DEFENSA MÍNIMA DE LA TOLERANCIA
Encuentro alarmante la situación en Colombia,
por la creciente polarización en el debate y la opinión pública, en un momento
en que parece que la opinión es la única medida válida de virtud. Un
hombre puede ser un monstruo absoluto, pero si proclama las opiniones correctas
(es decir las mías) en un volumen suficiente, está siendo un buen hombre. De
esto se sigue que quien no está de acuerdo conmigo, no sólo tiene una opinión
diferente a la mía (y en la mayoría de los casos nos parece poco menos que un
criminal o un cómplice de cosas espantosas) sino que además es una mala -muy
mala- persona. Hemos llegado al extremo que familias con miembros con puntos de
vista políticos diferentes difícilmente pueden soportar estar juntas en la
misma habitación, como he leído.
Esto es un proceso de años que mezcla
ingredientes diversos en un coctel explosivo: políticos oportunistas que leen
su tiempo, la difusión del internet y las redes, el control de los medios de
información (la derecha acusa a los medios de información de prejuiciosos
contra ellos, como la izquierda los acusa de servir intereses ocultos de derecha),
la creciente toma de los radicalismos (si no estas conmigo, estas contra mí),
han creado un coctel donde no hay lugar para uno de los importantes valores
sociales: la tolerancia.
La tolerancia no es una aceptación a priori de
cómo es alguien, sea como sea; eso es indiferencia, no tolerancia. La
tolerancia es comportarse decentemente hacia alguien con quien uno tiene algún
aspecto que no le gusta o con quien no está de acuerdo. Hace poco hablaba
con una amiga, sobre un amigo común, y me dice:
-Oye, pero él es remamerto, y tú eres antimamerto.
-Si, pero es mi amigo. Sé que el respeta mis
puntos de vista, y yo respeto los suyos. Cuando hablamos de temas polémicos, alcanzamos
acuerdos mínimos, y sobre eso discutimos. Pero eso no cambia mi opinión, es un
ser humano maravilloso y como amigo estoy dispuesto a apoyarlo en lo que esté a
mi alcance. Quiero pensar que el siente lo mismo.
Así que tengo amigos con cuyas opiniones no
estoy de acuerdo, y que creo que son perjudiciales (como probablemente ellos
creen que son las mías); Tengo amigos con cuyas opiniones religiosas me
resultan ajenas. Hay un límite para lo tolerable, por supuesto, y dónde
debe colocarse ese límite es una cuestión de juicio y sin duda de las
circunstancias. No puedes pedirle a un amigo que fue torturado por el
estado, o cuyo padre fue desaparecido por la guerrilla, que tenga palabras
amables para estos actores. La tolerancia implica comprender, para entender, no
para aceptar a priori. Tolerar
las críticas porque es parte del juego, excepto en el momento que te sientas
difamado, o que dicen cosas falsas de ti. Una de las críticas es el humor, tal
vez el arma más feroz: nada mas corrosivo que la ironía, pero arma inofensiva más
útil para comprender algo, que ella.
Pero no quiero vivir en un mundo social en el
que solo haya dos bloques, los buenos (es decir los míos) y los malos (los demás).
Al final, y es bueno recordarlo, estamos socavando el valor más importante que tenemos:
nuestra libertad.
Imagen tomada de www.concepto.de
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