MANUEL MEJÍA: EL ESCRIBANO


Escriba usted Manuel Mejía en internet, y saldrá una larga lista de reseñas, entrevistas, biografías y análisis críticos de la obra del autor de El día señalado, La casa de las dos palmas, Aire de Tango y a la vez ganador del Premio Nadal o el Rómulo Gallegos.

Pero yo no busco a ese, busco a otro Manuel Mejía (1956-2021), el escribano como le decía su última pareja, que escribió una columna en Las dos orillas, autor de cinco novelas publicadas, un pequeño volumen de cuentos, autor de una página en Facebook titulada Gotitas en equilibrio, y con una novela finalista en el Premio Verdum de Barcelona. Uno de esos autores secretos que tiene la literatura colombiana.

Hasta el 2003, Manuel llevó una vida convencional: estudió derecho, se especializó, formó una familia, pagó sus cuentas, tuvo amores y desventuras, pero sobre todo, leyó. Leyó mucho, y se volvió amante de lo irreal, tanto que ese año comenzó a escribir como un demente: De una sentada, escribió, “Y no volvió” (2004-Planeta).

Haga de cuenta que se rompe un dique, y un torrente se lleva todo por delante: Se lleva todo, incluida basura. Eso es “Y no volvió”. Es fácil de leer, pero mi impresión inicial fue negativa: Me sentía en una tarde de domingo sin novedades, y leía el libro porque no había más que hacer: la historia se me hacía larga, confusa y un tanto plana, pese al humor- en ocasiones el chiste flojo-que campea en el relato, hasta el inesperado final, que saca a flote el relato. Pasa como ciertas películas, donde cinco minutos las hacen inolvidables: Aquí son las frases finales. Un conejo salió de la chistera, y se ganó el aplauso general.

Una segunda lectura, me permitió observar que es el relato de una huida, de lo que se es, y no se quiere ser, para al final descubrir la trágica razón de esa huida, a una realidad que queremos negar, y que nos alcanza. Una negación, en ultimas del pasado, que al final vuelve.

Después de ese prometedor comienzo vinieron “Serpentinas tricolores” (2.008). “Que chévere” (2009), un volumen de cuentos “Relatos y demencias” ( 2011), “El Parque del Retiro no es para todos”(2014) y “La casa por la ventana” (2016)

En todas ellas Manuel, retoma una serie de personajes de apariencia trivial, nuestros vecinos (No por nada, muchos de los relatos cortos del autor, describen situaciones que le pasan a estos, a través del ojo del autor, como si estuviera oteando por la ventana) cuyas vidas sufren inesperados cambios: Algunos buscados por cansancio (La casa por la Ventana), por error (El parque del retiro), o por algo inesperado (Que chévere, Serpentinas tricolores o Y no volvió). Todo un grupo de personajes herederos de una tradición que entronca con Álvaro Salom Becerra, Luis Fayad, Jose Félix Fuenmayor, Julio Olaciregui, y en menor medida, Paul Brito. El burócrata sin historia, la ama de casa sufrida, el abogado sin éxito, el arquitecto sin obras, el profesional desempleado, el teniente político en el exilio del poder, etc. Esos son los personajes de sus obras, seres grises sin aparente historia: Mejía es capaz de sacarles una historia inolvidable.

Así, en El Parque del Retiro no es para todos, se nos muestra las peripecias del teniente John Vladimir Contreras Mejía, (JVCM) oscuro oficial de provincias, que por un error es nombrado en un alto cargo en la ciudad capital, con todas las prebendas del cargo, y a los pocos meses, es destituido, condenado al ostracismo y desesperado, decide cambiar de nombre y destino y emigrar a España. abandonando todo.

Todo ello contado, con gracia, con sarcasmo, describiendo personajes que se asociarían en estos tiempos de Odebrecht a la corrupción que nos consume: Ahí está el Otto Bula, que deambula por los pasillos sin oficio conocido, moviendo sus contactos, buscando la firma que necesita; el empleado venal dispuesto a suministrar favores, listo para sobornar y ser sobornado; una grupo de asesores fabulosamente pagados que brindan la asesoría mientras llevan a JVCM al burdel para explicarle todo; aparece el Roberto Prieto que por el éxito del amigo cobra su comisión en contratos. Todo contado de forma desenfadada, con ironía, con amargura, con compasión, porque es imposible no compadecerse de las peripecias de JVCM, ingenuo como pocos, incapaz de entender el motivo de su éxito, pero presto a disfrutarlo.

Mejía, además es pesimista frente al futuro, se indigna por lo que sucede, pero lo expresa en clave de humor. Detrás de esa sonrisa que nos provoca, hay un mundo roto, despedazado, y sin futuro. El payaso tiene la sonrisa pintada, parece decirnos.

Que chévere (2012) es una historia, de pocos personajes: El "Arquitecto" Atienza, un encantador sinvergüenza antioqueño, que conquista a Soledad, su atribulada esposa, hija de una familia de muchos apellidos, pero poco dinero, a la que no parece importar nada de lo que sucede, su hija Luz Ligia, una mujer acomplejada por su fealdad, pero de un gran corazón, y el hijo del arquitecto, quien ha heredado su sirvenguenceria, mas no su encanto. Todo en medio de una historia de situaciones trágicas, narradas falsamente en un tono ligero, frívolo, a caballo entre Bogotá y Madrid.

Queda una extraña sensación al leer Que Chévere. Digo extraña, porque en ella Manuel vuelve a temas conocidos: Unas familias disfuncionales, una clase social que vive de apariencias y en decadencia, personajes en fuga, vueltas por Bogotá, la Costa y Madrid, la telebasura. Todo ello, contado de una manera bastante convencional, que al final te deja perplejo. Algo no encaja.




Es un relato donde las mujeres son sufridas, nobles, y generosas; mientras los hombres son ausentes, aprovechados y despectivos con ella: Ni el arquitecto, ni su hijo, ni el esposo de Miriam, un personaje secundario clave en el relato, son seres dignos de simpatía: Resultan vacuos, canallescos, abusadores y aprovechados de las mujeres. Es que Mejia, en el fondo es un feminista: No le importaría ser mantenido por ellas.

Que Chévere encierra una profunda ironía de la vida de personas "comunes" que existen a nuestro alrededor. Un vecino nuestro podría ser la sufrida señora Soledad o su hija Luz Ligia, o el arquitecto y su hijo.

Tal vez Serpentinas tricolores, con sus personajes extravagantes y esperpénticos, relata en clave de humor las peripecias de un grupo de personajes venales en una campaña electoral, sea una obra única en el corpus narrativo del autor. Hay una intención de experimentar subyacente: “Buscar el lado cómico a lo trágico de la vida”. Quizá por ello fue finalista del Premio Herralde en el 2.008

Relatos y demencias junto con las Gotitas en equilibrio en Facebook (https://www.facebook.com/Gotitas-en-equilibrio-868956686568858/?fref=ts) son ejemplos de la maestría del autor con el cuento, que en mi opinión lo hace uno de los mejores autores secretos de este país. Escrito a la manera de grandes maestros del relato corto como Rulfo, Ribeyro, Carver o Cheever, nos muestra el universo roto que hay detrás de las vidas comunes. Con un tono falsamente ligero, Manuel nos muestra lo mucho de fracaso que hay en nuestras vidas: Soledad, incomunicación, demencia, sueños abandonados, desesperación.

El destino de los personajes de Mejia es la oscuridad y la tragedia, seres sometidos a una voluntad superior que los hace títeres, sin ellos saberlo. Quizás, como muchos de nosotros. Ese es su gran acierto.

Alguna vez me dijo: “Yo quiero tu me presentes mi ultima novela, junto con dos amigos en la Universidad Nacional”. Sus amigos era un conocido novelista valluno y un director de teatro ligado con la extrema izquierda. Al margen del honor, me pareció muy representativo de la obra del autor: la literatura, los amigos y la política al final, temas fundamentales de sus relatos. No se pudo concretar. El 16 de enero de 2021 nos dejo de manera inesperada, cuando aun tenía mucho que decir.

@swhelpley

Nota: Este texto, con variaciones, se publicó originalmente en el desaparecido portal El diablo viejo. 

Imagen tomada de la página de Facebook del autor.

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