EL SR JOHNSON, EL GLIFOSATO, LA CORRUPCIÓN, EL SENTIMENTALISMO Y JUSTICIA


Se supone que las leyes de responsabilidad civil busca dar reparación a aquellos que son agraviados y, en ocasiones, ha hecho precisamente eso. Sin embargo, con más frecuencia se observa que ejerce un efecto profundamente corruptor sobre el demandante, el demandado, la profesión legal y la sociedad en general por igual. Alienta el perjurio y lo que en realidad es el chantaje, y la mayoría de las veces convierte a la justicia en un juego de póquer. Causa más miseria de lo que alivia y, en general, confirma la gran afirmación descrita en un episodio de Oliver Twist. El Sr Bumble, el infeliz esposo de una dominante esposa, escucha que la corte le dice: la ley supone que su esposa actúa bajo su dirección ", y este responde: "Si la ley supone eso", dijo el Sr. Bumble, apretando su sombrero enfáticamente con ambas manos, "la ley es un asno, una idiota".

Las dos bases de cualquier acción de la responsabilidad civil son, primero, que alguien ha hecho algo mal, y segundo, que el mal que hecho ha causado daño al demandante. El primero es generalmente más fácil de probar que el segundo porque casi todos (o todas las entidades legales) han hecho algo mal. El segundo es más difícil de probar y, a menudo implica la mentira, el alegato especial, la argumentación falsa y, cuando se trata de jurados, apelaciones al sentimentalismo extremo y la emoción desbordada.

Un caso reciente ilustra bastante bien los absurdos y corrupciones de la ley de responsabilidad civil extracontractual. Dewayne Johnson, un jardinero de California, recibió $ 290 millones, incluidos $ 250 millones en daños punitivos contra la empresa química Monsanto. En la demanda, afirmó que había estado expuesto por razones de trabajo a su producto, glifosato, y alegó que había desarrollado un linfoma no Hodgkin como resultado. El veredicto y el juicio fueron recibidos con grandes elogios, y no solo en los Estados Unidos.

Estos casos me recordaron las permanentes demandas contra las compañías tabacaleras, que terminan en condenas muy celebradas y juicios interminables. Cada vez hay más leyes, mas restricciones a la publicidad al tabaco, pero las demandas por daños causados por el tabaco continúan apareciendo. Esto me parece un aspecto profundamente corruptor del sistema de justicia. Comencemos por decir que esta afirmación no quiere negar que las compañías tabacaleras no hayan hecho nada malo, o que sus productos no hayan causado daño. Las compañías mintieron, ocultaron información y sus productos causaron daño: ¿pero podría realmente sostenerse que sus productos fueron los asesinos porque habían mentido? No lo creo.


Recuerdo haber leído el caso de un hombre que murió de cáncer en la cuarentena y que comenzó a fumar a la edad de doce años. A su viuda se le concedió una gran suma, pero me pareció que estaba mal, por triste que fuera la muerte de su marido y por muy profunda que fuera su pena.  Que el tabaco para fumar era muy malo para usted  o yo, y que causaba cáncer se conocía mucho antes de que el fallecido comenzara a fumar. Es más, las advertencias sobre los peligros del tabaco eran bien conocidas, incluso en el campo de la publicidad. De hecho, en más de treinta años, nunca he conocido a nadie en el mundo occidental que no lo supiera, incluso a quienes parecían ignorantes de casi todo lo demás. Además, el niño de doce años (como era entonces) casi con seguridad sabía que lo que estaba haciendo le estaba prohibido. Incluso podría haberlo hecho porque estaba prohibido. El único argumento a favor del demandante fue que, habiendo comenzado como fumador, se volvió adicto y, por lo tanto, no pudo parar. Pero se sabe desde hace más de cien años que fumar es adictivo: el famoso comentario de Mark Twain que “dejar de fumar es lo más fácil del mundo, lo había hecho cientos de veces” es prueba de ello.

Por supuesto, el caso del glifosato es diferente. Si ud sin saberlo compra comida que contiene glifosato, uno está involuntariamente expuesto a ella. Una persona que está ocupacionalmente obligada a usarla y no ha sido advertido de sus peligros (si corresponde) no se expone voluntariamente a esos peligros. Por lo tanto, el caso depende de cuáles sean esos peligros y de si se ocultaron deliberadamente. Hay, como veremos, una consideración más.

Se ha escrito mucho, y las discusiones sobre los efectos del glifosato continúan hasta la fecha. La cuestión científica no ha sido resuelta, y, de hecho, la Unión Europea había extendido la licencia del producto por otros cinco años precisamente porque el uso de glifosato no había mostrado resultado de peligro inequívoco. Una especie de “Manéjese con precaución”. La EPA (Agencia ambiental americana) en los Estados Unidos tampoco ha prohibido su uso. Si el glifosato es realmente un grave peligro para la salud humana, los organismos reguladores son tan culpables como los productores por no haber advertido sobre el hecho (en relación con esto, vale la pena recordar que los principales beneficiarios financieros de fumar tabaco no son las compañías tabacaleras, sino los gobiernos que las regulan). No veo como desde el punto de la justicia,  se pueda probar de manera irrefutable que la exposición al glifosato es el causante de las desgracias del Sr. Johnson.

El premio en el caso de Dewayne Johnson me parece intrínsecamente absurdo, muy corruptor y se basa más en el sentimentalismo populista que en la razón o la justicia. Una desafortunada persona de condición humilde se enfrentó a una compañía gigante, y era tentador suponer que la gente común solo habla la verdad, mientras que las grandes corporaciones solo dicen mentiras. Pero el vicio y la virtud, la verdad y la falsedad, la buena fortuna y el mal no están tan bien distribuidos. El populismo en la justicia es probablemente más destructivo a largo plazo que el populismo en la política. La historia esta llena de casos así, donde al final no hay cierre. 

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