ELIA EL DELATOR
LA DELACIÓN…. EL CASO ELIA KAZAN
El próximo 28 de septiembre de 2023, se cumplen 20 años de la muerte de Elia Kazan (1909-2003). Cuando se habla de él, su legado es divisivo, en gran medida por su testimonio en el Comité de actividades antiamericanas (HUAC, de aquí en adelante) que lo muestra como un ser humano repugnante; por el otro, hay quien ve a uno de los fundadores del Actor´s Studio, al director de teatro que dirigió grandes producciones de Arthur Miller (La muerte de un viajante, Todos eran mis hijos, Después de la caída) Tennesse Williams (Un tranvía llamado deseo, Dulce pájaro de juventud, La gata sobre el tejado de zinc) o Robert Anderson (Te y simpatía); o al director de cine con grandes preocupaciones sociales que nos dejó obras que reflexionan sobre ello: Nido de Ratas (Sobre la corrupción en los sindicatos), Pinky (Las relaciones raciales) Acuerdo de Caballeros (el antisemitismo). Viva Zapata (Sobre las relaciones del poder y la familia), El Compromiso (Sobre la crisis de la edad adulta). Al este del edén (Sobre la pobreza), Esplendor en la hierba (Las convenciones sociales y los tabús frente al sexo), Un tranvía llamado deseo (La represión sexual) entre varios nombres. También fue un novelista de cierto éxito como El Compromiso, América, América (sobre la inmigración griega, que llevó al cine). Todos esos méritos, sin embargo, se olvidan cuando se recuerda su testimonio ante la HUAC en 1952. Un episodio sin duda vergonzoso en la vida de este personaje, pero cuyo efecto ha sido exagerado al final. Este texto busca dar un contexto al caso, y para ello es necesario mostrar los tiempos donde todo ocurrió.
Arthur Miller y Elia Kazan
DE NAZIS, COMUNISTAS Y ANTIAMERICANOS: EL HUAC
Los orígenes del HUAC se suelen situar en 1934, y se atribuyeron a un rumor: la existencia de un complot contra el presidente Roosevelt. Por tal motivo, la Cámara de Representantes creó un comité cuya tarea era “recolectar información acerca de cómo la propaganda subversiva extranjera había ingresado a los Estados Unidos y sobre las organizaciones que se encargaban de difundirla". Si en sus orígenes se investigó la influencia del fascismo en la sociedad, hacia 1939 se enfocó en el movimiento comunista, y en 1945 se hizo permanente.
Terminada la guerra, la crisis económica producida por fin del conflicto creo un clima de conflictividad social, lo que llevó al comité a analizar a las personas que atacaran "la forma de gobierno que garantiza la constitución de Estados Unidos de América.” Pronto el objeto de investigación fueron los sectores liberales del gobierno, en particular en el Departamento de Estado. El caso de Alger Hiss, funcionario de este departamento fue emblemático y mas conocido: Hiss, funcionario de carrera que participó en Yalta y la creación de la ONU fue acusado de espionaje y condenado a 5 años después de su testimonio ante el HUAC. Instigador de esa investigación fue un joven político de California llamado Richard Nixon, ayudado por el FBI de J. Edgar Hoover. Pronto la paranoia creciente sobre la influencia comunista en el gobierno, se extendió a todos los niveles de la administración. Había comenzado una Caza de Brujas, que se conocería como Macartismo, y duraría cerca de 10 años. La vida de muchos funcionarios sospechosos de simpatías de izquierda, judíos y homosexuales (que se conoce como el susto Lavanda) serían arruinadas por estas persecuciones.
Elia Kazan
BRUJAS EN HOLLYWOOD: LA LISTA NEGRA
Hollywood no fue ajena a las tensiones políticas anticomunistas, antes de la II guerra mundial. En 1938 el director del Cómite Martin Dies Jr, dijo que tenía una lista de 42 profesionales del cine sospechosos de simpatías comunistas. Dies obligó a estos profesionales a entrevistarse con él; después de ello, 41 nombres fueron “borrados” (es decir, absueltos o rehabilitados) y siguieron trabajando en Hollywood sin inconvenientes.
Pero la cacería de brujas comenzó realmente en Julio de 1946, con una columna en el Hollywood Reporter donde se denunciaba, con nombres las simpatías comunistas de un grupo de actores y guionistas, que posteriormente se ampliaron con mas nombres en otras columnas. Eso llamó la atención del HUAC que, a finales septiembre de 1947, citó inicialmente a 79 personas bajo el argumento de que eran subversivas y la sospecha de que se difundía propaganda comunista en las películas donde participaban. Al final, la lista se redujo y se citaron 19 de ellos, que se negaron a cooperar y, debido a enfermedades, conflictos de programación y agotamiento por las caóticas audiencias, la lista se redujo a 11, y de ellos 10 se negaron a responder las preguntas sobre su relación con los comunistas, lo que condujo a que la HUAC los acusara de desacato, y ser encarcelados. Estos hombres se hicieron conocidos como los Diez de Hollywood y quedaron en la mira de la sociedad como desleales.
Ante la creciente clima de tensión, la Asociación de Productores se reunió el 25 de noviembre de 1947 en Nueva York, y emitió un documento que se conoció como la Declaración Waldorf, donde se señalaba:
Despediremos inmediatamente o suspenderemos sin compensación a los empleados, y no volveremos a emplear a ninguno de los 10 hasta que sea absuelto o reniegue y declare bajo juramento que no es comunista.
En el tema más amplio de los supuestos elementos subversivos y desleales en Hollywood, nuestros miembros están igualmente preparados para tomar medidas adecuadas.
No emplearemos a sabiendas a un comunista ni a ningún miembro de ningún partido o grupo que defienda el derrocamiento del gobierno de los Estados Unidos por la fuerza o por métodos ilegales o inconstitucionales.
Había nacido la lista negra, y la histeria que dominaría Hollywood en estos años, como ellos mismos reconocen después:
Al aplicar esta política, no nos dejaremos llevar por la histeria o la intimidación de ninguna fuente. Somos francos al reconocer que esa política entraña peligros y riesgos. Existe el peligro de herir a personas inocentes. Existe el riesgo de crear una atmósfera de miedo. El mejor trabajo creativo no puede realizarse en una atmósfera de miedo. Nos protegeremos de este peligro, de este riesgo, de este miedo.
Eso igual no impidió que la vida de cerca de 220 a 250 profesionales del cine resultara afectada. Se creó un ambiente de miedo, donde los sospechosos de ser “comunistas” (y aquí la palabra engloba posturas liberales, socialistas, e incluso activismo sindical) podían ver sus carreras arruinadas. Se fomentó la delación, como medio para para limpiar el cine de “elementos subversivos”. Las listas negras surgieron y se ampliaron.
BUENO, ¿Y ELIA?
Grande parte del cine de Hollywood fue desarrollada por exiliados alemanes, austriacos, húngaros o rusos y expatriados ingleses que habían trabajado en el cine europeo antes de la II guerra mundial. Pero en los años 40, las cosas habían cambiado. Ahora venían principalmente de los círculos teatrales de Nueva York. Uno de ellos fue Elia Kazan.
Nacido en Anatolia, Turquía en 1909, en el seno de una familia griega, Elia Kazan llegó a los EE UU a los 4 años y se residenció en New Rochelle, Nueva York. Después de estudiar en Yale Arte Dramático, en 1932 Kazan se residenció en Nueva York y entró a formar parte del mundo teatral como miembro del colectivo Group Theatre, quienes creían en dar al teatro un estilo naturalista americano al teatro siguiendo los lineamientos de Stanislavski. Su participación de cerca 10 años llamó la atención de Hollywood, lo que le permitió realizar su primera película en 1945. Kazán se ganó una reputación en Twentieth Century-Fox a finales de los años cuarenta dirigiendo con éxito tanto prestigiosas películas sobre problemas sociales (Pinky, Acuerdo de Caballeros, Pánico en las calles) como exitosas adaptaciones teatrales (Un tranvía llamado deseo) con buena crítica. Pronto, sus conexiones con el Group Theatre, las cercanías de sus miembros (incluido él) con la izquierda liberal americana, o las simpatías comunistas de estos le acarrearían dificultades. Había terminado de filmar ¡Viva Zapata!, cuando fue citado a declarar ante la HUAC.
Elia Kazan (izq.) Marlon Brando y Jean Peters en Viva Zapata!
EL TESTIMONIO
Si bien la lista negra de los estudios fue generada esencialmente por la HUAC, con la complicidad de quienes le dieron nombres, organizaciones privadas explotaron y ampliaron el proceso a principios de la década de 1950 por una mezcla de motivos comerciales e ideológicos. Por ejemplo, American Business Consultants, formada en 1947 por ex miembros del FBI, comercializaba libros y boletines, en particular Red Channels (1950) y Counterattack, entre empleadores y anunciantes interesados en las asociaciones izquierdistas de la industria del entretenimiento. Pero el mas influyente grupo de presión, fue la American Legion, una asociación de militares retirados, que presionó a los estudios para limpiar “de comunistas y desleales” a Hollywood. No contento con ello, la American publicó sus propias listas “negras”, y “grises” (es decir de personas de cuya lealtad con los valores americanos era puesta en duda). La influencia de estas listas fue enorme. El periodista Víctor Navasky, en su libro Naming Names, recuerda que testificar amigablemente ante la HUAC (es decir dar nombres) no significaba una absolución inmediata, y una vuelta a tu vida anterior. De hecho, muchos que testificaron, vieron sus carreras afectadas por estas listas, donde se evaluaba el compromiso con los valores americanos. A ese ambiente fue el que se enfrentó Elia Kazan en la HUAC.
Fueron en realidad, 2 testimonios los que brindó Kazan ante el comité. En el primero reconoció de manera más bien vaga su asociación con el partido comunista de sus tiempos en el Group Theatre, sin dar nombres. Presionado por el estudio -y al final obligado- en su segunda declaración amplió su testimonio, y señaló a 12 personas. 4 de ellos eran reconocidos comunistas ya vigilados por el FBI y no estaban vinculados al espectáculo. De los 8 restantes, uno había muerto un año antes, otro estaba retirado del espectáculo, dos de ellos (Clifford Odets y Paula Strasberg), sabían que serían mencionados. Odets y Kazan, de hecho habían llegado a un acuerdo donde se denunciaban uno al otro en sus testimonios. Los otros 4, ya eran conocidos del comité, por declaraciones de otros testigos.
Kazan justificó su testimonio en muchas ocasiones, alegando muy diferentes razones: Anticomunismo, miedo (que resumió bien con la frase “prefiero lastimar un poco que resultar lastimado”) y ninguna de sus explicaciones es satisfactoria, pero quizás explica muchas cosas.
Contrario a lo que se cree, Kazan si sufrió consecuencias inmediatas de su delación. El estudio lo obligó a filmar una película titulada Fugitivos del terror rojo, y filmó bajo sospechas, su película mas famosa On the Waterfront, sobre la corrupción sindical en los muelles de Nueva York, que es vista además como una apología de la delación. También perdió buena parte de sus amistades con muchos de sus amigos. Ya enemistados, se cuenta que el dramaturgo Arthur Miller le envió una copia de su tragedia Panorama desde el puente, donde un hombre celoso, Eddie Carbone, denuncia al novio de su sobrina a inmigración, porque están enamorados de la misma mujer. Kazan, quien había trabajdo con Miller antes, pensó que Miller quería que dirigiera la versión teatral. Se cuenta que Miller respondió “No Elia, lo que quiero es que sepas lo que pienso de los delatores”. Cierta o no la historia, Miller y Kazan se reconciliarían en los 60, y este último dirigiría la versión teatral de Después de la caída, la obra mas personal de Miller, que muestra su conflictiva relación con Marilyn Monroe.
A pesar de todo el comportamiento egoísta de este período (y Kazán ha admitido ampliamente que esencialmente mencionó nombres debido al costo de su continuo silencio), en términos de sus perspectivas de carrera en el cine, Kazan continuó trabajando en el cine, hasta mediados de los 60, cuando su cine de raíces teatrales fue lentamente sustituido por un nuevo cine realista estadounidense. Quedó convertido en un director de actores, en un semiretiro, e inició una carrera como novelista de cierto éxito. Se le daría en 1982 uno de los premios del Kennedy Center of Arts, y en 1999 un Oscar a la vida y obra, que causaría gran polémica.
Elia Kazan y Robert De Niro (1987)
Kazan era tan buen director de actores que hay quien considera la actuación de De Niro en El último magnate superior a la de El Padrino II
A MODO DE CONCLUSIÓN
Justificar o criticar los actos de una persona, sin tener en cuenta las situaciones que vivieron, pone de presente varias situaciones de nuestro tiempo: Una, la sobre simplificación de los asuntos. Richard Schickel, biógrafo de Kazan, y quien preparo la presentación del Oscar en 1999, cuenta que, en medio de las discusiones y polémicas presentadas en ese momento por el testimonio de Kazan ante el HUAC, escribió un texto en la revista TIME justificando el premio. Como relata, recibió cartas a favor y en contra, pero que 2 le llamaron la atención. En una, un hombre contaba que su padre, un camarógrafo, vio su carrera arruinada por el testimonio de Kazan; en el otro, una mujer decía su padre X, había sido señalado por Kazan. Como el recuerda, ninguno de los señalados había sido mencionado por Kazan en su testimonio. El creía que probablemente esas personas habían sido nombradas por amigos de Kazan o empleados del estudio donde Elia trabajaba, por razones que el desconoce. Pero el malo a señalar, era Elia, epítome del mal actuar.
El segundo punto, y tal vez el más importante, es el cambio de actitudes frente a los comportamientos ante los hechos ocurridos. Con la llegada de las protestas sociales en los 60, la objeción de conciencia, el negarse a servir a la nación, a prestar el servicio militar, relegó la figura de la delación por razones elevadas a lugares mas bien oscuros, y asociados a conductas criminales. Delatar para obtener un beneficios o no sufrir daño quedo limitado a la resolución de delitos. A nuestro ojos se considera inaceptable lo sucedido. En ese sentido, una película como On the waterfront, y su apología de la delación, ante la corrupción sindical es una provocación en estos tiempos. Eso junto a su enorme calidad fílmica alcanza niveles de ofensa. En ese sentido, Kazan vivió demasiado; si hubiera muerto en 1989, por ejemplo, su testimonio sería otro más de muchos. Vivió suficiente para ser testigo de como un acto personal marcaba de forma grave su obra. Incluso su familia: Sus nietas Zoe y Maya han tenido que dar su personal visión del comportamiento de su abuelo.
Hay un tercer punto, y es que Kazan resultó en el fondo un chivo expiatorio. El no creo las listas negras, el no prohibió trabajar a nadie, ni se negó a trabajar con alguien por sus opiniones, y por ello nos privó tal vez de obras maestras que estos pudieron realizar. Es un chivo expiatorio porque la atención en su caso al final desvía la mirada sobre los directos responsables de esta situación: Los políticos, y los grandes estudios agrupados en la Motion Pictures of America (MPA). Ellos fueron los que implementaron el sistema, y nunca se han disculpado por lo sucedido, o por la ominosa declaración Waldorf. Simplemente ignoran, miran para otro lado, mientras ocultan sus vergüenzas pasadas en un manto de liberalismo.
Conocido por sus posturas liberales, Warren Beatty fue uno de los que aplaudió en la ceremonia de 1999. Entrevistado un poco antes de la ceremonia, reconoció la enorme deuda personal que tenía con Kazan, y recordó que “Él fue mi primer profesor, y yo aprendí mas de películas con Kazan, que con nadie más. Lo aprecio”. También añadió en referencia a su testimonio: “Aunque tú y yo podríamos sentir que cometió un error, ni tú ni yo estuvimos presentes en ese período. Y aunque usted y yo podríamos pensar que no habríamos cometido ese error, no tuvimos que tomar esa decisión. Todos cometemos errores. Algunos de ellos son errores que todo el mundo conoce. Algunos de ellos no lo son”.
No estuvimos ahí.
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