LECTURAS VAGAS No 18: HAY DÍAS EN QUE ESTAMOS IDOS DE ANDRÉS MAURICIO MUÑOZ

Los inquietantes cuentos de Andres Mauricio Muñoz en Hay días en que estamos idos (2017-Seix-Barral) nos remiten a atmósferas que recuerdan los trabajos de algunos maestros como Raymond Carver, Richard Ford, Charles Bukowski, John Cheever, Julio Cortázar o Juan Carlos Onetti en el sentido de construir un relato donde lo que no se dice, junto con la atmósfera, es mucho más importante que lo que se dice. Hay diferencias, claro: Mientras los maestros norteamericanos son mas secos y directos, Andres es un artesano de la palabra: Con filigrana se van desarrollando historias opresivas, asfixiantes que van derrumbando nuestras creencias, y lo que parecía algo trivial, da paso a historias de destrucción.

Prosista y cuentista de lujo, capaz de construir ambientes a partir de episodios triviales, Andres retoma el universo que describió en El Ultimo Donjuán. Personajes de clase media-alta, en este caso parejas jóvenes buscando familia, o con hijos pequeños, con agobiantes trabajos en un universo corporativo (Parece ser una constante en sus relatos: El trabajo, en teoría bien pago, está lleno de jefes problemáticos, situaciones urgentes, y amenazas latentes de despido que a veces se concretan) donde el dinero, si bien no abunda hasta entenderlo como riqueza, no es una preocupación urgente. Sin embargo, mucho de la vida y valores que se pregonan, se apoyan sobre el dinero. De allí, que cuando este desaparece, el mundo creado comienza a socavarse. O cuando lo hay, descubrir que hay sueños que el dinero no puede comprar, sino pesadillas.


Así, en el cuento Juliana tiene mundo, un hombre desempleado cuyo único placer es observar a sus vecinos, ve lentamente como los roles habituales de pareja se van invirtiendo, y procediendo a su destrucción espiritual. Al ser la mujer la principal fuente de dinero, ella asume una posición de poder, y sin querer (o tal vez queriendo) va destruyendo el valor propio y la autoconfianza de su pareja, hasta arrastrarlo a la dependencia total. En el hay mucho de conformidad, y también, una incapacidad de asumir un rol que no entiende.

En Lore, el niño no aparece, un hijo desaparece dentro de una casa. Los padres oyen su voz, y creen que el niño esta escondido en un armario o en una pared. Pero lo que comienza como un juego de búsqueda, es un lento viaje de cuestionamiento hacia la paternidad, y a la destrucción: el padre al final debe convivir con la ausencia. Un relato que se presta a múltiples lecturas, al estilo de Otra vuelta de tuerca. ¿Es una fantasía al estilo Sexto sentido del narrador?  ¿Es un loco el que cuenta la historia?  ¿En realidad es el relato de una pesadilla? ¿O es una mezcla de realidad y fantasía durante el relato? Lo único cierto es que al final, queda un personaje roto.

Un tono de ironía campea en Abril un texto que aunque trata los mismos temas de los otros cuentos del libro, si se diferencia de ellos, por las referencias cinematográficas: Una actriz, mezcla de Maria Eugenia Dávila, Greta Garbo o Norma Desmond, recuerda su carrera, y el éxito que tuvo. Abril es el mes de la primavera, donde las cosas florecen, pero para Abril Brouwer, todo parece estarse marchitando, mientras ve llegar a los nuevos vecinos. Pronto la historia terminara recordando que Abril, como Norma Desmond en Sunset Boulevard, era una gran actriz. ¿Era? No, lo soy.  Fueron las películas las que se empequeñecieron” dirá mientras hace una ultima salida triunfal que llama la atención de la prensa. Es un texto, además, donde el narrador abandona el uso de la primera persona de los otros cuentos, para pasar a la tercera persona.

La mata, la matica es un cuento sobre la paternidad y la crianza de los hijos, y lo agobiante que esta puede llegar a ser hoy, una época donde tenemos tantos adelantos, pero al parecer poca tranquilidad. Los personajes deben cuidar una mata entregada a su hijo. El cuidado y descuido de esta, da lugar a una reflexión sobre ser padres hoy, lo que representa un hijo para la pareja y lo que debemos enseñarles a ellos. Los personajes recuerdan a sus padres, como parecían tener respuesta y solución a todo, y ellos, pese a los adelantos, y el conocimiento informativo, se muestran dubitativos e incapaces.  Un deseo de complacer a su hijo da lugar a un cuestionamiento moral que desemboca en un episodio digno de la parábola del hijo prodigo. Al final, el hijo calavera será aplaudido, y aquel que guardo las formas, será ignorado. Los padres, al final, rehuirán la mirada de su hijo.

Cuestión de método, en cambio narra la destrucción de una pareja, con la llegada de un intruso. Cuento que bebe de historias de Julio Cortázar, el otro, el intruso puede verse como un símbolo de la incapacidad del hombre, de enfrentar las contingencias de la vida diaria, los agobios del trabajo, la fidelidad conyugal, y esa amenaza que surge frente a él, y que no sabe cómo enfrentar.

Finalmente, Ágata solo quiere jugar con Jimena es un retorcido relato en primera persona sobre la maternidad, la perdida y el dolor, en tono de relato digno de un capítulo de la serie de televisión La dimensión desconocida. No por ello, menos interesante que los otros relatos. Para mi gusto, algo truculento, y la solución no muy satisfactoria. Sin embargo, el tema planteado, la maternidad, esta muy bien trabajado, que permite pasar por alto esos detalles.


Solo queda añadir que Andres regresa de forma esplendida al cuento, donde obtuvo el reconocimiento de sus lectores. Un texto compacto, muy bien escrito, sugerente, caleidoscópico y con una prosa diáfana que atrapa. No por nada está entre los finalistas en el Premio de narrativa de Eafit 2017. Algo mas que merecido.

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