PRODUCIENDO RESENTIMIENTO

Quien expresa una opinión en público, debe estar preparado para recibir una crítica a cambio; más en estos tiempos donde las redes sociales son verdaderas seudotribunas de opinión, algunas no tan respetadas. Algunos sujetos provocan más críticas que otros, y en ocasiones esta degenera en abuso o matoneo. Cuando te metes con temas sacrosantos para algunos, no esperes comentarios amables. Quien siembra vientos, recogerá tempestades. La religión, algunos líderes políticos, los santos laicos, los niños, el feminismo, la música rock son temas sobre los cuales no es posible opinar desfavorablemente, y salir con aplauso. Le paso hace poco a Catalina Ruiz Navarro, cuando escribió una columna, tildando a nuestro santo laico de machista, misógino e irrespetuoso con su esposa. Desafortunada columna, que confunde la vida del autor, con la obra de este. Si se siguiera su argumento, autores como Stephen King deberían estar encerrados bajo 100 llaves.  La respuesta a la que fue sometida fue feroz, y mostró como la divinización de Garcia Marquez, lo hace casi intocable, a las opiniones contrarias, así sean erradas como la de Catalina. Por cierto, yo, y cáiganme por ello, creo que Mario Vargas Llosa tiene mucho mas valía literaria que nuestro Gabo; este último, si, es un gran escritor, autor de obras memorables como ripios indignos de su firma. Un genio, con todas las altas y bajas que la palabra trae. Nuestro desigual genio, pero nuestro santo.

Para cierta generación, como la mía, hay temas sobre lo cual hay unanimidad: Por ejemplo, que la música que se hacia antes era muy superior a la producida en nuestros días. Si los taxistas son una buena fuente de información, lo anterior sería una afirmación indisputable.  Algo va de las letras de Agustín Lara o Pedro Flores, pasando por las baladas de Manuel Alejandro, para llegar al rap de Maluma, Calle 13 o J Balvin. Al final, toca reconocer que alguna música de hoy es aborrecible. De todas ellas, el rap es, de lejos, el peor. No me entusiasma el Heavy Metal, o los vallenatos llorones de Silvestre, y prefiero la música melódica, donde el sentimentalismo es aceptable y hasta beneficioso. Quizá por eso parezco anclado en la balada, o sonar un poco anacrónico a ratos.
El rap, y el reggaetón en menor medida, por el contrario, me parece música de resentidos, no de protesta, como nos la venden; me parece que su efecto es proporcionar una justificación de antemano a ciertos comportamientos impulsivos, violentos y autodestructivos. Quienes lo venden y promocionan son peores que simples prostitutas (En muchas ocasiones, estas, al final no tienen alternativas): Merecen la hoguera, como en los tribunales del Santo Oficio.  Pero por dar esta opinión, quizá el quemado sea yo.

Recientemente, un amigo recién llegado de España tuvo la gentileza de regalarme  un CD de un grupo, cuyo nombre me llamo la atención:  Los violadores del verso. “Son de los mejores grupos de rap en español, míralos para que veas lo equivocado que estas”. El grupo por lo que entendí, no ha desaparecido, pero desde hace casi 10 años no publica nuevos proyectos, embarcados como están sus miembros en proyectos individuales. “Alguien que se titula de esa forma no tiene en alta estima de su obra”, respondí.

Como sea, me quede con el CD, y tuve la precaución de no escucharlo por algún tiempo, pero en algún momento, el titulo de una canción me llamo la atención, y la puse. Se titulaba, simplemente,  Mierda . Durante 10 minutos casi eternos, escuche el tema, que no comienza mal:” Oh Calíope, augusta entre las musas/ Haz florecer el jardín, trae la rima”, pero que al final no deja de ser una colección de alaridos que describe la supuesta vida de un rapero, que se proclama dios del rap, y su vida en este género. Como lo aman quienes le siguen, como lo odian quienes lo detestan, que “Yo ya he cometido todo tipo de crímenes, hoy busco hímenes”, para descubrir, que “Yo hago esta mierda pues nunca supe hacer nada mejor”  y que al final su vida  es una solemne mierda.

Yo no pido consistencia lógica en las letras: Eso es absurdo, ya que una canción no es una disquisición filosófica. Pero esta canción tiene un supuesto fondo filosófico, que invita al análisis por criterios filosóficos. Nadie niega que los hombres nacen en circunstancias que pueden ser fáciles o difíciles, y la facilidad o dificultad se distribuyen de manera muy injusta. Pero el deber de cada hombre (Y en esto soy en esencia un moralista) es hacer lo mejor que pueda ser, una obligación que continua toda la vida. Quizá hay circunstancias muy difíciles, pero al final creo que el autor, más que enorgullecerse de su obra, está expresando un resentimiento, porque como señala al final, “busco el respeto antes que el dinero” que, al parecer, la sociedad le niega: Quizá le da dinero, pero le niega el respeto. Y que bien que canta el resentimiento.


Todos tenemos razones para estar resentidos: nadie pasa por la vida sin sufrir un mal, recibir una injusticia o cometerla (Es importante hacer la distinción). Pero por muy justificado que este, no lo hace ni saludable, ni sabio, ni trae un compromiso constructivo con el mundo. A menudo es causante de un mal mucho peor, que el que lo ocasiono. Invocar el resentimiento, cantarlo, es a veces un recurso para atraer males mayores. 

Ese es el mayor pecado del rap, y su hermano suave, el reggaetón: La apelación al resentimiento, a la violencia, al machismo, a la cosificación de la mujer y del mundo, difícilmente puede hacer un mundo mejor.


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