PINCHAR UN GLOBO: ANTIUTOPÍAS DE CARLOS GRANÉS
Si se me permite una analogía química, en la obra de Carlos Granés Maya (1975)
se efectúa un proceso de destilación cultural en sus diferentes libros:
Antropólogo cultural y estudioso de las relaciones entre el arte y el poder
económico y político)en El Puño Invisible (2011), en La Invención del paraíso
(2015) analiza las vanguardias a través de la historia del
Living Theatre,, tema que luego amplía en Salvajes de una nueva época (2019), analizando
el poder económico, para finalmente decantarse en Delirio Americano (2022) a
una historia de las vanguardias y el poder político a lo largo del siglo XX en
América Latina. En este último libro se entiende como vanguardias y política
ayudaron a la construcción de una idea “mítica” de América Latina, y
como esa construcción mental y social se estrelló en más de una ocasión con su
realidad, a través de su uso político.
Delirio es un libro exigente, absoluto, que es también el relato de un
sueño, y un fracaso. De ese libro se sale desengañado de la realidad de América
Latina y a la vez fascinado con la riqueza cultural de ella. De allí pareciera
que no hay mucho más que decir, y volviendo a la analogía química solo queda
tomar lo que sobra de la destilación, a ver si se puede sacar algo nuevo. La
respuesta a esta inquietud es el delgado volumen Antiutopías, publicado en abril
de 2023 por Angosta Editores de Medellín.
Antiutopías, que además es el título de la columna del autor en el
periódico ABC, es una selección de 4 textos publicados entre 2011 y 2022, que
desde el epígrafe de Voltaire muestran el talante del libro: Criticar las
fantasías que se han tejido sobre América Latina, en particular desde la visión
de buscar paraísos perdidos en nuestro pasado; mostrar como esa mirada no deja
de ser una visión heredada de la idea del buen salvaje, o de la concepción
religiosa del hombre antes de la caída. Una visión que nos recuerda Carlos es
una idea europea deformada, idea de siglos, resultado del cansancio de la
modernidad y sus errores, que se presta a excesos e interpretaciones
interesadas (Tema que desarrolla en “Latinoamérica como baratija” y “Las
contradicciones del pensamiento decolonial”) pero también, como esa
búsqueda en el fondo es profundamente conservadora, llena de elementos
fascistas que puede servir muy bien en el arte, pero muy mal en la política.
En estos cuatros textos pasamos una visión de América Latina como una
ficción europea, una especia de sitio turístico donde se refuerzan los tópicos
europeos acerca de América (“Latinoamérica como baratija” y “El buen
salvaje y la redención”) como un lugar ajeno a ciertas tradiciones
modernas, y como esto es aprovechado por unos cuantos avivatos; todo ello
resultado del desencanto con la modernidad que fue incapaz de construir sus
utopías sociales, llámense comunismo, fascismo o socialismo. Sólo el
capitalismo con su lado inhumano queda, y el buen salvaje latinoamericano puede
ser la redención. Pero no, eso no ocurrió. Como bien recuerda Carlos, el
exotismo europeo y la fascinación por América salvaje, solo ha terminado produciendo
productos americanos para consumo europeo:
“ciertos escritores latinoamericanos no muy
talentosos se refugiaron el “compromiso” como salvoconducto literario. Están en
la primera fila de todas las actividades político-culturales del establishment
europeo y cumplen el papel que se espera de ellos, que es provocar lástima”
El Síndrome de Ulises, de Santiago Gamboa.
Citado en Latinoamérica como Baratija pág. 31
La pornomiseria que muestra a los latinoamericanos como víctimas de
desalmados extranjeros y sus aliados locales (y aquí pienso en Las venas
abiertas de América Latina, que más allá de su escasa profundidad
investigativa, con su enorme éxito afectó de manera grave la psiquis americana,
al mostrar a América como un lugar explotado por crueles poderes imperiales.
Las “víctimas” teníamos buenas razones para llorar) nos ha impedido
entendernos como iguales ante el resto del mundo. Eso sumado al creciente dominio de los estudios
decoloniales y Cultural Studies que se enfocan en los agravios, y que
“no combate los prejuicios y estereotipos primermundistas sobre América
Latina, sino que los compra todos, absolutamente todos, en algunos casos por
ingenuidad, en otras por simple oportunismo”
Las contradicciones del pensamiento decolonial
pág. 59
El último de los ensayos, A lomo de mula: Pinceladas sobre la
modernización cultural en Colombia, es un recorrido sobre la llegada de la
modernidad artística a Colombia. Si 1922 fue un año crucial para la modernidad
latinoamericana, en Colombia, la fecha de iniciación llegó en 1925, con el
grupo de Los Nuevos, que pese a su carácter de vanguardia no lo fue tanto. Por
un lado, se volvieron cercanos al comunismo, por el otro cercanos al fascismo.
Sin embargo, sus esfuerzos fueron marginales. Con la llegada de la república
liberal, y el movimiento Bachué creado por Rómulo Rozo le apareció un gran
contradictor: Laureano Gómez. Para Laureano esa exaltación de lo indio y lo
negro atentaba contra las raíces hispánicas de la república y se dedicó toda su
vida a combatirlas. Tuvo inesperados aliados: Junto a la crítica moral de las
pinturas murales de Pedro Nel Gómez o los cuadros de Débora Arango se añadió la
crítica nada velada por parte de muchos intelectuales, que vieron la exaltación
terrígena de Colombia como excesiva. Tendrían armas para combatir. Bolívar
sería esgrimido como argumento; pero no fue Laureano, sino la argentina Marta
Traba quien pondría la tapa del ataúd al movimiento, al considerar ese
movimiento en los años 60, caduco. García Márquez y pintores como Ramírez
Villamizar, Negret, Botero, abandonaron el arte figurativo por el
cosmopolitismo. La modernidad había llegado, incluso con sus contaminaciones:
el compromiso político, la construcción de la nacionalidad (¡Ay, las
contradicciones!) y la inefable corrección política.
Antiutopías. Si se entiende como sociedades indeseables surgidas de las
tendencias sociales de hoy, el título del libro esta muy bien puesto: Gran
parte del arte de vanguardia, bien sea que mire hacia nuestros orígenes, o
hacia el futuro, constituyen visiones totalitarias que degeneran en una
pesadilla narcisista y excluyente. En política, el cambio se vuelve nativista:
el pasado inmediato es corrupto, profundamente contaminado, de sociedades al
borde del abismo, de héroes, visionarios traicionados y paraísos perdidos (Por
ejemplo, Bolívar de nuevo, como monigote al uso) a los que hay que volver para
alcanzar el verdadero progreso. Pero como nos recuerda el autor, las utopías
están muy bien para los artistas, pero son pésimas para los políticos:
“El político. El funcionario, el académico que
descifra la realidad, y tiene responsabilidades públicas, en cambio, que
desista. La utopía es un lujo pasadista de gente con muchas musas y pocos
callos en las manos que no nos podemos dar.”
Prólogo, pág. 16
Al final, estamos ante una defensa de la sensatez, la ilustración, y su
principal producto político: La democracia liberal.
Antiutopías. Carlos Granés. Abril de 2022. Angosta Editores. Medellín
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