildungsroman:
La vieja novela de formación, tan querida a los novelistas alemanes (Goethe,
Thomas Mann) que nos narra la formación de un espíritu, en este caso un joven, Greg,
que se siente distinto una ciudad que no le ofrece alternativas para alguien de
su personalidad. Que sea gay, es más
bien relativo: Greg es un joven sensible, delicado, que desde niño se siente
diferente y una muñeca rota, para quien la música, el alcohol, el sexo y los
amigos son un escape a una realidad que les rodea. Esa dualidad evasión versus
la realidad campea todo el relato: Desde las aventuras de Greg, Sandy, WC Boy,
y sus sueños de huir de las ardientes calles sin futuro, a las apariciones un
tanto fantásticas de la familia del protagonista, en particular la madre y la
abuela que son claves en el relato.
Que la ciudad sea Barranquilla,
se reconoce por algunas referencias; pero importan más algunas casas y calles
del barrio Las Nieves, pero, sobre todo, el patio, el inmenso patio donde el
niño juega, y algo sórdido hay detrás.
En mucho, la biografía y
obsesiones del autor contribuyeron a la construcción del relato: Así, la novela
es muy visual, y tiene mucho de homenaje al cine de terror de Darío Argento o
George Romero, a historias tipo Los niños del maíz, los cuadros de perros
jugando cartas o de la niña que se quita una espina: John exorciza los miedos
que lo han perseguido desde niño buscando lo que hay de terrorífico en
nuestras vidas. No está de más decir que
el autor señalo que la novela es un cubo de Rubik; si no logras resolverlo, no
vas a entender la historia. A mí me toco desarmar el cubo, para poder
resolverlo. La novela es un collage
donde se mezclan homenajes y deudas a cuadros populares, músicos como Mia
Zapata o David Bowie, o autores como Stephen King, Efraín Medina, su amado
Pedro Lemebel o Mario Bellatin.
¿Defectos? Varios. Quizá el más
grave es lo que ocurre con el personaje de la madre, un personaje de gran
fortaleza, clave a comienzos del relato que se va diluyendo sin explicaciones en
el desarrollo de la historia. Otros algunos capítulos son digresiones en mi
opinión innecesarias o accesorias.
En cambio, la gran fortaleza del
relato, son los tres personajes principales, en particular, Greg y Sandy; pese
a las aventuras en apariencia artificiosas, hay un deseo de escapar de una realidad
que oprime y un destino fatal que está a la vuelta de la esquina. Esa ilusión,
en mucho vana, alimenta el relato: “El
amor fue nuestro combustible”. Pero, sobre todo, le da fuerza al relato.
Jaider Ladino Guapacha en un
texto titulado ¿De qué forma es tu amor? Señala que la novela es una ópera
rock. Me parece que exagera. Sin embargo, acierta cuando recuerda que la paja
es clave en el relato y lo dice muy bellamente:
“Pues bien, esa paja es la que importa, ella es la que justifica la
novela. En las conversaciones más triviales, paja equivale a ilusión, a cuento
que se dice a sí mismo como sucedáneo de un instante de gozo. De ahí que se
aplique tanto a la masturbación como a lo que se sabe falso. Así, entonces,
Greg, el espantapájaros, es el chico que, en el descubrimiento de su
sexualidad, comienza a echar el cuento de la literatura.” (1)
Alguna vez le pregunte a John a
que se hubiera dedicado, si no hubiera sido escritor. Me respondió: Profesor de
geografía o peluquero. Me permito dudar de lo primero, aunque el confiesa que
le iba bien en esa materia. Hay que agradecer, pues que tuviera la cabeza llena
de paja: Tenemos a un gran escritor, en vez de un oscuro profesor de
peluquería.
(1) De
que forma es tu amor- Jaider Ladino Guapacha. Publicado en internet.
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