ESPEJOS DEL EGOÍSMO
Un
compañero de oficina contaba que su hija, una joven que trabajaba en comercio
internacional, había pedido sus vacaciones de ley, y había organizado viajar a
Chile. Días antes, los dueños le solicitaron que no saliera de vacaciones, por
asuntos urgentes de la empresa. Ella se negó, alegando de plano que tenia un
viaje organizado y que ello le representaba una perdida de dinero. Su padre le
pidió que reconsiderara su decisión, que si la empresa la solicitaba era un
reconocimiento de su importancia y una prueba de su compromiso con la
empresa. Ella se mantuvo en su decisión.
El día que salió de vacaciones, le dieron su carta de retiro, junto con las
prestaciones de ley por finalización voluntaria de contrato.
Recordé
esta historia al observar el tema del Príncipe Enrique (Harry) su esposa Meghan
y la reina Isabel, y su renuncia a los deberes de su cargo. El contraste entre
mi amigo y su hija, o Harry y su abuela, no es solo generacional, sino entre
una concepción de la vida y una forma de cultura. Tengo preferencia por uno,
pero de hecho conozco a personas que piensan diferente.
Por
un lado, hay un sentido del deber por encima del sacrificio, costo personal, autocontrol,
y modestia, por otro lado, el capricho, un elevado concepto de sí mismo, la
autoexpresión y una manifestación del ego de la personalidad, como devoción
religiosa. No es necesario señalar cual está en ascenso.
No
mostrar nuestras emociones se considera malo desde el punto de vista de la
salud, y una traición a nosotros mismos. En el caso de la Reina ella es
consciente de que su importancia viene de un accidente de nacimiento, para el
príncipe Harry, él cree que es un accidente de nacimiento su importancia. En el
caso de mi amigo el ve la importancia que representa su hija en la empresa, y
la hija ve la importancia de la empresa. Lo primero resulta en un sentido del
deber, lo segundo en un sentido del derecho.
Esta
diferencia no se limita por supuesto a estos casos. Al contrario, demuestra el
poder, de la cultura moderna en este mundo donde todos parecen buscar su
momento de gloria. Es tan poderoso que una familia tan inusual como la familia
real británica no es inmune a su influencia. Estamos ante un fenómeno de
individualización mundial. En últimos años ha habido una tendencia a que las
personas con un sentido de identidad débil den a sus hijos nombres inusuales, o
totalmente inventados, como si al hacerlo se hicieran únicos y famosos.
Cuanto
más baja sea la escala social, más prevalentes serán esos nombres, pero ninguna
clase esta exenta de la tendencia. Cuando el príncipe Harry con su esposa, eligió
el nombre de Archie para su bebe, creían estar dando un duro golpe en nombre de
la libertad y el progreso.
¿Qué
significa esto? En mi opinión, que no tengo como probar científicamente, que en
esta era de celebridades, un nombre extraño es una forma de destacar en un
mundo que premia y aplaude la fama. Para el príncipe Harry, un nombre
tradicional en la familia real, como Jorge, Enrique, Eduardo, Felipe, Louis, e incluso Andrés, sería una indicación de fracaso. Mas aun, es casi como una
herida a lo más profundo del orgullo.
Por
supuesto, el Príncipe Harry quiere ser auténtico, pero a la vez quiere beneficiarse
de la continuación de la tradición. En ese sentido, su rebeldía no tiene una
base real. Atrae la atención del público, por un accidente de nacimiento, que
le dio su importancia. Entiendo que piense
que si continua en la familia real, su vida caiga en la oscuridad al estilo de
la fallecida Princesa Margarita, o el Príncipe Eduardo de Wessex; pero ha debido
renunciar de manera discreta a sus privilegios y deberes, e irse a estudiar lo que
quisiera: Delfines, literatura cuneiforme o griego antiguo, si lo desea.
Similar ocurre con la hija de mi compañero. Ante su despido, regreso a la casa de sus
padres, y ahora este la mantiene. Termina pues, beneficiándose de su familia,
por encima de la manifestación del ego. Al final se beneficia de la visión de
su padre, tan mal vista hoy.
Ambos
de una forma u otra, son un espejo del egoísmo moderno. Los espejos, por cierto,
se llaman hoy Facebook, Twitter, Instagram, la selfie.
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