VISIÓN PERSONAL DE FINEGLASS, DE TULIO BAYER

 

Cuando el columnista Gustavo Páez Escobar en su columna de El Espectador (1) contó que se había publicado una novela de Tulio Bayer titulada Fineglass que abordaba el tema de la homosexualidad masculina, pegué un salto en el tiempo y me devolví casi 30 años atrás, a Barranquilla y a la tertulia de la Librería Vida y el magisterio que ejercían en ella Ramón Bacca y Adolfo González Henríquez frente a unos amigos que nos reuníamos a conversar los sábados por la tarde, donde hablábamos de todo, hasta de literatura. Ese día, se trajo a colación un médico siquiatra llamado Alberto Galofre Franco, del que se contaban muchísimas historias, algunas graciosas. Galofre, como recordó Ramón, usaba el hipnotismo en sus tratamientos para inducir cambios en el comportamiento. De hecho, hipnotizó a Ramón para que tuviera nauseas cada vez que sintiera el olor de la marihuana, para curarle una disnea que sufría. Hay que decir que el diagnóstico fue errado: no era la marihuana, sino la angustia que le producía el ejercicio del derecho.

-Debes dejar el derecho eso te esta matando-le dijo Galofre.

-Pero Alberto, ¿qué hago entonces? - contesto Ramón.

- ¿Qué más sabes hacer?

-Bueno, podría dictar clases, pero no me alcanza para vivir.

-Pues hazlo, te morirás lentamente de hambre, pero no ahogado – comentó Ramón que le respondió que Galofre.

Sobra decir que la disnea desapareció, pero el hambre hizo presencia.

Entre las otras cosas que dijo Ramón, nos contó que Galofre había estudiado y trabajado en Medellín, donde nos dijo que había tenido que salir por una acusación de mala práctica, al tratar un paciente homosexual. Y nos contó, con su estilo, la historia, que conté en dos post de Facebook: uno aquí y el otro acá.

Entonces preguntó:

¿Saben quién fue Tulio Bayer?

Ninguno supo. Haciendo memoria veo a Ariel Castillo Mier negando con la cabeza, y la decepción de Ramón ante nuestra general ignorancia. Nos contó entonces quien era Tulio Bayer, y al final añadió:

Y Tulio Bayer escribió una novela, que esta inédita sobre esa historia de Galofre, creo que se llama Fineglass.

Por eso, cuando leí a Páez Escobar contando las peripecias de la publicación del libro, el trabajo de búsqueda del historiador Orlando Villanueva Martínez en Barranquilla, las menciones a Galofre y el tema, me dije: “Tiene que ser esa”.

Y lo era.

En la vida del médico de Riosucio, Caldas, Tulio Bayer Jaramillo (1924-1982) van entrelazadas su profesión médica y su compromiso social y político. El antropólogo y cronista Marco Tobón lo describe como “médico cirujano, impugnador de injusticias, intelectual enérgico y combatiente selvático guiado por quijotescos designios justicieros”. (2)




Foto del archivo personal del autor


Eso desde el principio le causo bastantes inconvenientes. Graduado de médico, con estudios de farmacología y toxicología en Harvard, su carácter aguerrido se mostró desde joven: Siendo secretario de higiene de Manizales denunció la adulteración de la leche por parte de los productores. Como médico, escritor, guerrillero y exiliado, denunció -y combatió- la corrupción y los privilegios de los entronizados en el poder, a quienes califica de bandidos que explotan el pueblo a su beneficio. A ese combate y a esa denuncia, dedicó su vida y obra: En sus novelas Gancho Ciego, Carretera al mar, Carta abierta a un analfabeto político, San Bar, Vestal y contratista, denuncia muy diversos temas: los abusos y los hechos violentos en la construcción de una vía (Carretera al mar), las horribles condiciones de los presos (Gancho Ciego), o la beatería, hipocresía y ventajismo de una sociedad (San Bar, vestal y contratista). Una figura incómoda cuyo legado aún divide: como señala en la presentación Orlando Villanueva Martínez, el acceso a sus documentos personales se encuentra restringido (3)

Tulio Bayer y Alberto Galofre Franco se conocieron en Medellín, y dejaron de verse durante años, hasta que, en 1966, Bayer se presentó huyendo de su fracasado experimento guerrillero en el Perijá, en la casa de Galofre en Barranquilla; al cabo de 15 días, con la ayuda de la familia Galofre pudo partir hacia Paris donde murió. En ese tiempo, en las conversaciones, surgió la idea de Fineglass, libro fue escrito en 1968 y enviado a Galofre para una revisión y posterior edición; no fue posible y los papeles quedaron en manos de Galofre, y posteriormente en manos de Tatiana, su hija, quien entregó a Villanueva los originales, que este publicó de su propio peculio. En la foto de la portada se puede a Bayer a la derecha, Galofre en el centro y Tatiana, de niña, en esos días de 1966.

Como relato, Fineglass (2022) no es ajena a las obsesiones del autor, pero en esta ocasión aborda un tema algo alejado de sus preocupaciones habituales: aquí están las denuncias contra el regionalismo, el racismo contra indios y negros, la práctica médica centrada en lo económico y no en la curación del paciente, enfocados en la naciente psiquiatría, a través del análisis de un caso de androginia, en la Medellín de los años 50.

Desde el principio, Bayer nos muestra de manera muy negativa la "Medeyin" de esos años:

En Medeyín, la de la pujante industria textilera, hecha con urdimbre de explotación y con trama de explotación, y con hilos de algodón, de seda, de dacrón y de lágrimas” (4)

“En Medeyín con su universidad de Antioquia, de la que todos estamos orgullosos, malgré tout, y con su facultad de medicina en donde se proclamó la patriótica dependencia de Tulane University, y donde se dio por primera vez en América todo lo contrario de un grito: la secreta consigna histórica de que “los pobres y los negros no sirven para estudiar medicina” (5)

Una Medeyin donde Bayer denuncia que la enseñanza de la profesión se encuentra atrasada en conceptos, pese a sus conexiones y su aparente modernidad: los médicos forman gremios para defenderse, pero ni se actualizan, y desconocen los avances de la ciencia médica: para Bayer, son sólo técnicos que manejan máquinas sin entender el efecto sobre los pacientes dominados por la avaricia y amor al dinero. Y aquí una digresión personal: En alguna ocasión, conversando con Ramón Bacca, este recordó que, en sus estudios de derecho en la Bolivariana de Medellín a finales de los 50, para clasificar la homosexualidad se basaban en los trabajos homofóbicos del médico Auguste Ambrose Tardieu, cuyas ideas se consideraban ya en los años 30 como erradas y prejuiciosas en Europa y EE UU. De allí que la observación de Bayer no debería sorprender a un lector informado: Medeyín, pese a su aparente modernidad, estaba anclada en un medioevo mental.

De allí que a través de la figura de Galofre, fustigue la profesión médica con dureza. Galofre, que no es de Medeyín, parece tener todas las virtudes de un médico: culto, sensible (pinta y oye música clásica), acucioso, ejerce su profesión mediante la investigación de campo, el análisis de casos y propone una solución o “cura” de la homosexualidad. A él llega, pese a la resistencia de sus amigos, familia y sociedad un joven llamado Fineglass, que, para horror de todos, muestra atracción sexual hacia personas de su mismo sexo.

En este punto importante señalar que Bayer se limita a narrar los hechos centrales, ya que reconoce que no ha estudiado el tema de la homosexualidad, que sus conocimientos son los propios de los médicos de la época y aunque los acepta, cree que:

Corresponde a los estadistas, quizás a esos seres curiosos que se llaman a sí mismo sociólogos, saber por qué en las sociedades humanas se presentan a veces ciertas rachas de homosexualismo masculino” (6)

Si eso lo decía a nivel médico, socialmente nos recordaba que:

El médico común y corriente en el medio colombiano, trata al homosexual como un pecador enfermo, como un simple enfermo, o como un abominable pecador” (7)

Galofre trata al paciente mediante el uso del hipnotismo, y aunque al principio todo sale bien, al final un hecho inesperado precipita la catástrofe. El resultado hace que los viejos poderes actúan y condenen a Galofre al ostracismo; este al final, y en discurso donde desnuda la hipocresía social, y la mala práctica médica, después de reunirse con el arzobispo, decide marcharse de la ciudad.

Aquí es importante señalar que el texto fue escrito en Paris en 1968, en un momento en que la homosexualidad era calificada aún como enfermedad, y Bayer, pese a todo no renuncia a considerar la homosexualidad como desorden, que no merece castigo social.

Al final estamos ante un texto de carácter autobiográfico, donde el autor aprovecha para fustigar las injusticias que veía: la discriminación de cualquier tipo, el regionalismo, la doble moral por el dinero, la violencia, la mediocre práctica médica, la injusticia, el atraso mental y el papel de la Iglesia católica en estas situaciones. Escrito a ratos con furia, con sorprendente honestidad intelectual, que expresa las obsesiones del autor sobre una Colombia que el veía atrasada.

Una de las cosas que me sorprendió fue que la historia que nos contó Ramón hace más de 20 años en una noche de sábado en Barranquilla, es en líneas generales, la historia contada en Fineglass. Para mí, intuyo que debió tener acceso a los originales en algún momento, y por eso el relato oral que nos dio coincide todos: Todos los hechos narrados por Ramón están en el libro.

Como nota final, parte de los hechos narrados, fueron usados por Ramón en un cuento que se llama Sueños Inducidos; cuento que curiosamente no está en la edición hecha por Planeta en Marihuana para Goering, sino en la edición de la Universidad de Caldas del libro Gato suelto y feliz. Pero eso es historia para otra ocasión.



(3) Bayer Jaramillo, Tulio, Fineglass, presentación de Orlando Villanueva Martínez, Bogota: Editorial El Buho, 2022, pag 24

(4) Ibidem pag 35

(5) ibid. Pag 38

(6) ibid. Pag 51

(7) ibid. Pag 54





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